domingo, 27 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (10 de 10)

Esa noche encierran a la mujer con su esposo en al jaula. Al día siguiente, Amadís ordena que liberen al matrimonio. Los hijos de Ysanjo escoltan a la pareja. Abandonan la Ínsula Firme y los custodian hasta Valderín, donde los liberan definitivamente. Antes de que se vayan, Arcaláus les da un mensaje para Amadís:"Solo se meten en jaulas a animales salvajes y no a caballeros. Me vengaré de esta humillación y de nada te valdrá la ayuda de esa puta Urganda".
Entretanto han llegado a la ínsula Firme Darioleta y su familia con su flamante yerno Bravor y son recibidos con alegría.
Retrocedamos en el tiempo para ver lo ocurrido a Balán. A los quince días de la partida de Amadís y Grasandor, Balán ya estaba recuperado y pudo abandonar el lecho. Dio joyas y un barco a Darioleta que partió con su familia y Bravor hacia la Ínsula Firme. Balán reunió una pequeña flota bien aparejada y partió hacia el reino Arábigo. Tras diez días de navegación arribó a Licrea, pequeño puerto arábigo. Allí supo que Galvanes y Galaor tenían sitiada la ciudad de Arabia. Desembarcó su ejército y marcharon a reunirse con los sitiadores. Galaor y Galvanes, al conocer su llegada, salen a recibirlo. Ya conocían lo pasado con Amadís por mediación de Gandalín. Aunque el señorío de Galaor, flamante rey de Sobradisa, es mayor que el de Galvanes, aquel le permite cabalgar por delante en deferencia a su edad, su linaje y su buena condición. Llega Balán y se dirige a Galvanes, a quien no conoce. Le pregunta si es Galaor. Galvanes le dice que no y se presenta. Balán le abraza emocionado (recordemos que están emparentados politicamente gracias a las dos Madasimas). Galaor llega riendo y le dice que es a él a quien busca. Balán lo reconoce pues es muy parecido a Amadís, aunque Galaor es un poco más alto y Amadís algo más espeso(?). Los tres se abrazan y van juntos al real. Galvanes acomoda a Balán en su propia tienda.

sábado, 26 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (9 de 10)

Amadís, en un principio, está decidido a mantener prisionero a Arcaláus pero su palabra le obliga y decide liberarlo, aunque declara a la mujer que lo hace en contra de su voluntad. Montan a caballo para ir al castillo. Oriana y Mabilia se alegran de su regreso. Les reciben con grandes muestras e amor y cortesía. Amadís aloja a la mujer de Arcaláus.
Al día siguiente, tras oír misa, la mujer le pide a Amadís que cumpla con su palabra. Van al alcázar donde está el prisionero, encerrado en una jaula de hierro. Amadís no lo ha vuelto a ver desde Luvaina. Lo encuentran vestido con una aljuba de pieles, regalo de Gandales a Amadís, y leyendo de ejemplos y doctrina sobre la adversa fortuna.Tiene larga y canosa barba, cuerpo grande, feo rostro y gesto sañudo. Las damas se espantan al contemplarlo. Arcaláus, al notar su presencia, levanta la mirada y la clava en su mujer, pero no dice nada. Amadís le pregunta si la conoce. Arcaláus responde que sí. Amadís le dice que tras hablar con ella ha decidido liberarle. Arcaláus le contesta que si su decisión es libre y espontánea, se lo agradecerá eternamente, pero si no ha sido así, no puede agradecérselo, porque las buenas obras si son forzadas, no son de mucho mérito. Amadís, honrado hasta las últimas consecuencias, le cuenta como ha sido engañado por su esposa.
Arcaláus le dice que si le hubiera liberado en Luvaina cuando le suplicó que se apiadara de él, se lo hubiera agradecido de por vida, hubiera sido su leal amigo hasta la muerte. Pero al hacerlo ahora, tarde y obligado por el engaño de su mujer...[...]
Amadís entiende que siga odiándolo y que le desee todos los males, pero le pide que, al menos, deje en paz a sus amigos que nada le han hecho. Arcaláus responde que no sabe lo que hará en el futuro. Ha hecho tantas maldades que ya no espera el perdón divino y por tanto, ya no vale la pena que cambie de actitud. Además, como su liberación, fruto de una añagaza se hace en contra de la voluntad de Amadís, no siente ninguna obligación hacia él. 
Las damas se horrorizan al escuchar al prisionero y le suplican a Amadís que no lo suelte, pero éste se mantiene firme en su decisión.

