miércoles, 23 de febrero de 2011

Libro IV, Capítulo 130 (6 de 10)

Al fondo de la sala encuentran unas puertas de piedra herméticamente cerradas. Hay una espada clavada entre ellas hasta la empuñadura. Comprenden que han llegado a las puertas de la cámara mágica. La empuñadura de la espada es de un material desconocido, como hueso transparente y rojo como un rubí. En la parte derecha de las puertas hay una letras de color rojo sangre; en la izquierda, unas letras blancas. Éstas últimas están en latín y dicen: "No vale maña ni fuerza para sacar la espada. Solo lo logrará el caballero que tenga escritas en su pecho las letras rojas que se leen en la puerta". Amadís comprende que ese caballero es su hijo Esplandián. Le pregunta a Grasandor, que responde que entiende las letras blancas pero no las rojas. Amadís le pide que haga memoria y Grasandor también cae en la cuenta de que habla de Esplandián. Grasandor propone regresar y permitir que Esplandián acabe la aventura en el futuro. Antes de regresar Amadís propone explorar los alrededores de la cámara para descubrir si existe otra entrada: no la encuentran.
Avanzan por el llano por una zona de fuentes y albercas. Hay casitas con imágenes de metal o piedra. De pronto aparece ante ellos un caballero armado y les pregunta si son de la Ínsula Firme. Responden que sí. Al caballero le han informado de su presencia los marineros del barco de Amadís. Busca a otro caballero que ha ultrajado a una doncella. Le preguntan su nombre. Tras un instante de reticencia, el caballero se quita su yelmo: es Gandalín. Amadís corre a abrazarlo efusivamente. Gandalín lo reconoce a su vez y se arrodilla para besarle las manos. Amadís no se lo permite. (¿pero hay alguien en esta obra que deje que le besen las manos postrados de hinojos?). Amadís le pregunta como ha llegado hasta ahí. Gandalín cuenta como acabó brillantemente la campaña en el reino Arábigo donde acompañaba a Agrajes. Tras vencer al sobrino del difunto rey Arábigo, entraron triunfalmente en la capital, Arabia. Estando allí llegó una dueña enlutada y se postró ante Agrajes pidiéndole ayuda. Le dijo que era noruega, como Olinda, la mujer de Agrajes. Por esa razón recurría a él. Su hija había sido raptada por un malvado caballero, el Señor de la Gran Torre de la Ribera porque la dueña no permitió su matrimonio. El marido de la noruega es primo hermano de don Grumedán.
Agrajes le preguntó por que no acudía a la justicia real. La dueña le contó que el rey era débil y viejo, incapaz de gobernar con tino. 
El caballero de la Gran Torre de la Ribera estaba a tan solo dos días de viaje desde allí. Gandalín se ofreció a acompañarla y rescatar a su hija. Agrajes estuvo de acuerdo. Gandalín partió con la dueña.

1 comentario:

  1. "¿pero hay alguien en esta obra que deje que le besen las manos postrados de hinojos?"
    Es verdad. Lo he leído varias veces y me parece que esa negación es una muestra de cariño y de humildad.

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