martes, 15 de noviembre de 2011

Mirándome el ombligo

 Os voy a mostrar un poco de las estadísticas de esta bitácora. Después de un tiempo languideciendo, Este blog vuelve a reverdecer debido al aluvión de visitas que ha recibido en este último mes. Han sido tantas que, como podéis ver, ha sido récord de visitas mensuales desde su inicio, superando la anterior marca de...¡octubre de 2009! (entonces fueron 665 visitas) Y eso que todavía no ha acabado noviembre...
 Por países, España ocupa el primer lugar y México, el segundo:
 
 Mención especial para los amigos mexicanos: gracias a ellos se ha conseguido el éxito de noviembre. Como podéis ver, sus visitas junto con las de Venezuela suponen el 90% de las visitas de este mes.

En fin, muchas gracias a todos por el interés mostrado por mi blog. Espero que esto no sea su canto del cisne antes de fenecer, jeje.
Entiendo que una vez finalizado el libro, ya no hay más motivo para continuar creando nuevas entradas...A no ser que me decida a resumir "las Sergas de Esplandián"...(va a ser que no, no os asustéis, jaja).
Aunque si os animáis a escribir alguna apostilla más larga que un simple comentario, os lo publico sin problemas. Podéis contactar conmigo en esta dirección: borguil67@gmail.com.

miércoles, 13 de abril de 2011

Las secuelas

Esto de las secuelas no es un invento de Sylvester Stallone y sus Rockys. Ya se hacía desde antiguo.Amadís fue un éxito tan rotundo que pronto surgieron interesados en continuar su historia. El mismo Garci Rodriguez de Montalvo es un mero continuador de la novela. Él mismo reconoce que se limitó a compilar y corregir los tres primeros libros que ya existían varias décadas antes y que es autor únicamente del cuarto libro de Amadís de Gaula. Pero no acabó ahí la cosa. Era el comienzo de una prolífica lista de continuadores...
Tras una exhaustiva y agotadora investigación...de cinco minutos en la Wikipedia, os voy a resumir la peripecia secuelista:
El propio Rodríguez de Montalvo escribió la primera secuela, "Las sergas de Esplandián", que habla del hijo de Amadís y de Leonila, la hija del Emperador de Constantinopla. Es el 5º libro de la saga amadisiana.
Entra en escena un nuevo autor, Ruy Páez de Ribera, que se encarga del 6º libro de la serie: "Florisando". Curiosamente escoge como protagonista a un personaje bastante secundario, pariente lejano de Amadís o Esplandián. Florisando es fruto de una relación extramatrimonial de Florestán, medio-hermano de Amadís, y de Corisanda. Florisando se casará con Teodora, hija de Arquisil y Leonoreta.
Entra en escena Feliciano de Silva, egregio secuelista, que pasa olímpicamente del "Florisando" y pergeña su propia continuación de las Sergas: "Lisuarte de Grecia", 7º libro de la serie. Este Lisuarte es hijo de Esplandián y Leonila, y se casará con Onoloria, una de las hijas del Emperador de Trapisonda. La otra hija del Emperador, Gricileria, se casará con Perión de Gaula, hijo de Amadís y Oriana y, por tanto, tío de Lisuarte de Grecia...¿me seguís?
Ahora viene el lío. Aparece un nuevo autor, Juan Díaz, que escribe el 8º libro de la serie, titulado también "Lisuarte de Grecia" y que continúa la acción del "Florisando". Aquí Lisuarte de Grecia es también hijo de Esplandián y Leonila, pero sus amores son con Elena de Macedonia.
Feliciano de Silva decide apropiarse de la saga y escribe nuevos volúmenes que continúan la acción de su "Lisuarte" y olvida totalmente los de sus rivales. Escribe el 9º libro (continuación del 7º): "Amadís de Grecia". Este Amadís es hijo de Lisuarte de Grecia y Onoloria de Trapisonda. Tendrá amores con Lucela de Sicilia y con la princesa Niquea (hija del Sultán de Niquea).
Feliciano toma carrerilla y escribe un nuevo libro, el 10º de la serie: "Florisel de Niquea", que tiene dos partes (Florisel-1 y Florisel-2). Tratan de los hijos de Amadís de Grecia: Florisel (hijo de Amadís y Niquea) y de Anaxartes (hijo de Amadís y Zahara del Cáucaso). Anaxartes tiene una hermana gemela que se casará con Falanges de Astra.
Lanzado en su vorágine secuelista, Feliciano sigue escribiendo. Saca a la luz el 11º libro de la serie: "Rogel de Grecia" (es también el tercer libro de "Florisel"). Trata de las andanzas de Rogel, hijo de Florisel, y de Agesilao, hijo de Alastraxerea y Falanges de Astra. 
Aparece un nuevo y osado autor que desafía el monopolio de Feliciano: Pedro de Luján, que escribe el 12º libro, "Silves de la Selva" que es un hijo extramatrimonial de Amadís de Grecia con la reina Finistea. Al final del libro aparece un nuevo personaje, Esferamundi de Grecia, hijo de Rogel de Grecia y Leonida.
Feliciano de Silva, inasequible al desaliento, escribe un nuevo libro, el 13º de la serie y que continúa su "Rogel" haciendo caso omiso del "Silves".  Es la "Cuarta parte de Florisel de Niquea" donde habla de Florisel, Anaxartes, Rogel de Grecia y del hijo de éste último, Felismarte de Grecia.
Y así se acaba la serie de Amadís, al menos de los libros escritos en castellano.
Existe un último libro, "Esferamundi de Grecia", continuación del "Silves", de Mambrino Roseo, escrito en italiano.

lunes, 11 de abril de 2011

Miscelánea


domingo, 10 de abril de 2011

Los Malos

Ahora os muestro la colección de villanos de esta historia. Solo aparecen los que tienen alguna relación de parentesco conocida. Aquellos de quienes desconocemos la existencia de hijos, padres, hermanos o sobrinos no aparecen. El mayor de todos, Arcaláus, tampoco aparece porque lo he colocado en la genealogía de los gigantes, como ya recordaréis.
Empieza con el monstruoso Endriago, hijo de una unión incestuosa que dejo reflejada en el esquema...


sábado, 9 de abril de 2011

Los griegos

Ahora os presento tres esquemas de personajes griegos que intervienen en la historia. Uno corresponde a Helisabad y su sobrino. Los otros están relacionados con los emperadores de Constantinopla. El Emperador del primer cuadro es distinto al del segundo. No sé si el segundo es descendiente directo del primero, si son familia o no tienen nada que ver. Entre ellos hay varias décadas, pues el primero es tío de Apolidón y el segundo es el coetáneo de Amadís (y terminan siendo consuegros en "Las Sergas de Esplandián").

Los Romanos

Le toca el turno a los romanos. Tenía mis dudas para colocar a Arquisil, el flamante Emperador de Roma y yerno de Lisuarte. Sube al trono imperial tras Patín porque era el siguiente en el orden sucesorio, como ya se dice desde el principio, en la lejana guerra entre Bohemia y Roma (cap. 70). Patín sucedió a Sidón, su hermano. Cuando muere no tiene ni hijos ni más hermanos vivos. No sabemos el parentesco que les une pero lógicamente, Arquisil tiene que ser su primo por vía paterna (suponiendo que el padre de Patín y Sidón también fuera Emperador de Roma). Pero, también son sus primos Garadán, Floyán y Salustanquidio (y se dice expresamente). Y da la impresión de que, al menos Salustanquidio y Garadán, son de más edad que Arquisil. Entonces, ¿por qué tiene preeminencia Arquisil? Deduzco que estos primos los son por vía materna y por tanto quedan fuera del orden sucesorio.
Así queda el esquema:

martes, 5 de abril de 2011

Angriote de Estravaus y su esposa Grovenesa

Es curioso ver la multiplicidad de variantes que puede tener el nombre del hermano de Angriote...He puesto tres, pero hay más.
Gracias a la clandestina relación de Sarquiles y Gandanza puedo empalmar el árbol de Angriote con el de los felones consejeros de Lisuarte.

sábado, 2 de abril de 2011

Oriana y Lisuarte de Gran Bretaña


Amadís de Gaula y su familia

Le llega el turno a la pareja protagonista: Amadís y Oriana. Voy a empezar con nuestro héroe. Y de propina coloco el esquema de Don Cuadragante y el clan de los  irlandeses:





