domingo, 21 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 122 (1 de 6)

Los tres caballeros insulofirmeños navegan con la atribulada reina hacia Dacia. Durante el trayecto, la reina les pide que se presenten adecuadamente y que le detallen sus carreras caballerescas. Ellos dicen sus nombres y ella los reconoce al instante. Los caballeros de Grecia que poco tiempo ha pasaron por Dacia les narraron el conflicto que existía entre Lisuarte y Amadís. Contaron los temibles combates que enfrentaron a ambos bandos. En ese relato nombraron a los caballeros más destacados. Y entre esos nombres estaban los de nuestros tres amigos, para alegría de la reina, que ahora sabe que lleva un imponente fuerza en ayuda de sus hijos. Angriote se compromete a cumplir con éxito la misión.
Llegan sin novedad a Dacia. Acuerdan que la reina se quede en el barco hasta que la situación se aclare. Los tres caballeros desembarcan bien armados , con sus escuderos y acompañados de dos caballeros de Dacia que servirán como guías. La villa sitiad está auna jornada de viaje. Deciden llevar víveres y forraje para los animales en cantidad suficiente para evitar los poblados. Al alba llegan al cerco. Sigilosamente escudriñan las fuerzas sitiadoras hasta descubrir el lugar donde están más dispersas y es más fácil eludirlas y entrar en la ciudad. Se dirigen a los muros de la villa pero se topan con diez caballeros. Se enfrentan a ellos y derriban a los tres primeros con sus lanzas. Acometen con tal fiereza al resto, que los hacen huir despavoridos. Angriote decide entrar en la villa para animar a las fuerzas sitiadas. Llegan a los muros. Los cercados reconocen a los dos caballeros dacios y abren un portillo para que puedan entrar. Los reciben los infantes que han acudido al alboroto. Se enteran por Angriote de que su madre está sana y salva y le agradecen la ayuda de caballeros tan afamados. Los conducen al palacio donde los alojan y les permiten descansar unas horas.

martes, 16 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 121 (3 de 3)

Todos los habitantes de la ínsula les reciben con alegría y emoción. Amadís besa las manos de su madre y abraza a su hermano. Se interesa por su salud. Galaor le responde que está mucho mejor desde que sabe que el conflicto entre él y Lisuarte se ha solucionado y la paz reina entre ambos reinos.
Van al castillo donde les espera Oriana y el resto de las damas. Oriana, Briolanja y Sardamira, con las manos entrelazadas, se arrodillan ante la reina Elisena, que las levanta y abraza. Luego la saludan Mabilia, Melicia, Grasinda y el resto de las damas. 
Oriana saluda con especial cariño a Galaor porque conoce el amor que Amadís siente por su hermano y sabe de la lealtad y respeto que Galaor siente por su padre Lisuarte. 
Amadís lleva a Briolanja ante Galaor y se la propone como su futura esposa. Galaor, desenvuelto y desenfadado, agradece a Amadís la gran merced que le concede y dice que acepta gustoso solo en el caso de que Briolanja también esté de acuerdo. La reina calla y se sonroja, lo que la embellece aún más. Galaor la conoció más joven, en Sobradisa, cuando viajó a ese reino con Florestán, y más tarde en Londres, en la corte del rey Lisuarte. Han pasado los años y Briolanja ha alcanzado el cénit de su belleza. Aunque, como ya sabemos, Galaor ha conocido y tratado multitud de mujeres, Briolanja le parece la más hermosa de todas y está encantado en desposarla. Briolanja también estima a Galaor. Sabe cuan buen caballero es y como lo ama Amadís. Lo acepta como esposo. Se casarán y tendrán hermosos hijos y mejores caballeros, como se cuenta en "Las sergas de Esplandián".
Todos se acomodan en sus respectivas posadas, a la espera de Lisuarte y su séquito. Durante ese tiempo disfrutarán de los placeres que ofrece la isla, en especial las actividades cinegéticas. La Ínsula Firme está llena de venados, jabalíes, conejos y otras bestias que se cazan con perros, redes o persiguiéndolas a caballo. También la cetrería tiene su lugar, en la caza de liebres o de aves de ribera.
Así dejamos a nuestros amigos, holgando y a la espera de la llegada de Lisuarte. Mientras, veremos como les va a Angriote, Bruneo, Branfil y la reina de Dacia.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 121 (2 de 3)

