jueves, 3 de marzo de 2011

Libro IV, Capítulo 132 (1 de 3)

Agrajes le agradece a Balán su ayuda pero en un largo, farragoso y enrevesado discurso justifica a su primo por la muerte de Famongomadán, aplaude las acciones de Balán para honrar la memoria de su padre y le felicita por haber zanjado el asunto al reconciliarse con Amadís.
Balán le responde que, aunque no necesitaba ningún amonestamiento, le agradece a Agrajes que lo haya hecho (suena un poco irónico, ¿no?) y ya que su objetivo inmediato es hacer causa común en la conquista del reino Arábigo lo mejor será olvidar las afrentas pasadas.
Galvanes propone que todo el mundo vuelva a sus respectivas tiendas para cenar y dormir y dejar para mañana siguiente la deliberación sobre lo que hay que hacer. Juntos quedan Galvanes, Galaor y Balán que cenan en amigable compañía. Tras la cena Galaor se retira a dormir a su tienda. 
A la mañana siguiente, Balán le propone un paseo a caballo a Galvanes para ver el sitio y estudiar los puntos más débiles de la fortificación. Galvanes invita a Galaor a que se una a ellos. Circundan la ciudad y ven que comprueban que está fuertemente defendida con altas torres y recios muros, como corresponde a la capital del reino.
Tras la inspección ponen en común sus impresiones. Galaor opina que la fortaleza viene principalmente del corazón de los hombres y no del grosor de sus murallas. Si consiguen doblegar su ánimo, de poco les servirán las barreras físicas. Los tres se acercan al lugar donde están Cuadragante y Bruneo. Todos se acercan a la tienda de Agrajes. Desde allí les sale al encuentro Enil que trae un mensaje de Agrajes para Balán: quiere que el gigante se entreviste con el rey Arábigo que está preso en la tienda de Enil. El rey Arábigo, al conocer la noticia de que Balán está allí, ha solicitado una entrevista con él.
Todos van a la tienda de Enil. Balán entra en ella para ver al prisionero. Mientras, Galaor y Galvanes siguen su camino para reunirse con Bruneo.

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