Libro IV, Capítulo 130 (8 de 10)

Inician juntos el descenso. Esa noche la pasan en la ermita de la imagen de metal. Para cenar, comparten los alimentos que llevaba la pareja. A la mañana siguiente llegan a orilla del mar. Amadís y Grasandor se despiden de Gandalín y le piden que transmita sus saludos y ofrecimiento de ayuda a Agrajes. Gandalín parte con la pareja y van a ver a la dueña. Entre la hija y Gandalín consiguen convencer a la noruega que, al fin, consiente en que se celebre el matrimonio.
Después, Gandalín vuelve junto a Agrajes y le cuenta las nuevas sobre Amadís. El sitio de la ciudad ha evolucionado favorablemente. Los combates se han saldado con grandes pérdidas entre los sitiados. Han llegado también Galaor y Galvanes. Vienen de coronar como nuevo rey de la Profunda Ínsula a Dragonís. Galaor, ya recuperado de su enfermedad, está pletórico y dispuesto a las más grandes hazañas. No hay nada con lo que disfrute más que con las actividad caballeresca.
Mientras, Amadís y Galaor continúan viaje hacia la Ínsula Firme. llegan sin novedad. desembarcan y se detienen a orar en el monasterio que al pie de la peña estaba. En eso estaban cuando aparece una dueña enlutada acompañada por dos escuderos. ella sabe que es Amadís. Cuando éste sale del monasterio, ella se arrodilla ante él y le cuenta llorando su desventura. Le agarra la falda de la loriga impidiéndole andar. Amadís le pregunta quien es y que quiere de él. Ella le responde que solo le dirá su nombre si le promete su ayuda: su marido ha caído en manos de su más tenaz enemigo y sólo Amadís puede liberarlo. Amadís acepta ayudarla. Ella, entonces, le dice que es la esposa de Arcaláus el Encantador, prisionero del propio Amadís. Puesto que lo ha prometido, le pide que libere a su marido.
Amadís se queda muy turbado y confundido. La astuta mujer lo ha engañado arteramente.

Libro IV, Capítulo 130 (7 de 10)

Después de dos días de viaje, Gandalín y la dueña llegaron a la torre. Gandalín exigió al caballero que liberara a la doncella. El caballero salió a luchar. Era grande y llevaba armas jaldas. Salió increpando con voz tonante a Gandalín: "¡Caballero amenazador y de poco seso! ¿Qué buscas?" Gandalín le reclamó de nuevo la liberación de la doncella. El caballero se negó. Lucharon. Fue un combate duro y largo. Lucharon casi todo el día, pero al final Gandalín consiguió imponerse. Ya tenía a su rival tendido a sus pies implorándole el perdón.  De nuevo Gandalín le exigió que liberara a la doncella y que jurara que no volvería a retener a ninguna otra contra su voluntad. El caballero lo prometió. Gandalín le permitió que entrara en la torre y trajera a la doncella, pero el felón traicionó su confianza y escapó por la puerta de atrás, llevándose a su prisionera consigo. Montaron en un batel y ya desde el mar le gritó a Gandalín. Trataba de justificar su vil acción, voz en grito, por el amor que sentía por la doncella, razón por la que no quería devolvérsela a su madre. A continuación comienzó a remar y se alejó con rapidez. Gandalín quedose mohíno y chasqueado. La madre lloraba desesperada. Le echó en cara que se hubiera dejado engañar tan cándidamente. Ahora estaban peor que al principio, pues antes, por lo menos, la madre conocía el paradero de su hija. Gandalín, avergonzado y abrumado por el sentimiento de culpa, le prometió a la dueña que le devolvería a su hija, sin cejar en su empeño hasta conseguirlo. Le pidió que le cediera la barca y a un marinero para salir en persecución de la pareja. La dueña, algo consolada por la propuesta de Gandalín, accedió. Gandalín inició la búsqueda. Tras cinco días de navegación encontró a unos pescadores que le informaron que el caballero y la doncella iban rumbo a la Peña de la Doncella Encantadora. Allí se dirigió Gandalín. En la cala de la isla encontró el batel vacío del caballero y el barco de Amadís. Sospechó que el caballero había desembarcado en la isla para esconderse. Empezó a buscarlo hasta que se topó con Amadís y Grasandor.
Amadís, por su parte, también le cuenta sus andanzas.
Deciden buscar al caballero entre los tres. Registran la ruinas hasta encontrar, al poco, a la pareja en un baño (?). El caballero sale de la mano de la doncella y les pregunta que quieren. Gandalín le increpa por haberle engañado. El caballero reconoce su mala acción pero se justifica por el gran amor que siente por la doncella. Amadís comprende sus motivos, pero le recuerda que tiene que dar satisfacción a la madre de la doncella. El caballero reconoce su culpa y se compromete a presentarse ante la dueña para pedir la mano de su hija. La doncella está conforme con casarse con él. Amadís le pregunta a la doncella que confirma la versión del caballero: ha decidido casarse con él porque ha constatado cuanto amor siente por ella.
Amadís le dice a Gandalín que acompañe a la pareja ante la dueña y que intente mediar para que el matrimonio pueda llevarse a cabo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (6 de 10)

