martes, 15 de marzo de 2011

¡ÚLTIMO CAPÍTULO! Libro IV, Capítulo 133 (4 de 7)

La reina vuelve a Londres. La noticia de la desaparición de Lisuarte ha corrido como la pólvora por todo el reino. La tristeza y la desesperación cunde entre el pueblo llano. Hombres y mujeres caminan por lo campos, llorando, dando voces, clamando por su señor en quien siempre encontraron defensa y socorro. ¡Cuán bienaventurado debiera sentirse Lisuarte por ser tan querido por su pueblo! Pero esto era cosa de tiempos pasados, pues en los actuales los reyes carecen del amor de sus vasallos. Esto es signo del envejecimiento del mundo: al haber perdido su virtud, es como la tierra agotada que ya no da los frutos que antaño producía a pesar de la escogida simiente utilizada. (hay que recordar que esto lo escribe Garci-Rodríguez de Montalvo en tiempos de los Reyes Católicos. Al parecer el regidor de Medina del Campo tenía una relación cercana con la reina Isabel. Dicen que fue ella quien le encargo que refundiera y completara la historia de Amadís...) El autor termina rogando a Dios que vuelvan esos tiempos pasados y que los reyes, sin ira ni pasión, sostengan y defiendan convenientemente a sus súbditos.
Volvamos al relato: la mala nueva es rápidamente conocida en todo el reino e incluso en el extranjero. Pronto llega a oídos de Cuadragante, Señor de Sansueña, y de Bruneo, rey Arábigo, y de los otros caballeros que con ellos estaban. Comprenden que el asunto atañe directamente a Amadís y deciden ir a la Ínsula Firme para ponerse a su disposición. Sus nuevos señoríos ya están pacificados y pueden irse sin temor a perderlos. Bruneo deja como gobernador de su reino a su hermano Branfil y Cuadragante, a su sobrino Landín, recientemente llegado desde la corte del rey Cildadán. Bruneo y Cuadragante reunen una pequeña flota y parten hacia la Ínsula Firme. Les acompaña Balán, que ya es un aliado fiel y un entrañable amigo . El viaje transcurre sin novedad y llegan a su destino en doce días. Balán se admira y sorprende al contemplar la Gran Sierpe que allí dejó Urganda.
Mientras tanto, Brandoibás ya ha entregado la carta a Amadís. Desde que conoce la noticia, Oriana está muy preocupada y melancólica. Amadís no se atreve a dejarla sola. Cuando se entera de la llegada de la flota de Bruneo y Cuadragante, le pide a Grasandor que salga a recibirlos por él.

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