Navegando por la mar, divisan otro barco que se les acerca. Galaor envía a su escudero para identificar a sus ocupantes. Los marineros del otro barco dicen viaja con ellos una dama que se dirige con prisa a la Ínsula Firme. Cuando la dama se entera que llevan el mismo destino les pide la merced de viajar juntos. La reina Elisena accede a llevarla con ellos. Angriote va en una chalupa en su busca. Se encuentra con una dama toda vestida de negro, con la cabeza y la cara cubiertas con un velo negro. Angriote le dice que con ellos viaja la reina de la Gaula. La dama de negro le pide que le permita hablar con ella. Ya ante la reina, la dama se presenta como la esposa del rey de Dacia. Cuenta que tuvieron una hija y dos hijos. La hija mayor se casó con el duque de Suecia. La provincia de Suecia es un señorío colindante con el reino de Dacia. El duque resultó ser un facineroso malvado y dominado por la ambición. Planeó una felonía para apoderarse del trono de Dacia: asesinar al rey y a sus jóvenes cuñados, el mayor de los cuales no pasaba de los catorce años. Y puso n marcha sus maquiavélicos planes: con la excusa de pasar unos días de descanso fue a Dacia. El rey acompañado por sus hijos salió a recibirle confiado. El traidor alevoso aprovechó el momento para matar al desarmado rey. Los jóvenes príncipes iban algo más retrasados y contemplaron horrorizados la felonía. Consiguieron huir y refugiarse en la villa cercana. La reina no estaba presente porque se encontraba de viaje  a una romería. El fementido traidor ha cercado la villa donde se refugian los muchachos. Su madre, la reina, al enterarse del vil complot emprendió camino a la Ínsula Firme en busca de ayuda. Es conocedora de la fama de Amadís como caballero andante y desfacedor de entuertos.
Elisena la acoge con cariño y le asegura el socorro de los caballeros de la Ínsula Firme. Angriote y sus compañeros, al oír la triste historia, le piden permiso a Elisena para partir de inmediato en su ayuda. Elisena y Galaor pueden seguir viaje con la dama hacia la Ínsula Firme. Cuando le pide a la reina de Dacia un guía que les conduzca, ella decide acompañarlos. Así marchan de consuno, mientras Galaor lleva a su madre a la ínsula Firme donde llegan sin novedad en pocos días.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 121 (1 de 3)

Amadís habla con su padre. Le pide que haga traer a su madre, la reina Elisena, y a su hermano Galaor a quien ha reservado a Briolanja como futura esposa. Bruneo, Brafil y Angriote se ofrecen para ir en su busca. Perión accede a su propuesta aunque le pesa separar a Bruneo de su novia. Bruneo responde que servir a su futura suegra siempre será beneficioso para su relación con Melicia. Perión le agradece su disposición y le pide que s interese por la salud de Galaor. En ese momento interviene Ysanjo: dice que ha hablado con unos mercaderes que hacen el viaje desde la Gaula a Gran Bretaña. Ellos han visto a Galaor y dicen que ya sale a caminar por las calles, aunque está harto flaco tras su enfermedad. Todos se alegran de la buena nueva.
Al día siguiente, los tres caballeros embarcan con sus escuderos y marineros con destino a la Gaula. El tiempo es bueno y llegan a la Gaula sin novedad en pocos días. Son recibidos con alegría, en especial por Galaor que abraza emocionado con lágrimas en los ojos y durante un largo rato a los tres caballeros.
Angriote les cuenta las novedades. Galaor se entera por fin del conflicto que ha enfrentado a su hermano y su padre contra su señor Lisuarte. Se da cuenta de la complicada disyuntiva de la que se ha librado por su enfermedad y posterior convalecencia. Bruneo, cambiando de tema, le dice que Amadís le ha concertado matrimonio con Briolanja. Entregan una carta a Elisena y le dicen que han venido para llevarla a la Ínsula Firme. Angriote le cuenta lo ansioso que está Amadís por reunir a toda su familia y amigos y disfrutar todos de su actual status, ahora que está en la cima de su carrera caballeresca y va a casarse con su amada Oriana. La reina da orden de aparejar el barco. Descansan ocho días en esas tierras, pasados los cuales, embarcan.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 120 (2 de 2)