Al fondo de la sala encuentran unas puertas de piedra herméticamente cerradas. Hay una espada clavada entre ellas hasta la empuñadura. Comprenden que han llegado a las puertas de la cámara mágica. La empuñadura de la espada es de un material desconocido, como hueso transparente y rojo como un rubí. En la parte derecha de las puertas hay una letras de color rojo sangre; en la izquierda, unas letras blancas. Éstas últimas están en latín y dicen: "No vale maña ni fuerza para sacar la espada. Solo lo logrará el caballero que tenga escritas en su pecho las letras rojas que se leen en la puerta". Amadís comprende que ese caballero es su hijo Esplandián. Le pregunta a Grasandor, que responde que entiende las letras blancas pero no las rojas. Amadís le pide que haga memoria y Grasandor también cae en la cuenta de que habla de Esplandián. Grasandor propone regresar y permitir que Esplandián acabe la aventura en el futuro. Antes de regresar Amadís propone explorar los alrededores de la cámara para descubrir si existe otra entrada: no la encuentran.
Avanzan por el llano por una zona de fuentes y albercas. Hay casitas con imágenes de metal o piedra. De pronto aparece ante ellos un caballero armado y les pregunta si son de la Ínsula Firme. Responden que sí. Al caballero le han informado de su presencia los marineros del barco de Amadís. Busca a otro caballero que ha ultrajado a una doncella. Le preguntan su nombre. Tras un instante de reticencia, el caballero se quita su yelmo: es Gandalín. Amadís corre a abrazarlo efusivamente. Gandalín lo reconoce a su vez y se arrodilla para besarle las manos. Amadís no se lo permite. (¿pero hay alguien en esta obra que deje que le besen las manos postrados de hinojos?). Amadís le pregunta como ha llegado hasta ahí. Gandalín cuenta como acabó brillantemente la campaña en el reino Arábigo donde acompañaba a Agrajes. Tras vencer al sobrino del difunto rey Arábigo, entraron triunfalmente en la capital, Arabia. Estando allí llegó una dueña enlutada y se postró ante Agrajes pidiéndole ayuda. Le dijo que era noruega, como Olinda, la mujer de Agrajes. Por esa razón recurría a él. Su hija había sido raptada por un malvado caballero, el Señor de la Gran Torre de la Ribera porque la dueña no permitió su matrimonio. El marido de la noruega es primo hermano de don Grumedán.
Agrajes le preguntó por que no acudía a la justicia real. La dueña le contó que el rey era débil y viejo, incapaz de gobernar con tino. 
El caballero de la Gran Torre de la Ribera estaba a tan solo dos días de viaje desde allí. Gandalín se ofreció a acompañarla y rescatar a su hija. Agrajes estuvo de acuerdo. Gandalín partió con la dueña.

martes, 22 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (5 de 10)

Tras entrar en la ermita, Amadís y Grasandor descansan exhaustos en un poyete de piedra. Una vez recuperados se levantan para contemplar la bella imagen. Ven las letras. Amadís que conoce el griego gracias a las enseñanzas de Helisabad, va traduciendo el texto. Amadís, debido a sus andanzas, es políglota. Por ejemplo, domina el alemán. Amadís lee en voz alta la inscripción: "La isla florecerá y será señoreada por un poderoso rey y una señora dueña de otros reinos y caballeros..." [...]
Amadís le dice a Grasandor que se trata de una antigua profecía pero calla su creencia de que tal vez se refiera a él y a Oriana.
Reanudan la ascensión con la idea de alcanzar la cima antes de que caiga la noche. No lo consiguen. Tienen que acampar bajo una peña. Pasan la noche charlando de sus asuntos, de sus esposas, de sus amigos,... El deseo de Amadís es acudir en ayuda de sus amigos Cuadragante, Bruneo y Agrajes, pero teme disgustar a su esposa. Grasandor le recuerda que ya la dejó muy preocupada tras su precipitada marcha con Darioleta. Es mejor, pues, que vuelva primero a la Ínsula Firme y tranquilice y conforte a su esposa. Amadís acepta su consejo.
Llega el alba. Prosiguen la marcha. Ya queda poco. Llegan por fin a la cima. Encuentran un extenso llano con varios edificios en ruinas. Encuentran un hermoso arco semiderruido con una imagen tallada en piedra de una doncella. En la mano izquierda lleva una péndola y en la izquierda, una tabilla con algo escrito. Es un rótulo escrito en griego que dice: "La verdadera sabiduría es la que sirve ante los dioses. La que sólo sirve ante los hombres es sólo vanidad". Amadís se lo traduce a Grasandor. Luego, reflexiona en voz alta sobre lo poco que aprovechan los hombres los dones que Dios les da. Se pierden en asuntos mundanos y terrenales y descuidan lo prioritario: alcanzar la salvación. 
Atraviesan el arco y entran en un corral donde hay varias fuentes. Junto a ellas, las ruinas de varios edificios. Entre las ruinas descubren varios orificios: las madrigueras de las sierpes.
Avanzan entre las ruinas, escudo en mano. Atraviesan el corral y llegan a una gran sala abovedada.