Como véis, entre ambos árboles genealógicos tenemos como nexo en común a Elián el Lozano, sobrino de Cuadragante y de Cildadán por vía materna y sobrino segundo de Perión por vía paterna.
He actualizado el árbol de Perión para colocar a la mujer de Florestán, Sardamira, y su familia. Queda más completo pero quizás esté más confuso. Sacrifico la claridad por una mayor información.

martes, 29 de marzo de 2011

El Rey Garinter y su parentela

Este esquema muestra las relaciones de parentesco del rey Garinter de la Pequeña Bretaña y sus descendientes con otras familias. Unas son directas, por el matrimonio de sus hijas, con las casas reales de Escocia y Gaula y otras indirectas, con las familias reales de Bohemia (Tafinor), Noruega (Olinda), Sobradisa (Briolanja), España (Brian), Gran Bretaña (Oriana), del reino Arábigo (Bruneo) y del marquesado de Troque (también Bruneo y su padre Valladós). Incluso tienen una lejana relación con la saga de los gigantes por medio de Galvanes y su enlace con Madasima de Gantasi.
Helo aquí: Lo he dividido en dos partes, una encima de otra, porque no me cabe. Mi pericia con la excel y el manejo de gráficos no me da para más   :(
Actualización: Me he animado y he colocado también el árbol familiar de Briolanja. Grovenesa es tía de Briolanja, pero no se aclara si por parte de madre o de padre. He optado por colocarla como hermana de su madre, porque en ningún momento de la novela se dice que sea hermana de Tagadán o de Abiseos.


lunes, 28 de marzo de 2011

Relaciones de parentesco entre los Señores de la Torre Bermeja y otros Gigantes.

He concluido los resumenes del "Amadís". Ya solo me queda completar el Glosario con las entradas que faltan, reparar las erratas, pulir la sintaxis,...
Y también voy a confeccionar unos esquemas donde se plasmen las relaciones familiares entre los distintos personajes.
Empiezo con los Gigantes de la Ínsula de la Torre Bermeja. Queda así: 
(pincha en el gráfico para ampliarlo)


lunes, 21 de marzo de 2011

Libro IV, Capítulo 133 (7 de 7) ¡Esto es todo, amigos!

Embarcan en una fusta con destino a la Sierpe. Ya en su interior, Urganda los conduce a una gran sala donde los caballeros cenan. Urganda y los donceles continúan hasta una salita adyacente donde unas muchachas están tocando instrumentos. Allí cenan Urganda y los donceles. Cuando acaban, la hechicera vuelve a la gran sala y les pide a los caballeros veteranos que vayan a la salita y hagan compañía a los noveles. Urganda se va pero vuelve al poco tiempo. Lleva una loriga en sus manos. Junto a ella vienen sus sobrinas Solisa y Julianda que traen un yelmo y un escudo respectivamente. Son armas de color negro y no blancas como suele ser tradicional que usen los caballeros noveles.
Urganda va hacia Esplandián y le pide que se vista con esas armas cuya negrura representa la tristeza por la desaparición de su abuelo Lisuarte. Esplandián, con ayuda de Solisa y Julianda, se coloca las armas. Entonces Urganda habla con Amadís. Le dice que falta la espada que encontrará en un lugar que ya conoce Amadís (¿se referirá a la Ínsula de la Doncella Encantadora?)
Una vez armado Esplandián, entran en la capilla cuatro doncellas. Cada una de ellas trae las armas para un caballero. Estas son armas blancas adornadas con piedras preciosas y cruces negras. Se las entregan a los caballeros noveles.
Luego, los cinco donceles velan sus armas ante el altar de la Virgen María. Entre ellos destaca Esplandián por su belleza. Pasa la noche rezando, rogándole a Dios que le permita rescatar a su abuelo.
Al alba, un enano feo y laso desde lo alto de la Sierpe tañe reciamente una trompeta. El sonido se oye por toda la Ínsula Firme. Todos los habitantes de la isla dirigen sus miradas a la Sierpe.
Urganda hace subir a los caballeros al lugar donde está el enano. Luego coge de la mano a los cinco caballeros  noveles y suben tras ellos. Les siguen seis doncellas con trompetas doradas.
Urganda le pide a Balán que arme caballero a Esplandián. El gigante mira indeciso a Amadís que le hace un gesto de asentimiento para que acceda a la petición de Urganda. Entonces Balán arma caballero a Esplandián y le coloca la espuela derecha. Le promete que no armará más caballeros. 
Urganda insta a Amadís para que le diga su mandado a Esplandián.  Amadís le cuenta como en sus pasadas andanzas llegó a Constantinopla y fue honrado por el Emperador. Allí le prometió a su hija Leonoreta y a la reina Menoresa que les enviaría un caballero de su linaje para servirlas. Ahora le encomienda a Esplandián que cumpla esa promesa y le da el anillo de Leonoreta.
Esplandián, de rodillas, le besa la mano y dice que cumplirá el encargo sin demora. 
Acto seguido, Urganda le dice a Esplandián que nombre caballeros a los cuatro donceles. Así lo hace.
Las doncellas tocan las trompetas doradas. Escuchan el melodioso sonido. Los caballeros noveles caen dormidos. Empieza a salir un humo negro y espeso de las narices de la Sierpe. Se extiende rápidamente impidiendo la visión a los asistentes. 
Al poco tiempo se despeja el humo. Los caballeros descubren que se encuentran de nuevo en la huerta del castillo de Amadís. No hay rastro de Urganda ni de Esplandián ni de sus cuatro camaradas.
Todos están desconcertados, como si todo lo hubieran soñado. Amadís encuentra una carta de Urganda que lee a la concurrencia. En ella les dice que ya ha llegado el momento de abandonar las andanzas caballerescas. Todos han alcanzado ya las más altas cotas en sus respectivas carreras como caballeros andantes y es hora de disfrutar de su merecida fama. Sobre todo el mejor de ellos, Amadís, quien ha realizado las más grandes y extremadas hazañas. A partir de ahora disfrutará de la gloria conseguida por los hechos pasados pero también le tocará sufrir los sinsabores y amarguras que conlleva la responsabilidad de gobernar los reinos y señoríos ganados. Y es posible que estas nuevas preocupaciones le hagan añorar los tiempos de solitarias andanzas caballerescas con solo un enano a quien mandar. Le insta a que emprenda esta nueva vida: gobernar y no batallar. Que ceda sus armas a aquel a quien Dios ha designado para alcanzar grandes victorias, tan grandes que oscurecerán las de su padre...
Tras la lectura de la carta Amadís habla con sus amigos. Les aconseja que retornen a sus señoríos. Galaor, Galvanes y Brandoibás irán a Londres para informar a Brisena de lo que ha pasado y de la razón por la que no han iniciado la búsqueda de Lisuarte. Amadís se quedará en la Ínsula Firme con Agrajes, a la espera de noticias de su suegro, presto a dar su ayuda en cuanto sea requerida.
A todos les parece bien. Bruneo y Cuadragante, con sus respectivas esposas Melicia y Grasinda, vuelven a sus señoríos. Galaor, Galvanes y Brandoibás, a Londres. Agrajes y Grasandor se quedan en la Ínsula Firme. Balán decide quedarse también en la isla acompañando a Amadís hasta saber noticias de Lisuarte.


A Dios sean dadas gracias.
Acábanse aquí los Cuatro Libros del esforzado
y muy virtuoso caballero Amadís de Gaula,
Hijo del Rey Perión y de la Reina Elisena,
en los cuales se hallan muy por extenso
las grandes venturas y terribles batallas
que en sus tiempos por él se acabaron y vencieron,
y por otros muchos caballeros,
así de su linaje
como amigos suyos.

domingo, 20 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (6 de 7)

