sábado, 26 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (9 de 10)

Amadís, en un principio, está decidido a mantener prisionero a Arcaláus pero su palabra le obliga y decide liberarlo, aunque declara a la mujer que lo hace en contra de su voluntad. Montan a caballo para ir al castillo. Oriana y Mabilia se alegran de su regreso. Les reciben con grandes muestras e amor y cortesía. Amadís aloja a la mujer de Arcaláus.
Al día siguiente, tras oír misa, la mujer le pide a Amadís que cumpla con su palabra. Van al alcázar donde está el prisionero, encerrado en una jaula de hierro. Amadís no lo ha vuelto a ver desde Luvaina. Lo encuentran vestido con una aljuba de pieles, regalo de Gandales a Amadís, y leyendo de ejemplos y doctrina sobre la adversa fortuna.Tiene larga y canosa barba, cuerpo grande, feo rostro y gesto sañudo. Las damas se espantan al contemplarlo. Arcaláus, al notar su presencia, levanta la mirada y la clava en su mujer, pero no dice nada. Amadís le pregunta si la conoce. Arcaláus responde que sí. Amadís le dice que tras hablar con ella ha decidido liberarle. Arcaláus le contesta que si su decisión es libre y espontánea, se lo agradecerá eternamente, pero si no ha sido así, no puede agradecérselo, porque las buenas obras si son forzadas, no son de mucho mérito. Amadís, honrado hasta las últimas consecuencias, le cuenta como ha sido engañado por su esposa.
Arcaláus le dice que si le hubiera liberado en Luvaina cuando le suplicó que se apiadara de él, se lo hubiera agradecido de por vida, hubiera sido su leal amigo hasta la muerte. Pero al hacerlo ahora, tarde y obligado por el engaño de su mujer...[...]
Amadís entiende que siga odiándolo y que le desee todos los males, pero le pide que, al menos, deje en paz a sus amigos que nada le han hecho. Arcaláus responde que no sabe lo que hará en el futuro. Ha hecho tantas maldades que ya no espera el perdón divino y por tanto, ya no vale la pena que cambie de actitud. Además, como su liberación, fruto de una añagaza se hace en contra de la voluntad de Amadís, no siente ninguna obligación hacia él. 
Las damas se horrorizan al escuchar al prisionero y le suplican a Amadís que no lo suelte, pero éste se mantiene firme en su decisión.

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