lunes, 21 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (4 de 10)

Todos juntos suben al castillo. Visitan a Balán que todavía está convaleciente en su lecho. Amadís le anuncia su pronta partida y le encarece que restituya a Darioleta y a su marido bienes y barco para que puedan viajar a la Ínsula Firme. También le pide que permita que Bravor viaje con ellos. En la Ínsula Firme conocerá a otros donceles de su edad y aprenderá a ser un excelente caballero. 
Balán accede a todas sus peticiones, reafirma su estima por él y expresa su deseo de visitar él mismo la ínsula Firme en cuanto se recupere. Amadís recibe encantado sus palabras y se despide esperando verle pronto en su señorío. Pero Balán tardará en cumplir su promesa. Conocerá que Cuadragante y Bruneo han puesto sitio a la ciudad de Arabia. Reunirá un pequeño ejército y acudirá en su ayuda. Como veremos más tarde, su intervención será decisiva.
Amadís y Grasandor abandona la Ínsula de la Torre Bermeja. Amadís le pide a Nolfón un guía que les lleve hasta la Peña de la Doncella Encantadora. El mayordomo se lo proporciona gustosamente y parte a su vez con destino a Anteína. Amadís y Grasandor encuentran buen tiempo en su travesía. Al sexto día de navegación llegan a la Peña de la Doncella Encantadora. Encuentran fondeado un navío pero no hay nadie a bordo. Suponen que todos han desembarcado en la isla. Amadís le dice a Grasandor que quiere subir a la Peña y ver con sus propios ojos todo lo que les contó Nolfón. Le pide a Grasandor que le espere en el barco. Cree que llegará a lo alto de la peña antes del fin del segundo día. Desde allí podrá hacerle señales. Si no lo hace antes de tres días, Grasandor podrá hacer lo que crea más conveniente. Pero Grasandor no quiere quedarse en el barco y se empeña en acompañarle. Amadís lo acepta.
Después de comer y pertrechados con sus pesadas armas, comienzan la ascensión. Deben ir a pie pues el camino es imposible para los caballos. La senda está tallada en la roca pero es áspera y dura. Ascienden la mayor parte del día. Encuentran una pequeña edificación de aspecto similar a una ermita. En su interior descubren una pequeña figurita que sostiene entre sus manos una tabla donde está escrita en caracteres griegos la historia de la doncella encantadora: hija de un sabio griego natural de Argos y llamado Finetor. La educó en las artes mágicas y  la nigromancia. Ya han pasado doscientos años desde entonces. Se cuentan más detalles de la vida de la doncella que no voy a referir para no resultar tedioso.

domingo, 20 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (3 de 10)