Un servidor anuncia que una dueña ha salido de la Gran Sierpe y se acerca. Es Urganda la Desconocida. Salen a su encuentro y se topan con ella casi a las puertas de la huerta. Viene montada en un palafrén y acompañada de dos enanos. Galaor la ayuda a bajar del caballo. Todos la saludan cortésmente. Urganda les recuerda que ya había predicho que volvería a verlos a todos reunidos en la Ínsula Firme. Pero antes de hablar del asunto que la trae ahí, quiere hablar con Oriana y consolarla de su pena.
Oriana la recibe entre sollozos y, ya que Urganda es capaz de ver el futuro, la recrimina por no haber puesto remedio. La acusa de haber fallado a Lisuarte que tanto la estima. Oriana se desploma sobre su asiento y se tapa la cara con desesperación.
Urganda se arrodilla junto a ella y la consuela. Le recuerda que estas tribulaciones actuales son inherentes a la alta posición que disfruta. Y es que Dios, aunque nos hizo de la misma masa y naturaleza e iguales ante la muerte, nos dio muy diversos bienes en este mundo: a unos hizo señores, a otros hizo vasallos [...]
Las cosas malas que trae la vida se compensan con las buenas y allí es donde hemos de hallar el consuelo. Le responde a Oriana sobre sus reproches. Aunque ya sabía lo que le iba a pasar a Lisuarte, como profetizó con oscuras palabras anteriormente, no estaba en su mano la posibilidad de evitarlo. Sin embargo, ahora ha venido para traer remedio a la tristeza de Oriana.
A continuación se aparta de Oriana y se dirige a los caballeros que estaban prestos a partir en busca de Lisuarte. Les recuerda como vaticinó que volvería a la Ínsula Firme cuando Esplandián fuera nombrado caballero. Urganda les recomienda que no salgan en busca de Lisuarte, pues no hay caballero en el mundo que lo pueda encontrar si Dios no permite que lo encuentre. Les dice que les hará nuevas revelaciones, pero deben acompañarles esa noche a la Gran Sierpe. También deben ir Esplandián, Talanque, Maneli el Mesurado, el joven rey de Dacia y Ambor, el hijo de Angriote.
Los caballeros quedan atónitos sin saber que hacer o decir. Al final deciden aceptar la invitación de Urganda.

miércoles, 16 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (5 de 7)

Grasandor recibe a los caballeros recién llegados. son, entre otros, Galaor rey de Sobradisa, Bruneo rey Arábigo, Cuadragante señor de Sansueña, Balán señor de la Ínsula de la Torre Bermeja, Galvanes, Angriote, Gavarte del Val Temeroso, Agrajes, Palomir,...
Grasandor les explica porqué no ha salido Amadís a recibirles. Les acomoda en diversas posadas y los convoca para una nueva reunión al día siguiente. Balán se aloja en los aposentos de Agrajes y Galvanes.
Al día siguiente, tras la acostumbrada misa, todos los caballeros van a la huerta del castillo para ver a Amadís.Éste deja a Oriana al cuidado de Mabilia, Melicia y Grasinda y baja al encuentro de sus compañeros. Aunque su semblante refleja tristeza por la desaparición de Lisuarte, cuando ve a tantos amigos, nobles caballeros de gran valía, que han venido sin dudarlo a socorrerle, siente una gran alegría. Abraza a todos ellos, uno por uno, en especial a Balán.
Galaor, muy apenado por la desaparición de Lisuarte, les exhorta a tomar una rápida decisión. Está impaciente por salir sin más dilación en su búsqueda. Amadís le responde que todos están obligados a socorrer a Lisuarte por su honradez, bondad y nobleza. Manda llamar a Brandoibás para que les informe de primera mano. Brandoibás les cuenta lo sucedido y las pesquisas realizadas hasta el momento. Suponen que Lisuarte ya está fuera del país, bien secuestrado o bien ahogado en alta mar. Si estuviera todavía en el reino ya habrían encontrado alguna pista. 
Vista la situación deciden que la flota se disperse para extender la búsqueda por el mayor número de lugares posible. Le piden a Amadís que decida que territorios deben escudriñar primero.

martes, 15 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (4 de 7)

La reina vuelve a Londres. La noticia de la desaparición de Lisuarte ha corrido como la pólvora por todo el reino. La tristeza y la desesperación cunde entre el pueblo llano. Hombres y mujeres caminan por lo campos, llorando, dando voces, clamando por su señor en quien siempre encontraron defensa y socorro. ¡Cuán bienaventurado debiera sentirse Lisuarte por ser tan querido por su pueblo! Pero esto era cosa de tiempos pasados, pues en los actuales los reyes carecen del amor de sus vasallos. Esto es signo del envejecimiento del mundo: al haber perdido su virtud, es como la tierra agotada que ya no da los frutos que antaño producía a pesar de la escogida simiente utilizada. (hay que recordar que esto lo escribe Garci-Rodríguez de Montalvo en tiempos de los Reyes Católicos. Al parecer el regidor de Medina del Campo tenía una relación cercana con la reina Isabel. Dicen que fue ella quien le encargo que refundiera y completara la historia de Amadís...) El autor termina rogando a Dios que vuelvan esos tiempos pasados y que los reyes, sin ira ni pasión, sostengan y defiendan convenientemente a sus súbditos.
Volvamos al relato: la mala nueva es rápidamente conocida en todo el reino e incluso en el extranjero. Pronto llega a oídos de Cuadragante, Señor de Sansueña, y de Bruneo, rey Arábigo, y de los otros caballeros que con ellos estaban. Comprenden que el asunto atañe directamente a Amadís y deciden ir a la Ínsula Firme para ponerse a su disposición. Sus nuevos señoríos ya están pacificados y pueden irse sin temor a perderlos. Bruneo deja como gobernador de su reino a su hermano Branfil y Cuadragante, a su sobrino Landín, recientemente llegado desde la corte del rey Cildadán. Bruneo y Cuadragante reunen una pequeña flota y parten hacia la Ínsula Firme. Les acompaña Balán, que ya es un aliado fiel y un entrañable amigo . El viaje transcurre sin novedad y llegan a su destino en doce días. Balán se admira y sorprende al contemplar la Gran Sierpe que allí dejó Urganda.
Mientras tanto, Brandoibás ya ha entregado la carta a Amadís. Desde que conoce la noticia, Oriana está muy preocupada y melancólica. Amadís no se atreve a dejarla sola. Cuando se entera de la llegada de la flota de Bruneo y Cuadragante, le pide a Grasandor que salga a recibirlos por él.

L

sábado, 12 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (3 de 7)

El ballestero informa a la reina. Brisena llama a Arbán de Norgales, su sobrino, y a Cendil de Ganota. Les cuenta lo sucedido. Los caballeros ponen buena cara y ocultan sus verdaderos presentimientos para no preocupar más a la reina. Organizan con rapidez una partida para buscar al rey. El ballestero les guía hasta el claro y desde ahí escudriñan el bosque palmo a palmo aunque sin resultado.
Mientas, la reina espera, muy alterada. Redacta varias cartas solicitando ayuda a a otros caballeros. Espera noticias de sus hombres que no llegan. Pasa la noche en vela.
Al alba llega Giontes y Grumedán. Se han enterado de la desaparición de Lisuarte. Se ofrecen de inmediato para unirse a la partida que realiza su búsqueda. La reina decide acompañarlos. Parten Grumedán, Giontes, la reina y una dueña que la asiste, la mujer de Brandoibás. Recorren el bosque durante tres días, casi sin descanso. Si no fuera por Grumedán, que se preocupa de alimentarla, la reina no hubiera probado ni un solo bocado. Las noches las pasa vestida, bajo los árboles. Tan acongojada está que no quiere detenerse en las aldeas que van encontrando.
Al cabo de esos tres días  se reunen con el grupo de Arbán, que vienen desanimados, tristes y extenuados.
Ante las ansiosas preguntas de la reina, Arbán responde con lágrimas en los ojos que no han encontrado ninguna pista del paradero de Lisuarte. Arbán sospecha que lo han secuestrado y que se lo han llevado del reino. Al oír tan infausta noticia, la reina cae desvanecida de su palafrén. Grumedán descabalga rápido para atenderla.
La reina recobra el conocimiento y entre lloros se lamenta de la adversa fortuna.
Grumedán, de rodillas junto a ella, intenta consolar a la atribulada reina. Le aconseja que se acerquen a un poblado donde puedan atenderla. La llevan a una casa cercana, de unos monteros de Lisuarte, donde a reina descansa unos días. Grumedán la exhorta a que continúe la búsqueda y no se rinda. La reina, espoleada por si discurso, decide pedir ayuda a su yerno Amadís. Le escribe una carta y le encarga a Brandoibás que se la entregue a Amadís.

viernes, 11 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (2 de 7)

El rey corre hacia la pareja y le grita al hombre que suelte a la doncella. Éste, cuando ve venir al rey, libera a la muchacha y huye por entre la densa vegetación. El rey le persigue a caballo pero las ramas le impiden avanzar con rapidez. Descabalga y continúa la persecución por el bosque. Llegan a un claro en cuyo centro hay una tienda montada. El hombre que huye se mete en ella. Lisuarte, que le sigue los pasos de cerca, lo ve y también se encamina a la tienda. Dentro encuentra a una mujer y al hombre huido que se esconde tras ella. Lisuarte le pregunta a la mujer si ése es hombre de su compaña, le acusa de intento de violación y le exige que se lo entregue para hacer justicia. La dueña le invita a entrar para que le cuente con detalle lo sucedido, ya que ella se solidariza con la doncella. Pero nada más dar un paso dentro de la tienda, Lisuarte cae al suelo sin sentido. Llegan las dos doncellas y se reunen con la dueña y el hombre. Entre los cuatro cogen al desacordado Lisuarte y lo sacan de la tienda. Aparecen dos hombres más que estaban ocultos en el bosque y comienzan a desmontar la tienda. Luego todos se dirigen a la playa. Allí tienen un pequeño navío camuflado con ramas y hojas. Embarcan y zarpan.
Todo lo han hecho de forma tan rápida y discreta que no son vistos por nadie. 
El ballestero que quedó retrasado llega al claro y solo encuentra el caballo de Lisuarte pero sin rastro del rey ni de ninguna otra persona. Registra la zona infructuosamente. Regresa raudo al palacio para dar la alarma.

jueves, 10 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (1 de 7)

Después de asistir a las bodas de sus hijas, el rey Lisuarte regresó a su reino. Se dirigió a Fenusa, puerto de mar con feraces cotos de caza donde solía holgar con frecuencia. Allí pasó un tiempo recuperándose de los trabajos pasados. Dedicaba sus momentos de ocio a la caza y otros placenteros entretenimientos. Pero pronto se cansó de estas actividades. El recuerdo de tiempos pasados le obsesionaba. Recordaba aquella época cuando su corte acogía a la flor y nata de la caballería, lo que redundaba para él en fama mundial, honor y loores. Y aunque su edad y su cuerpo ya le demandaban sosiego, no ocurría lo mismo con su mente, acostumbrada a esas glorias y halagos. Comparaba los triunfos pasados con la amargura actual hasta trastornarse y deprimirse. Y lo que más le hundía su ánimo era constatar cuanto había menoscabado su honra su enfrentamiento con Amadís y como era vox populi que lo había resuelto más por necesidad que por virtud. La depresión le tornó en un ser triste, meditabundo y huraño.
Tenía por costumbre, tras la misa matutina de rigor, salir de caza por el bosque acompañado por un único ballestero. Un día, en su acostumbrada salida, se encuentran con una doncella que huye montada en un palafrén y dando gritos de auxilio. Se acercan a ella para ver que le pasa. Ella le pide a Lisuarte ayuda para su hermana porque un hombre quiere violarla. El rey le pide que les guíe hasta donde está ella. Cabalgan rápidamente y dejan atrás al ballestero que va a pie. Al cabo de un rato llegan a un lugar donde un hombre tiene sujeta de los cabellos a una doncella e intenta derribarla.

sábado, 5 de marzo de 2011

Libro IV, Capítulo 132 (3 de 3)

A todos les parece bien la propuesta de Balán y se maravillan de ver tanta discreción en un gigante, que son de natural soberbios y poco razonables. Como sabemos, su carácter se debe a la influencia de su madre Madasima y de un sabio griego que su madre trajo para su instrucción.
Todos están de acuerdo con la propuesta. Balán vuelve a hablar con el rey Arábigo y firman el pacto: el rey se compromete a entregar sin más resistencia todo su reino a Bruneo que será coronado como nuevo rey Arábigo. Para el ex-rey le quedaría la más alejada de las Ínsulas de Landas, la llamada Liconia, situada en la parte del cierzo. allí podrá gobernar con independencia a su voluntad y llamarse rey de Liconia.
El sobrino del ex-rey acepta la rendición y todo se lleva a cabo sin problemas.
Bruneo es coronado nuevo rey Arábigo en una gran ceremonia con gran alegría de sus camaradas y también de sus nuevos súbditos que reconocen su bondad y valía.
Tras unos pocos días de descanso los expedicionarios parte hacia Sansueña para completar la conquista. Se dirigen a Califán, importante ciudad sansona. Los de Sansueña ya conocen la derrota del rey Arábigo y la conquista de su reino. Se preparan para una gran batalla reuniendo una enorme cantidad de caballeros y peones. Salen al paso de los expedicionarios antes de que lleguen a Califán. La batalla es terrible, con gran número de muertos y heridos. Destacan en la lucha Balán y sus hombres.Al final los sansones son derrotados definitivamente. Sufren tan grandes pérdidas que ya no tienen suficientes soldados como para defender las plazas y toda Sansueña cae con facilidad en manos de los insulofirmeños. Cuadragante es nombrado nuevo Señor de Sansueña.

Volvamos con Lisuarte, pues hace mucho que no sabemos nada de él.

viernes, 4 de marzo de 2011

Libro IV, Capítulo 132 (2 de 3)

Balán encuentra al rey Arábigo vestido con ricos paños y tapetes pero cargado de grilletes, tan pesados que le impiden dar un solo paso. Balán se arrodilla ante el rey y quiere besarle la mano. El rey se lo impide y lo levanta (¿de qué me suena esto?) y le abraza emocionado. 
El rey Arábigo recuerda entre sollozos lo imponente que era antaño cuando visitaba al padre de Balán, para verse ahora vencido y preso. El rey termina por callarse, embargado por la emoción y el llanto.
Balán le dice que comprende el abatimiento que siente al verse en esta situación. Él mismo podría sentirse igual, pues después de haber jurado venganza contra el caballero que mató a su padre, se ha visto derrotado y sometido por esa mismo hombre. Pero a pesar de todo, lo ha podido enmendar un tanto, pues se han convertido en aliados leales e, incluso, en amigos. Le recomienda al rey que intente llegar a algún tipo de concordia.
El rey le contesta que perdiendo su reino no va a conseguir concordia. Balán le responde que debe contentarse con lo que buenamente pueda obtener.
El rey Arábigo prefiere la muerte antes de verse menguado y deshonrado. Balán opina que la muerte es lo único que no tiene remedio. Si vive, siempre tendrá la oportunidad de resarcirse de tanta pérdida.
El rey Arábigo se convence. Le pide al gigante que le asesore sobre la actitud que debe adoptar. Balán acepta ayudarle. Se despide del rey y vuelve con Enil a la tienda de Bruneo. Allí lo encuentra en compañía de Galaor, Galvanes, Agrajes y otros muchos caballeros. Les cuenta su conversación con el rey Arábigo. Avisan a Brián, Cuadragante y Angriote. Una vez todos reunidos, Balán les cuenta detalladamente su charla con el rey prisionero. Les propone que le cedan al rey una de las ínsulas de Landas, la más apartada, a cambio de la rendición incruenta del reino Arábigo. Así podrán concentrarse en la conquista de Sansueña, que se presenta dura y áspera.

jueves, 3 de marzo de 2011

Libro IV, Capítulo 132 (1 de 3)

Agrajes le agradece a Balán su ayuda pero en un largo, farragoso y enrevesado discurso justifica a su primo por la muerte de Famongomadán, aplaude las acciones de Balán para honrar la memoria de su padre y le felicita por haber zanjado el asunto al reconciliarse con Amadís.
Balán le responde que, aunque no necesitaba ningún amonestamiento, le agradece a Agrajes que lo haya hecho (suena un poco irónico, ¿no?) y ya que su objetivo inmediato es hacer causa común en la conquista del reino Arábigo lo mejor será olvidar las afrentas pasadas.
Galvanes propone que todo el mundo vuelva a sus respectivas tiendas para cenar y dormir y dejar para mañana siguiente la deliberación sobre lo que hay que hacer. Juntos quedan Galvanes, Galaor y Balán que cenan en amigable compañía. Tras la cena Galaor se retira a dormir a su tienda. 
A la mañana siguiente, Balán le propone un paseo a caballo a Galvanes para ver el sitio y estudiar los puntos más débiles de la fortificación. Galvanes invita a Galaor a que se una a ellos. Circundan la ciudad y ven que comprueban que está fuertemente defendida con altas torres y recios muros, como corresponde a la capital del reino.
Tras la inspección ponen en común sus impresiones. Galaor opina que la fortaleza viene principalmente del corazón de los hombres y no del grosor de sus murallas. Si consiguen doblegar su ánimo, de poco les servirán las barreras físicas. Los tres se acercan al lugar donde están Cuadragante y Bruneo. Todos se acercan a la tienda de Agrajes. Desde allí les sale al encuentro Enil que trae un mensaje de Agrajes para Balán: quiere que el gigante se entreviste con el rey Arábigo que está preso en la tienda de Enil. El rey Arábigo, al conocer la noticia de que Balán está allí, ha solicitado una entrevista con él.
Todos van a la tienda de Enil. Balán entra en ella para ver al prisionero. Mientras, Galaor y Galvanes siguen su camino para reunirse con Bruneo.