Mientras escuche el relato de Nolfón, a Amadís le vienen deseos de visitar la Isla de la Doncella Encantadora y ser el primero en entrar el la cámara mágica. Sin embargo, su prioridad son sus amigos y le pide al mayordomo noticias acerca de ellos. Nolfón le cuenta como partió la flota hacia la Profunda Ínsula una vez agrupada en la Peña de la Doncella Encantadora. Fueron descubiertos antes de llegar y no pudieron aprovechar el factor sorpresa. Un primo del difunto rey de la Profunda Ínsula había tomado el poder y organizado la defensa. El ataque naval sobre las fortificaciones de tierra fue violento, intenso y sangriento. Tras grandes esfuerzos consiguieron desembarcar. Ya en tierra, Galaor, Galvanes y Dragonís hicieron estragos entre las filas enemigas que carecían de jefes competentes, pues los caballeros principales habían caído muertos o prisioneros en la batalla de Luvaina. Galaor fue de los más destacados en el combate. Consiguió enfrentarse con el primo del difunto rey de la Profunda Ínsula y lo mató. Al verse sin líder los soldados profundoisleños no tardaron en rendirse. Antes de ocho días toda la ínsula había sido conquistada y Dragonís, nombrado nuevo rey. Enviaron a Nolfón para que informara de las buenas nuevas a Briolanja y Madasima. Nolfón se había desviado para recalar en la Ínsula de la Torre Bermeja para visitar a la otra Madasima, la tía de la mujer de Galvanes y esposa de Balán.
Amadís se alegra por tan buenas noticias. Le pregunta al mayordomo si sabe algo de Cuadragante y Bruneo. Nolfón le cuentan que encontraron en la Profunda Ínsula a varios refugiados de la ciudad de Arabia y de las Ínsulas de las Landas. Esta gente había huido de una gran batalla ocurrida entre las fuerzas de Cuadragante y Bruneo y las del sobrino del rey Arábigo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (2 de 10)

Pero la maldad de la doncella tuvo su merecido castigo. La mujer prendose de uno de los caballeros que retenía, un hermoso y valiente joven de veinticuatro años natural de Creta. La doncella, perdidamente enamorada, lo hizo Señor de la isla y de su persona. Durante un tiempo disfrutaron de su relación: ella por el amor, él por los beneficios materiales y el lujo que ella le proporcionaba más que por el disfrute de la doncella que era más bien fea. Con el paso del tiempo, el cretense comenzó a aburrirse de vivir en tan apartada isla y le vinieron deseos de abandonarla. Para conseguir que la doncella le liberara del encantamiento que lo mantenía prisionero, comenzó a mostrarse cada vez más enamorado y apasionado. Así ella creería que no eran necesarios más embrujos que lo mantuvieran a su lado. Tanto porfió y tan bien hizo el engaño que convenció a la doncella de la intensidad y verdad de su amor. Ella le liberó del yugo mágico. Una tarde, cuando visitaban una alta peña en su habitual paseo romántico, el caballero empujó a la doncella que se precipitó al abismo y murió despeñada. Luego, el caballero arrambló con cuanto pudo llevarse y partió de vuelta a Creta. Los moradores de la isla también la abandonaron y ésta  quedó desierta. El cretense, sin embargo, no pudo llevarse un tesoro por estar encantado. El tesoro quedó escondido en una cámara secreta. Desde entonces muchos han querido entrar en ella y apoderarse del tesoro, pero nadie lo ha conseguido. La cámara está cerrada con herméticas puertas. Sobre ellas, en letras rojas como sangre, puede leerse que las puertas se  abrirán si alguien es capaz de sacar una espada que está clavada hasta la empuñadura en esa puerta.

viernes, 18 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (1 de 10)

Amadís y Grasandor descansan unos días en la Ínsula de la Torre Bermeja en amistosa compañía. Amadís siempre con la mente puesta en su amada Oriana...[aquí viene una pequeña disgresión sobre los amores verdaderos y honestos]
Ambos salen a dar su habitual paseo matutino y llegan a una alta peña. Desde allí ven arribar una nao al puerto. Piden informe sobre ella. Les dicen que se trata del mayordomo de Madasima. Viene de estar con Galaor y Galvanes. Amadís, ansioso por tener noticias de su hermano, baja rápidamente a recibirlo. El mayordomo se llama Nolfón. Se sorprende mucho de encontrar a Amadlis en la Ínsula de la Torre Bermeja, porque conocía de su enemistad con Balán (es de todos conocido que Amadís mató a su padre). Nolfón le pregunta como es posible que esté en este lugar tan plácidamente. Amadís le dice que ya le contará pero antes quiere saber como les va a Galaor y Galvanes. Nolfón le cuenta como Galaor y Dragonís reclutaron gente de Sobradisa mientras Galvanes lo hacía en la ínsula Mongaza. Acordaron reunirse en un islote llamado la Peña de la Doncella Encantadora. Amadís ya conocía esta isla por Gavarte del Val Temeroso, que había pasado junto a ella. Gavarte, en aquel tiempo, estaba enfermo y su estado le impidió visitarla, pero le contaron que está llena de prodigios y los que la probaron "fallecían de la acabar"(?).
Nolfón le cuenta que en esa isla vivía una doncella, señora de la peña, ducha en artes mágicas y de nigromancia. En ella moraba, rica y hermosa. Durante muchos años la isla era frecuentada por numerosas embarcaciones que hacían el trayecto desde Irlanda, Noruega y Sobradisa hasta las Ínsulas de las Landas y la Profunda Ínsula. La doncella, gracias a sus mágicos poderes, retenía todos estos barcos con encantamientos. Tomaba cuanto le apetecía de lo que transportaban y retenía cuanto quería a los caballeros que en ellos viajaban. Para entretenerse les obligaba a luchar entre ellos, forzándoles en ocasiones a morir en el combate.