martes, 1 de marzo de 2011

Libro IV, Capítulo 131

Cuando se enteraron de la llegada de Balán, los principales caballeros que participaban en al campaña acudieron a darle la bienvenida. Así, llegaron Agrajes, Cuadragante, Bruneo, Angriote, Gavarte del Val Temeroso, Brián de Monjaste y otros muchos caballeros de gran prez. Balán había sido alojado en la tienda de Galvanes que era la más rica y bien obrada de cuantas había en el real. Era la tienda de Madasima que la había heredado de su padre Famongomadán. El gigante la montaba una vez al año en una vega frente a su castillo. Allí se sentaba en un rico estrado y recibía el homenaje de sus súbditos. Sus vasallos desfilaban ante él y le besaban la mano como si fuera el rey de Gran Bretaña. Tanto le dominaron estas ínfulas de grandeza que exigió a Lisuarte la mano de Oriana para su hijo Bagasante. En el Libro II se cuenta con detalle cuán desastrosamente acabó todo: con la muerte de Famongomadán y de Bagasante a manos de Amadís.
Balán recibe a los caballeros desarmado y vestido con una capa jalde con rosas de oro bordadas. Causa una gran impresión entre los presentes pues es grande, hermoso, todavía joven y distinto a otros gigantes que son de natural desabridos y soberbios. Enseguida se gana el aprecio de sus nuevos aliados que ya conocían su gran fama de gran guerrero.
Balán toma la palabra y les dice a los caballeros que no se sorprendan de verle allí como aliado. Algo ha ocurrido que le ha empujado a ponerse de su lado. Les recuerda que su padre, Madanfabul, murió a manos de Amadís durante la guerra entre Cildadán y Lisuarte. Esa era la razón por la que juró vengarse de Amadís. El destino había conducido a Amadís a su señorío. Se habían enfrentado y Balán había sido vencido pero tratado con la mayor cortesía. Así, esa enemistad de años se había trocado en amistad verdadera. Y en honor a esa nueva amistad había venido a ayudarlos en su campaña bélica. Los caballeros insulofirmeños ya conocían algo del combate entre Balán y Amadís gracias a los informes de Gandalín. Ahora Balán les ofrece los detalles que aún desconocían.

domingo, 27 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (10 de 10)

Esa noche encierran a la mujer con su esposo en al jaula. Al día siguiente, Amadís ordena que liberen al matrimonio. Los hijos de Ysanjo escoltan a la pareja. Abandonan la Ínsula Firme y los custodian hasta Valderín, donde los liberan definitivamente. Antes de que se vayan, Arcaláus les da un mensaje para Amadís:"Solo se meten en jaulas a animales salvajes y no a caballeros. Me vengaré de esta humillación y de nada te valdrá la ayuda de esa puta Urganda".
Entretanto han llegado a la ínsula Firme Darioleta y su familia con su flamante yerno Bravor y son recibidos con alegría.
Retrocedamos en el tiempo para ver lo ocurrido a Balán. A los quince días de la partida de Amadís y Grasandor, Balán ya estaba recuperado y pudo abandonar el lecho. Dio joyas y un barco a Darioleta que partió con su familia y Bravor hacia la Ínsula Firme. Balán reunió una pequeña flota bien aparejada y partió hacia el reino Arábigo. Tras diez días de navegación arribó a Licrea, pequeño puerto arábigo. Allí supo que Galvanes y Galaor tenían sitiada la ciudad de Arabia. Desembarcó su ejército y marcharon a reunirse con los sitiadores. Galaor y Galvanes, al conocer su llegada, salen a recibirlo. Ya conocían lo pasado con Amadís por mediación de Gandalín. Aunque el señorío de Galaor, flamante rey de Sobradisa, es mayor que el de Galvanes, aquel le permite cabalgar por delante en deferencia a su edad, su linaje y su buena condición. Llega Balán y se dirige a Galvanes, a quien no conoce. Le pregunta si es Galaor. Galvanes le dice que no y se presenta. Balán le abraza emocionado (recordemos que están emparentados politicamente gracias a las dos Madasimas). Galaor llega riendo y le dice que es a él a quien busca. Balán lo reconoce pues es muy parecido a Amadís, aunque Galaor es un poco más alto y Amadís algo más espeso(?). Los tres se abrazan y van juntos al real. Galvanes acomoda a Balán en su propia tienda.

sábado, 26 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (9 de 10)

Amadís, en un principio, está decidido a mantener prisionero a Arcaláus pero su palabra le obliga y decide liberarlo, aunque declara a la mujer que lo hace en contra de su voluntad. Montan a caballo para ir al castillo. Oriana y Mabilia se alegran de su regreso. Les reciben con grandes muestras e amor y cortesía. Amadís aloja a la mujer de Arcaláus.
Al día siguiente, tras oír misa, la mujer le pide a Amadís que cumpla con su palabra. Van al alcázar donde está el prisionero, encerrado en una jaula de hierro. Amadís no lo ha vuelto a ver desde Luvaina. Lo encuentran vestido con una aljuba de pieles, regalo de Gandales a Amadís, y leyendo de ejemplos y doctrina sobre la adversa fortuna.Tiene larga y canosa barba, cuerpo grande, feo rostro y gesto sañudo. Las damas se espantan al contemplarlo. Arcaláus, al notar su presencia, levanta la mirada y la clava en su mujer, pero no dice nada. Amadís le pregunta si la conoce. Arcaláus responde que sí. Amadís le dice que tras hablar con ella ha decidido liberarle. Arcaláus le contesta que si su decisión es libre y espontánea, se lo agradecerá eternamente, pero si no ha sido así, no puede agradecérselo, porque las buenas obras si son forzadas, no son de mucho mérito. Amadís, honrado hasta las últimas consecuencias, le cuenta como ha sido engañado por su esposa.
Arcaláus le dice que si le hubiera liberado en Luvaina cuando le suplicó que se apiadara de él, se lo hubiera agradecido de por vida, hubiera sido su leal amigo hasta la muerte. Pero al hacerlo ahora, tarde y obligado por el engaño de su mujer...[...]
Amadís entiende que siga odiándolo y que le desee todos los males, pero le pide que, al menos, deje en paz a sus amigos que nada le han hecho. Arcaláus responde que no sabe lo que hará en el futuro. Ha hecho tantas maldades que ya no espera el perdón divino y por tanto, ya no vale la pena que cambie de actitud. Además, como su liberación, fruto de una añagaza se hace en contra de la voluntad de Amadís, no siente ninguna obligación hacia él. 
Las damas se horrorizan al escuchar al prisionero y le suplican a Amadís que no lo suelte, pero éste se mantiene firme en su decisión.

Libro IV, Capítulo 130 (8 de 10)

Inician juntos el descenso. Esa noche la pasan en la ermita de la imagen de metal. Para cenar, comparten los alimentos que llevaba la pareja. A la mañana siguiente llegan a orilla del mar. Amadís y Grasandor se despiden de Gandalín y le piden que transmita sus saludos y ofrecimiento de ayuda a Agrajes. Gandalín parte con la pareja y van a ver a la dueña. Entre la hija y Gandalín consiguen convencer a la noruega que, al fin, consiente en que se celebre el matrimonio.
Después, Gandalín vuelve junto a Agrajes y le cuenta las nuevas sobre Amadís. El sitio de la ciudad ha evolucionado favorablemente. Los combates se han saldado con grandes pérdidas entre los sitiados. Han llegado también Galaor y Galvanes. Vienen de coronar como nuevo rey de la Profunda Ínsula a Dragonís. Galaor, ya recuperado de su enfermedad, está pletórico y dispuesto a las más grandes hazañas. No hay nada con lo que disfrute más que con las actividad caballeresca.
Mientras, Amadís y Galaor continúan viaje hacia la Ínsula Firme. llegan sin novedad. desembarcan y se detienen a orar en el monasterio que al pie de la peña estaba. En eso estaban cuando aparece una dueña enlutada acompañada por dos escuderos. ella sabe que es Amadís. Cuando éste sale del monasterio, ella se arrodilla ante él y le cuenta llorando su desventura. Le agarra la falda de la loriga impidiéndole andar. Amadís le pregunta quien es y que quiere de él. Ella le responde que solo le dirá su nombre si le promete su ayuda: su marido ha caído en manos de su más tenaz enemigo y sólo Amadís puede liberarlo. Amadís acepta ayudarla. Ella, entonces, le dice que es la esposa de Arcaláus el Encantador, prisionero del propio Amadís. Puesto que lo ha prometido, le pide que libere a su marido.
Amadís se queda muy turbado y confundido. La astuta mujer lo ha engañado arteramente.

Libro IV, Capítulo 130 (7 de 10)

Después de dos días de viaje, Gandalín y la dueña llegaron a la torre. Gandalín exigió al caballero que liberara a la doncella. El caballero salió a luchar. Era grande y llevaba armas jaldas. Salió increpando con voz tonante a Gandalín: "¡Caballero amenazador y de poco seso! ¿Qué buscas?" Gandalín le reclamó de nuevo la liberación de la doncella. El caballero se negó. Lucharon. Fue un combate duro y largo. Lucharon casi todo el día, pero al final Gandalín consiguió imponerse. Ya tenía a su rival tendido a sus pies implorándole el perdón.  De nuevo Gandalín le exigió que liberara a la doncella y que jurara que no volvería a retener a ninguna otra contra su voluntad. El caballero lo prometió. Gandalín le permitió que entrara en la torre y trajera a la doncella, pero el felón traicionó su confianza y escapó por la puerta de atrás, llevándose a su prisionera consigo. Montaron en un batel y ya desde el mar le gritó a Gandalín. Trataba de justificar su vil acción, voz en grito, por el amor que sentía por la doncella, razón por la que no quería devolvérsela a su madre. A continuación comienzó a remar y se alejó con rapidez. Gandalín quedose mohíno y chasqueado. La madre lloraba desesperada. Le echó en cara que se hubiera dejado engañar tan cándidamente. Ahora estaban peor que al principio, pues antes, por lo menos, la madre conocía el paradero de su hija. Gandalín, avergonzado y abrumado por el sentimiento de culpa, le prometió a la dueña que le devolvería a su hija, sin cejar en su empeño hasta conseguirlo. Le pidió que le cediera la barca y a un marinero para salir en persecución de la pareja. La dueña, algo consolada por la propuesta de Gandalín, accedió. Gandalín inició la búsqueda. Tras cinco días de navegación encontró a unos pescadores que le informaron que el caballero y la doncella iban rumbo a la Peña de la Doncella Encantadora. Allí se dirigió Gandalín. En la cala de la isla encontró el batel vacío del caballero y el barco de Amadís. Sospechó que el caballero había desembarcado en la isla para esconderse. Empezó a buscarlo hasta que se topó con Amadís y Grasandor.
Amadís, por su parte, también le cuenta sus andanzas.
Deciden buscar al caballero entre los tres. Registran la ruinas hasta encontrar, al poco, a la pareja en un baño (?). El caballero sale de la mano de la doncella y les pregunta que quieren. Gandalín le increpa por haberle engañado. El caballero reconoce su mala acción pero se justifica por el gran amor que siente por la doncella. Amadís comprende sus motivos, pero le recuerda que tiene que dar satisfacción a la madre de la doncella. El caballero reconoce su culpa y se compromete a presentarse ante la dueña para pedir la mano de su hija. La doncella está conforme con casarse con él. Amadís le pregunta a la doncella que confirma la versión del caballero: ha decidido casarse con él porque ha constatado cuanto amor siente por ella.
Amadís le dice a Gandalín que acompañe a la pareja ante la dueña y que intente mediar para que el matrimonio pueda llevarse a cabo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (6 de 10)

Al fondo de la sala encuentran unas puertas de piedra herméticamente cerradas. Hay una espada clavada entre ellas hasta la empuñadura. Comprenden que han llegado a las puertas de la cámara mágica. La empuñadura de la espada es de un material desconocido, como hueso transparente y rojo como un rubí. En la parte derecha de las puertas hay una letras de color rojo sangre; en la izquierda, unas letras blancas. Éstas últimas están en latín y dicen: "No vale maña ni fuerza para sacar la espada. Solo lo logrará el caballero que tenga escritas en su pecho las letras rojas que se leen en la puerta". Amadís comprende que ese caballero es su hijo Esplandián. Le pregunta a Grasandor, que responde que entiende las letras blancas pero no las rojas. Amadís le pide que haga memoria y Grasandor también cae en la cuenta de que habla de Esplandián. Grasandor propone regresar y permitir que Esplandián acabe la aventura en el futuro. Antes de regresar Amadís propone explorar los alrededores de la cámara para descubrir si existe otra entrada: no la encuentran.
Avanzan por el llano por una zona de fuentes y albercas. Hay casitas con imágenes de metal o piedra. De pronto aparece ante ellos un caballero armado y les pregunta si son de la Ínsula Firme. Responden que sí. Al caballero le han informado de su presencia los marineros del barco de Amadís. Busca a otro caballero que ha ultrajado a una doncella. Le preguntan su nombre. Tras un instante de reticencia, el caballero se quita su yelmo: es Gandalín. Amadís corre a abrazarlo efusivamente. Gandalín lo reconoce a su vez y se arrodilla para besarle las manos. Amadís no se lo permite. (¿pero hay alguien en esta obra que deje que le besen las manos postrados de hinojos?). Amadís le pregunta como ha llegado hasta ahí. Gandalín cuenta como acabó brillantemente la campaña en el reino Arábigo donde acompañaba a Agrajes. Tras vencer al sobrino del difunto rey Arábigo, entraron triunfalmente en la capital, Arabia. Estando allí llegó una dueña enlutada y se postró ante Agrajes pidiéndole ayuda. Le dijo que era noruega, como Olinda, la mujer de Agrajes. Por esa razón recurría a él. Su hija había sido raptada por un malvado caballero, el Señor de la Gran Torre de la Ribera porque la dueña no permitió su matrimonio. El marido de la noruega es primo hermano de don Grumedán.
Agrajes le preguntó por que no acudía a la justicia real. La dueña le contó que el rey era débil y viejo, incapaz de gobernar con tino. 
El caballero de la Gran Torre de la Ribera estaba a tan solo dos días de viaje desde allí. Gandalín se ofreció a acompañarla y rescatar a su hija. Agrajes estuvo de acuerdo. Gandalín partió con la dueña.

martes, 22 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (5 de 10)

Tras entrar en la ermita, Amadís y Grasandor descansan exhaustos en un poyete de piedra. Una vez recuperados se levantan para contemplar la bella imagen. Ven las letras. Amadís que conoce el griego gracias a las enseñanzas de Helisabad, va traduciendo el texto. Amadís, debido a sus andanzas, es políglota. Por ejemplo, domina el alemán. Amadís lee en voz alta la inscripción: "La isla florecerá y será señoreada por un poderoso rey y una señora dueña de otros reinos y caballeros..." [...]
Amadís le dice a Grasandor que se trata de una antigua profecía pero calla su creencia de que tal vez se refiera a él y a Oriana.
Reanudan la ascensión con la idea de alcanzar la cima antes de que caiga la noche. No lo consiguen. Tienen que acampar bajo una peña. Pasan la noche charlando de sus asuntos, de sus esposas, de sus amigos,... El deseo de Amadís es acudir en ayuda de sus amigos Cuadragante, Bruneo y Agrajes, pero teme disgustar a su esposa. Grasandor le recuerda que ya la dejó muy preocupada tras su precipitada marcha con Darioleta. Es mejor, pues, que vuelva primero a la Ínsula Firme y tranquilice y conforte a su esposa. Amadís acepta su consejo.
Llega el alba. Prosiguen la marcha. Ya queda poco. Llegan por fin a la cima. Encuentran un extenso llano con varios edificios en ruinas. Encuentran un hermoso arco semiderruido con una imagen tallada en piedra de una doncella. En la mano izquierda lleva una péndola y en la izquierda, una tabilla con algo escrito. Es un rótulo escrito en griego que dice: "La verdadera sabiduría es la que sirve ante los dioses. La que sólo sirve ante los hombres es sólo vanidad". Amadís se lo traduce a Grasandor. Luego, reflexiona en voz alta sobre lo poco que aprovechan los hombres los dones que Dios les da. Se pierden en asuntos mundanos y terrenales y descuidan lo prioritario: alcanzar la salvación. 
Atraviesan el arco y entran en un corral donde hay varias fuentes. Junto a ellas, las ruinas de varios edificios. Entre las ruinas descubren varios orificios: las madrigueras de las sierpes.
Avanzan entre las ruinas, escudo en mano. Atraviesan el corral y llegan a una gran sala abovedada.