lunes, 7 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 129 (6 de 6)

Landín llegó al monasterio y encontró a su primo malherido tras su desafortunado encuentro con los tres hermanos. Eliseo le contó como fue atacado a traición por do hombres cuando mantenía una igualada lucha con Galifón. Landín partió en busca de venganza con el resultado que ya conocemos.
Examinan a Galifón y a su hermano. No están muertos. Los cargan en sendos palafrenes y regresan al monasterio. Allí decidirán la suerte de los prisioneros según sea la evolución de Eliseo. Lo encuentran bastante restablecido.
Galifón, que ya ha recobrado el sentido, implora perdón a Landín. Éste le reprocha su conducta y le pregunta la razón de su deslealtad. Galifón responde que ha sido la codicia por señorear. Pero está arrepentido y le pide que medie por ellos ante Cildadán. Landín accede a dejarles libres si le prometen que de ahora en adelante cumplirán estrictamente las leyes de la caballería y que antes de veinte días se presentarán ante Cildadán. Galifón se lo promete y le agradece su benevolencia.
Al día siguiente, tras la misa de rigor, Grasandor se despide de Landín y de Eliseo y vuelve a su barca. Se dirigen a la Ínsula del Infante. Allí les recibe el caballero-gobernador que ya ha retornado a su casa. Les cuenta las andanzas de Amadís por la Ínsula de la Torre Bermeja. Les ofrece un marinero que les guíe allí. Llegan sin novedad. Preguntan por Amadís y son recibidos por él mismo con alegría y emoción. Se cuentan las novedades, noticias sobre Oriana, etc... Como Amadís está todavía convaleciente de sus heridas y Grasandor está hasta la coronilla de tanta navegación, deciden quedarse en la Ínsula de la Torre Bermeja para descansar cuatro o cinco días antes de volver a la Ínsula Firme.

Libro IV, Capítulo 129 (5 de 6)

Mientras caminan hacia los vencidos se van contando sus peripecias desde la última vez que se vieron en la Ínsula Firme. Landín le relata como partió con sus compañeros a la conquista de Sansueña y el reino Arábigo. Cuando llegaron a éste último, descubrieron que un sobrino del rey Arábigo había tomado el poder. Se enfrentaron a su ejercito y lo derrotaron fácilmente. Tras la conquista del reino Arábigo, Landín y su primo Eliseo emprendieron el retorno a Irlanda. Se detuvieron en la Ínsula del Infante donde les contaron que hasta allí llegó un caballero que acompañaba a una cuitada dueña y su intención era dirigirse a la Ínsula de la Torre Bermeja a enfrentarse con Balán. Entonces no lo supieron, pero con la historia de Grasandor descubren que se caballero es Amadís. Después de la Ínsula del Infante, Landín y su primo llegaron a estas tierras. Al desembarcar se toparon con una doncella que les pidió auxilio: su marido estaba preso en una torre. Acompañaron a la mujer. Por el camino se encontraron con Galifón. Eliseo le dijo a su primo que continuara el camino con la doncella mientras él se detenía para enfrentarse al desafiante caballero. Landín siguió con la doncella hasta llegar a la torre. El dueño de a torre resultó ser un viejo amigo de Landín, antiguo camarada de juveniles andanzas caballerescas. Landín le afeó su conducta y le pidió que liberara al caballero prisionero. Su viejo amigo lo hizo de inmediato. Landín le recomendó que en el futuro se abstuviera de cometer estos actos contrarios al correcto proceder de un buen caballero. Una vez solucionado el conflicto, Landín se despidió de todos y volvió sobre sus pasos.

viernes, 4 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 129 (4 de 6)

Volvamos a la Ínsula Firme para ver lo que ocurrió tras la partida de Amadís: el montero va en busca de Grasandor y le transmite el mensaje de Amadís. Grasandor abandona la caza para avisar a Oriana. Pero antes recoge el cuerpo del caballero muerto en la playa y ordena que sea enterrado en un monasterio cercano (fundado por Amadís poco después de su estancia en al Peña Pobre). Luego busca a Oriana y le cuenta lo ocurrido pero con alegre semblante para no preocuparla. Oriana queda turbada unos instantes y se consuela pensando que no puede ser cosa de importancia si Amadís no se ha marchado en compañía de Grasandor y sin despedirse de ella. Grasandor le pide perdón en nombre de Amadís por esto último. Oriana, a pesar de todo, está muy preocupada por su marido y no sabe que hacer. Grasandor se ofrece a salir en su busca. Oriana lo acepta encantada, aunque ahora la que se preocupa es Mabilia que pasa la noche llorando al pensar en los peligros que pasará su amado.
Al día siguiente, tras oír misa, Grasandor zarpa en busca de Amadís. Lleva armas y caballo. Le acompañan dos escuderos y un marinero. Navegan en la dirección que tomó Amadís pero sin saber con certeza adonde se dirigen. Navegan dos días sin encontrar pistas.Por desgracia pasan junto a la Ínsula del Infante en plena noche y no la ven. Pasan de largo y al día siguiente llegan a una playa y Grasandor decide desembarcar. Les parece una hermosa tierra, llena de árboles. Grasandor se arma y monta su caballo. Sale a explorar acompañado de sus dos escuderos que van a pie. Tras un día de marcha no encuentran a persona alguna. Los escuderos, exhaustos, opinan que es una tierra deshabitada y creen que es mejor volver al barco. Grasandor les deja descansar y continua la exploración en solitario. Cruza un espeso bosque en un hondo valle. Se topa con un pequeño monasterio. La puerta está abierta. Descabalga y entra. Llega a la iglesia del monasterio y se detiene un instante para rezar. Estando allí de rodillas se le acerca un monje de los blancos. Grasandor le pregunta como se llama esa tierra. El monje le responde que es territorio del reino de Irlanda, pero ahora está en poder de Galifón y de sus dos hermanos que han usurpado el señorío de estas tierras. Estos tres caballero cabalgan juntos incesantemente por el territorio. Se enfrentan a cuanto caballero se encuentran. Y lo hacen de forma artera y desleal: los hermanos suelen ocultarse. Galifón se enfrenta en solitario al caballero. Si no consigue vencerlo, los hermanos aparecen de súbito y entre los tres acaban fácilmente con su desprevenido rival. Ayer mismo hicieron esto con un desventurado caballero al que dejaron quebrantado y malherido. Y lo hubieran matado de no ser por la intervención de dos monjes que intercedieron por él y lo trajeron al monasterio. Al poco llegó otro caballero, compañero del herido. Al conocer la desventura de su amigo partió en busca de los tres hermanos para vengarle.
Grasandor le pide que le muestre al herido. Lo reconoce al instante: es Eliseo, primo de Landín. Eliseo también lo reconoce y le pide que ayude a su primo. El monje le dice que Landín fue al castillo de Galifón que se encuentra en medio de un vasto llano allende el valle del monasterio.
Grasandor monta en su caballo y parte en ayuda de Landín. Sale del valle y sube a un otero. Allí ve el castillo. Ante sus puertas está Landín, gritando. Grasandor se acerca discretamente y se queda a poca distancia pero oculto hasta ver como le va a Landín. Del castillo sale un caballero asaz grande y bien armado.
Tras cruzar bravatas y desafíos comienza la justa. Cruzan lanzas en varias ocasiones. Al final, ambos caen al suelo. Continúan la lucha a pie, espada en mano. El combate es fuerte e intenso. Los golpes desprenden enormes chispazos. Destrózanse escudos y lorigas. Poco a poco, Landín va cobrando ventaja. El otro caballero se defiende como puede y retrocede. Pide ayuda al castillo y salen sus dos hermanos. Landín ya esperaba esta felonía y los espera firmemente plantado. Grasandor que los ve salir, cabalga velozmente a su encuentro. Derriba a uno de ellos que, al caer, se fractura el brazo derecho y queda tan maltrecho que ya no se levanta. El otro hermano intenta lancear o arrollar con su caballo a Landín que ágilmente lo esquiva. Grasandor se lanza en pos del jinete mientras Landín acaba con Galifón con facilidad. Su hermano, cuando ve vencido a  Galifón, abandona el combare y huye hacia el castillo. Grasandor lo persigue. El caballero está tan aturullado por la persecución que no acierta a pasar por el puente levadizo y cae con su caballo al foso que rodea el castillo y muere ahogado.
Landín se acerca para conocer a su aliado: Grasandor le revela su identidad. Se abrazan emocionados. Vuelven para ver si Galifón y su otro hermano están vivos o muertos.