lunes, 21 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (4 de 10)

Todos juntos suben al castillo. Visitan a Balán que todavía está convaleciente en su lecho. Amadís le anuncia su pronta partida y le encarece que restituya a Darioleta y a su marido bienes y barco para que puedan viajar a la Ínsula Firme. También le pide que permita que Bravor viaje con ellos. En la Ínsula Firme conocerá a otros donceles de su edad y aprenderá a ser un excelente caballero. 
Balán accede a todas sus peticiones, reafirma su estima por él y expresa su deseo de visitar él mismo la ínsula Firme en cuanto se recupere. Amadís recibe encantado sus palabras y se despide esperando verle pronto en su señorío. Pero Balán tardará en cumplir su promesa. Conocerá que Cuadragante y Bruneo han puesto sitio a la ciudad de Arabia. Reunirá un pequeño ejército y acudirá en su ayuda. Como veremos más tarde, su intervención será decisiva.
Amadís y Grasandor abandona la Ínsula de la Torre Bermeja. Amadís le pide a Nolfón un guía que les lleve hasta la Peña de la Doncella Encantadora. El mayordomo se lo proporciona gustosamente y parte a su vez con destino a Anteína. Amadís y Grasandor encuentran buen tiempo en su travesía. Al sexto día de navegación llegan a la Peña de la Doncella Encantadora. Encuentran fondeado un navío pero no hay nadie a bordo. Suponen que todos han desembarcado en la isla. Amadís le dice a Grasandor que quiere subir a la Peña y ver con sus propios ojos todo lo que les contó Nolfón. Le pide a Grasandor que le espere en el barco. Cree que llegará a lo alto de la peña antes del fin del segundo día. Desde allí podrá hacerle señales. Si no lo hace antes de tres días, Grasandor podrá hacer lo que crea más conveniente. Pero Grasandor no quiere quedarse en el barco y se empeña en acompañarle. Amadís lo acepta.
Después de comer y pertrechados con sus pesadas armas, comienzan la ascensión. Deben ir a pie pues el camino es imposible para los caballos. La senda está tallada en la roca pero es áspera y dura. Ascienden la mayor parte del día. Encuentran una pequeña edificación de aspecto similar a una ermita. En su interior descubren una pequeña figurita que sostiene entre sus manos una tabla donde está escrita en caracteres griegos la historia de la doncella encantadora: hija de un sabio griego natural de Argos y llamado Finetor. La educó en las artes mágicas y  la nigromancia. Ya han pasado doscientos años desde entonces. Se cuentan más detalles de la vida de la doncella que no voy a referir para no resultar tedioso.

domingo, 20 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (3 de 10)

Mientras escuche el relato de Nolfón, a Amadís le vienen deseos de visitar la Isla de la Doncella Encantadora y ser el primero en entrar el la cámara mágica. Sin embargo, su prioridad son sus amigos y le pide al mayordomo noticias acerca de ellos. Nolfón le cuenta como partió la flota hacia la Profunda Ínsula una vez agrupada en la Peña de la Doncella Encantadora. Fueron descubiertos antes de llegar y no pudieron aprovechar el factor sorpresa. Un primo del difunto rey de la Profunda Ínsula había tomado el poder y organizado la defensa. El ataque naval sobre las fortificaciones de tierra fue violento, intenso y sangriento. Tras grandes esfuerzos consiguieron desembarcar. Ya en tierra, Galaor, Galvanes y Dragonís hicieron estragos entre las filas enemigas que carecían de jefes competentes, pues los caballeros principales habían caído muertos o prisioneros en la batalla de Luvaina. Galaor fue de los más destacados en el combate. Consiguió enfrentarse con el primo del difunto rey de la Profunda Ínsula y lo mató. Al verse sin líder los soldados profundoisleños no tardaron en rendirse. Antes de ocho días toda la ínsula había sido conquistada y Dragonís, nombrado nuevo rey. Enviaron a Nolfón para que informara de las buenas nuevas a Briolanja y Madasima. Nolfón se había desviado para recalar en la Ínsula de la Torre Bermeja para visitar a la otra Madasima, la tía de la mujer de Galvanes y esposa de Balán.
Amadís se alegra por tan buenas noticias. Le pregunta al mayordomo si sabe algo de Cuadragante y Bruneo. Nolfón le cuentan que encontraron en la Profunda Ínsula a varios refugiados de la ciudad de Arabia y de las Ínsulas de las Landas. Esta gente había huido de una gran batalla ocurrida entre las fuerzas de Cuadragante y Bruneo y las del sobrino del rey Arábigo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (2 de 10)

Pero la maldad de la doncella tuvo su merecido castigo. La mujer prendose de uno de los caballeros que retenía, un hermoso y valiente joven de veinticuatro años natural de Creta. La doncella, perdidamente enamorada, lo hizo Señor de la isla y de su persona. Durante un tiempo disfrutaron de su relación: ella por el amor, él por los beneficios materiales y el lujo que ella le proporcionaba más que por el disfrute de la doncella que era más bien fea. Con el paso del tiempo, el cretense comenzó a aburrirse de vivir en tan apartada isla y le vinieron deseos de abandonarla. Para conseguir que la doncella le liberara del encantamiento que lo mantenía prisionero, comenzó a mostrarse cada vez más enamorado y apasionado. Así ella creería que no eran necesarios más embrujos que lo mantuvieran a su lado. Tanto porfió y tan bien hizo el engaño que convenció a la doncella de la intensidad y verdad de su amor. Ella le liberó del yugo mágico. Una tarde, cuando visitaban una alta peña en su habitual paseo romántico, el caballero empujó a la doncella que se precipitó al abismo y murió despeñada. Luego, el caballero arrambló con cuanto pudo llevarse y partió de vuelta a Creta. Los moradores de la isla también la abandonaron y ésta  quedó desierta. El cretense, sin embargo, no pudo llevarse un tesoro por estar encantado. El tesoro quedó escondido en una cámara secreta. Desde entonces muchos han querido entrar en ella y apoderarse del tesoro, pero nadie lo ha conseguido. La cámara está cerrada con herméticas puertas. Sobre ellas, en letras rojas como sangre, puede leerse que las puertas se  abrirán si alguien es capaz de sacar una espada que está clavada hasta la empuñadura en esa puerta.

viernes, 18 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (1 de 10)

Amadís y Grasandor descansan unos días en la Ínsula de la Torre Bermeja en amistosa compañía. Amadís siempre con la mente puesta en su amada Oriana...[aquí viene una pequeña disgresión sobre los amores verdaderos y honestos]
Ambos salen a dar su habitual paseo matutino y llegan a una alta peña. Desde allí ven arribar una nao al puerto. Piden informe sobre ella. Les dicen que se trata del mayordomo de Madasima. Viene de estar con Galaor y Galvanes. Amadís, ansioso por tener noticias de su hermano, baja rápidamente a recibirlo. El mayordomo se llama Nolfón. Se sorprende mucho de encontrar a Amadlis en la Ínsula de la Torre Bermeja, porque conocía de su enemistad con Balán (es de todos conocido que Amadís mató a su padre). Nolfón le pregunta como es posible que esté en este lugar tan plácidamente. Amadís le dice que ya le contará pero antes quiere saber como les va a Galaor y Galvanes. Nolfón le cuenta como Galaor y Dragonís reclutaron gente de Sobradisa mientras Galvanes lo hacía en la ínsula Mongaza. Acordaron reunirse en un islote llamado la Peña de la Doncella Encantadora. Amadís ya conocía esta isla por Gavarte del Val Temeroso, que había pasado junto a ella. Gavarte, en aquel tiempo, estaba enfermo y su estado le impidió visitarla, pero le contaron que está llena de prodigios y los que la probaron "fallecían de la acabar"(?).
Nolfón le cuenta que en esa isla vivía una doncella, señora de la peña, ducha en artes mágicas y de nigromancia. En ella moraba, rica y hermosa. Durante muchos años la isla era frecuentada por numerosas embarcaciones que hacían el trayecto desde Irlanda, Noruega y Sobradisa hasta las Ínsulas de las Landas y la Profunda Ínsula. La doncella, gracias a sus mágicos poderes, retenía todos estos barcos con encantamientos. Tomaba cuanto le apetecía de lo que transportaban y retenía cuanto quería a los caballeros que en ellos viajaban. Para entretenerse les obligaba a luchar entre ellos, forzándoles en ocasiones a morir en el combate.