Libro IV, Capítulo 129 (3 de 6)

La boda se lleva a término con plena satisfacción de ambas partes, principalmente de Darioleta que ve alcanzar a su hija un alto estatus. Este matrimonio será el origen de una saga de famosos caballeros en la Corte del rey Artús: Bravor tendrá un hijo llamado Galeote en honor a su madre (entonces, ¿la hija de Darioleta se llama Galeota o quizás Gala?). Galeote se casará con una hija de Galvanes y Madasima. Tendrán un hijo llamado Balán, como su bisabuelo. Éste, aunque de estirpe de gigante, tendrá el aspecto del común de los mortales. Descendiente directo de Balán II será Don segurades, coetáneo de Uther Pendragón y primo hermano de aquel famoso caballero de la corte artúrica que llegó a vivir 120 años en plena forma. Hijo de Segurades y Señor de la Ínsula de la Torre Bermeja será Bravor el Brun, que morirá a manos de Tristán de Leonís en leal combate en un encuentro que ocurrirá durante el viaje de Tristán como escolta de  Iseo la Brunda (Isolda), hija del rey Languines de Irlanda, para reunirse con su prometido, el rey Mares de Cornualla, tío de Tristán. Hijo de Bravor será Galeote el Brun, Señor de la Luengas Ínsulas, gran amigo de Lanzarote del Lago. Estos dos Brunes son mencionados en los libros que cuentan la historia de Tristán y Lanzarote.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 129 (2 de 6)

Balán ordena que aten de pies y manos a su hijo y que se lo entreguen al caballero insulofirmeño para que haga lo que quiera con él, ya que ha mancillado el honor de su padre. La esposa de Balán, temiendo que Amadís pueda vengarse cruelmente de su hijo, se escabulle discretamente y va a ver al caballero insulofirmeño. Lo encuentra sin yelmo, con la espada envainada e inclinado ante su hijo, desatándolo. La mujer reconoce a Amadís y le pregunta si sabe quien es ella. Amadís también ha reconocido a la hija de Gandalac pero lo disimula. Ella le dice que sabe quien es: Amadís, el hermano de su amigo Galaor. Si prefiere mantenerse en el anonimato, ella sabrá mantener el secreto. Le asegura que Balán mantendrá su promesa como hombre de honor que es y por último, le pide piedad para su hijo.

Amadís responde que aprecia y respeta a Gandalac y a sus hijos. Por supuesto va a liberar a Bravor sin ninguna represalia, pues Amadís solo toma venganza con quien puede defenderse, nunca con hombres desarmados. Le permite a la mujer que desvele su identidad a Balán y que le transmita sus exigencias de que repare el agravio a la dueña. La mujer del gigante le dice que puede acompañarla ante él sin temor y decírselo personalmente. Amadís se vuelve a colocar el yelmo, coge espada y escudo y salen juntos. Van al castillo y los conducen al lecho de Balán. Amadís le dice cuan quejoso está de él porque sus hombres no hayan respetado su palabra y le exige que repare el daño ocasionado a Darioleta.

Balán responde que le pesa y le duele más ver como su hijo y sus servidores no han cumplido con su palabra empeñada que verse vencido. Por esa razón le entregó a su propio hijo maniatado, para resarcirle de esa injusticia. Balán está dispuesto a compensar a Darioleta, pero en lo referente a su hijo, el daño es irreparable y no sabe como podría hacerse. Amadís le dice que libere a su marido e hija, que les devuelva sus bienes y su barco. Y a cambio de su hijo muerto, debe cederles su propio hijo: Bravor debe casarse con la hija de Darioleta. Amadís le asegura que no es un matrimonio tan desigual, pues además de riquezas y posesiones, los padres son gobernadores de un rico territorio de su propio padre.

Balán le pregunta quien es su padre. El caballero insulofirmeño se presenta: es Amadís, hijo del rey Perión, el que mató a Madanfabul, padre de Balán, aunque lo hizo para defender a un Lisuarte en peligro de muerte. Balán se admira de la valía y bravura de Amadís. accede a liberar a los prisioneros y restituirles bienes y nao. En cuanto a Bravor, que Amadís haga lo que quiera con él, pues no le perdona que haya mancillado su honor. Le pide, por último, que queden como amigos.

Amadís le responde que ya le considera su amigo, pues es yerno de su amigo Gandalac. Le pide que de ahora en adelante desista de esa mala costumbre de asaltar a los visitantes. Amadís justifica a Bravor, su yerro es fruto de su corta edad. Le pide su perdón por amor a su madre. Le aconseja que lo mande llamar y traiga a la hija de Darioleta y que se casen inmediatamente. Balán así lo hace.