lunes, 7 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 129 (6 de 6)

Landín llegó al monasterio y encontró a su primo malherido tras su desafortunado encuentro con los tres hermanos. Eliseo le contó como fue atacado a traición por do hombres cuando mantenía una igualada lucha con Galifón. Landín partió en busca de venganza con el resultado que ya conocemos.
Examinan a Galifón y a su hermano. No están muertos. Los cargan en sendos palafrenes y regresan al monasterio. Allí decidirán la suerte de los prisioneros según sea la evolución de Eliseo. Lo encuentran bastante restablecido.
Galifón, que ya ha recobrado el sentido, implora perdón a Landín. Éste le reprocha su conducta y le pregunta la razón de su deslealtad. Galifón responde que ha sido la codicia por señorear. Pero está arrepentido y le pide que medie por ellos ante Cildadán. Landín accede a dejarles libres si le prometen que de ahora en adelante cumplirán estrictamente las leyes de la caballería y que antes de veinte días se presentarán ante Cildadán. Galifón se lo promete y le agradece su benevolencia.
Al día siguiente, tras la misa de rigor, Grasandor se despide de Landín y de Eliseo y vuelve a su barca. Se dirigen a la Ínsula del Infante. Allí les recibe el caballero-gobernador que ya ha retornado a su casa. Les cuenta las andanzas de Amadís por la Ínsula de la Torre Bermeja. Les ofrece un marinero que les guíe allí. Llegan sin novedad. Preguntan por Amadís y son recibidos por él mismo con alegría y emoción. Se cuentan las novedades, noticias sobre Oriana, etc... Como Amadís está todavía convaleciente de sus heridas y Grasandor está hasta la coronilla de tanta navegación, deciden quedarse en la Ínsula de la Torre Bermeja para descansar cuatro o cinco días antes de volver a la Ínsula Firme.

Libro IV, Capítulo 129 (5 de 6)

Mientras caminan hacia los vencidos se van contando sus peripecias desde la última vez que se vieron en la Ínsula Firme. Landín le relata como partió con sus compañeros a la conquista de Sansueña y el reino Arábigo. Cuando llegaron a éste último, descubrieron que un sobrino del rey Arábigo había tomado el poder. Se enfrentaron a su ejercito y lo derrotaron fácilmente. Tras la conquista del reino Arábigo, Landín y su primo Eliseo emprendieron el retorno a Irlanda. Se detuvieron en la Ínsula del Infante donde les contaron que hasta allí llegó un caballero que acompañaba a una cuitada dueña y su intención era dirigirse a la Ínsula de la Torre Bermeja a enfrentarse con Balán. Entonces no lo supieron, pero con la historia de Grasandor descubren que se caballero es Amadís. Después de la Ínsula del Infante, Landín y su primo llegaron a estas tierras. Al desembarcar se toparon con una doncella que les pidió auxilio: su marido estaba preso en una torre. Acompañaron a la mujer. Por el camino se encontraron con Galifón. Eliseo le dijo a su primo que continuara el camino con la doncella mientras él se detenía para enfrentarse al desafiante caballero. Landín siguió con la doncella hasta llegar a la torre. El dueño de a torre resultó ser un viejo amigo de Landín, antiguo camarada de juveniles andanzas caballerescas. Landín le afeó su conducta y le pidió que liberara al caballero prisionero. Su viejo amigo lo hizo de inmediato. Landín le recomendó que en el futuro se abstuviera de cometer estos actos contrarios al correcto proceder de un buen caballero. Una vez solucionado el conflicto, Landín se despidió de todos y volvió sobre sus pasos.

viernes, 4 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 129 (4 de 6)

Volvamos a la Ínsula Firme para ver lo que ocurrió tras la partida de Amadís: el montero va en busca de Grasandor y le transmite el mensaje de Amadís. Grasandor abandona la caza para avisar a Oriana. Pero antes recoge el cuerpo del caballero muerto en la playa y ordena que sea enterrado en un monasterio cercano (fundado por Amadís poco después de su estancia en al Peña Pobre). Luego busca a Oriana y le cuenta lo ocurrido pero con alegre semblante para no preocuparla. Oriana queda turbada unos instantes y se consuela pensando que no puede ser cosa de importancia si Amadís no se ha marchado en compañía de Grasandor y sin despedirse de ella. Grasandor le pide perdón en nombre de Amadís por esto último. Oriana, a pesar de todo, está muy preocupada por su marido y no sabe que hacer. Grasandor se ofrece a salir en su busca. Oriana lo acepta encantada, aunque ahora la que se preocupa es Mabilia que pasa la noche llorando al pensar en los peligros que pasará su amado.
Al día siguiente, tras oír misa, Grasandor zarpa en busca de Amadís. Lleva armas y caballo. Le acompañan dos escuderos y un marinero. Navegan en la dirección que tomó Amadís pero sin saber con certeza adonde se dirigen. Navegan dos días sin encontrar pistas.Por desgracia pasan junto a la Ínsula del Infante en plena noche y no la ven. Pasan de largo y al día siguiente llegan a una playa y Grasandor decide desembarcar. Les parece una hermosa tierra, llena de árboles. Grasandor se arma y monta su caballo. Sale a explorar acompañado de sus dos escuderos que van a pie. Tras un día de marcha no encuentran a persona alguna. Los escuderos, exhaustos, opinan que es una tierra deshabitada y creen que es mejor volver al barco. Grasandor les deja descansar y continua la exploración en solitario. Cruza un espeso bosque en un hondo valle. Se topa con un pequeño monasterio. La puerta está abierta. Descabalga y entra. Llega a la iglesia del monasterio y se detiene un instante para rezar. Estando allí de rodillas se le acerca un monje de los blancos. Grasandor le pregunta como se llama esa tierra. El monje le responde que es territorio del reino de Irlanda, pero ahora está en poder de Galifón y de sus dos hermanos que han usurpado el señorío de estas tierras. Estos tres caballero cabalgan juntos incesantemente por el territorio. Se enfrentan a cuanto caballero se encuentran. Y lo hacen de forma artera y desleal: los hermanos suelen ocultarse. Galifón se enfrenta en solitario al caballero. Si no consigue vencerlo, los hermanos aparecen de súbito y entre los tres acaban fácilmente con su desprevenido rival. Ayer mismo hicieron esto con un desventurado caballero al que dejaron quebrantado y malherido. Y lo hubieran matado de no ser por la intervención de dos monjes que intercedieron por él y lo trajeron al monasterio. Al poco llegó otro caballero, compañero del herido. Al conocer la desventura de su amigo partió en busca de los tres hermanos para vengarle.
Grasandor le pide que le muestre al herido. Lo reconoce al instante: es Eliseo, primo de Landín. Eliseo también lo reconoce y le pide que ayude a su primo. El monje le dice que Landín fue al castillo de Galifón que se encuentra en medio de un vasto llano allende el valle del monasterio.
Grasandor monta en su caballo y parte en ayuda de Landín. Sale del valle y sube a un otero. Allí ve el castillo. Ante sus puertas está Landín, gritando. Grasandor se acerca discretamente y se queda a poca distancia pero oculto hasta ver como le va a Landín. Del castillo sale un caballero asaz grande y bien armado.
Tras cruzar bravatas y desafíos comienza la justa. Cruzan lanzas en varias ocasiones. Al final, ambos caen al suelo. Continúan la lucha a pie, espada en mano. El combate es fuerte e intenso. Los golpes desprenden enormes chispazos. Destrózanse escudos y lorigas. Poco a poco, Landín va cobrando ventaja. El otro caballero se defiende como puede y retrocede. Pide ayuda al castillo y salen sus dos hermanos. Landín ya esperaba esta felonía y los espera firmemente plantado. Grasandor que los ve salir, cabalga velozmente a su encuentro. Derriba a uno de ellos que, al caer, se fractura el brazo derecho y queda tan maltrecho que ya no se levanta. El otro hermano intenta lancear o arrollar con su caballo a Landín que ágilmente lo esquiva. Grasandor se lanza en pos del jinete mientras Landín acaba con Galifón con facilidad. Su hermano, cuando ve vencido a  Galifón, abandona el combare y huye hacia el castillo. Grasandor lo persigue. El caballero está tan aturullado por la persecución que no acierta a pasar por el puente levadizo y cae con su caballo al foso que rodea el castillo y muere ahogado.
Landín se acerca para conocer a su aliado: Grasandor le revela su identidad. Se abrazan emocionados. Vuelven para ver si Galifón y su otro hermano están vivos o muertos.