El rey Perión invita a toda la concurrencia a cenar en su posada. Cenan amigablemente y luego cada uno se retira a dormir a sus moradas. Perión le pide a su hijo que se quede para hablar en privado. Le dice que a pesar de tanta vicisitud, la relación entre Oriana y él ha llegado a buen término. Ahora le corresponde a él, Amadís, conseguir unos buenos casamientos para sus hermanos, para tanta doncella y dama huésped de la Ínsula Firme y para los caballeros que tanto le han ayudado. Amadís acepta el encargo.
Amadís reune a todos los caballeros en casa de Agrajes. Les dice que su intención es casarlos y les pide sus preferencias. Agrajes toma la palabra en primer lugar. Declara a Olinda como su amada. Grasandor dice que se ha enamorado de Mabilia. Bruneo declara su amor por Melicia. Cuadragante dice que, si ella no tiene nada en contra, le gustaría casarse con Grasinda. Florestán dice que su intención era regresar a Alemania, la tierra de su madre, pero que si Sardamira le ofrece su mano está dispuesto a cambiar de idea y de destino. Los demás caballeros, más jóvenes y de menos renombre, prefieren seguir sus andanzas caballeriles y acrecentar su fama antes de ligarse a una mujer.
Amadís habla: le concede a Cuadragante el señorío de Sansueña. A Bruneo, su futuro cuñado, le otorga el reino Arábigo. Le pide que, a cambio, le ceda su futuro marquesado a su hermano Branfil. Florestán, además del reino de Cerdeña de Sardamira, recibirá el señorío de Calabria que fuera de Salustanquidio.
Agrajes, Grasandor y el propio Amadís tendrán que esperar a recibir los reinos que por herencia les corresponden.
Los día siguientes Amadís los dedica a llevar a cabo los planes acordados esa noche. Como es prolijo describir todas las gestiones realizadas, solo diré que cumplió sobradamente con lo decidido y que todas las bodas se celebraron sin contratiempo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 120 (1 de 2)

Mientras Lisuarte viaja para reunirse con Brisena, Perión y su gente hacen lo mismo en dirección a la Ínsula Firme. Amadís viaja acompañado a sol y sombra por Arquisil. Son uña y carne. Hasta comparten tienda. Brojandel, que permanece en el cargo de mayordomo imperial, le guarda sus cosas y atavíos. El retorno es pausado y tranquilo. Acampan en lugares agradables y apacibles. Por las noches se reunen en la tienda de Perión o en la de Amadís. Como la mayoría son jóvenes, las veladas son festivas y jocosas. 
Tras unos pocos días de viaje moroso y jaranero, llegan a la Ínsula Firme. Encuentran a Oriana y al resto de damas en las huertas de palacio. El reencuentro es feliz y placentero. Amadís presenta a Oriana y Arquisil. Ella ya sabe que es su futuro cuñado. Quiere arrodillarse ante él pero Arquisil no se lo permite. Le dice que es él quien debería arrodillarse por tantas mercedes que le debe a Amadís, su marido.
Agrajes, Cuadragante, Florestán y Brian saludan a Sardamira, Olinda y Grasinda. Bruneo va directo a reunirse con su amada Melicia. Otros caballeros saludan a otras damas y doncellas. Todos departen afablemente durante un rato.
Amadís toma a Gastiles, el sobrino del Emperador de Constantinopla, y a Grasandor, el hijo del rey de Bohemia, y se los presenta a su prima Mabilia. Le pide que se ocupe de ellos y los entretenga. Mabilia les coge de las manos y los lleva hasta un sofá y se sienta entre ambos. Grasandor está como en una nube. Desde el momento que vió a Mabilia quedó profundamente enamorado. Ahora que puede hablar con ella y se da cuenta de lo buena, honesta y encantadora que es, su amor se acrecienta.
Amadís quiere hablar con Oriana a solas, pero Arquisil no se separa de él. Llama a Briolanja, que está con Bruneo y Melicia, y se la presenta. Arquisil se maravilla de tantas damas a cual más hermosa. Le dice a Amadís que esto no es normal. Pareciera que hubieran sido creadas así de hermosas y perfectas por el mismo Apolidón. Amadís se ríe de su ocurrencia.
Llega Perión y charlando, retiene a Arquisil junto a Briolanja. Amadís, libre al fin, se reune alegremente con Oriana. Ella le pregunta que piensa Lisuarte sobre su relación. Amadís responde que en apariencia está feliz y conforme, aunque no puede asegurar lo que pasa en su interior. El caso es que vendrá a la Ínsula Firme con Briolanja y Leonila. Oriana le pregunta por Esplandián. Él responde que, por petición de Lisuarte, se quedó con él y vendrá también con la familia real.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 119

Lisuarte regresa a Vindilisora con su gente y acompañado de Cildadán y Gasquilán. Allí ya le espera Brisena. El viaje, sin novedad, dura cinco días. Al llegar, su cara refleja una alegría que no siente reamente. Reconoce que su hija queda muy honrada al casarse con Amadís y ha conseguido la paz con Perión y ha establecido una estrecha alianza con la Roma de Arquisil...Pero todo se ha logrado tras su derrota. Es Amadís quien se llevará toda la gloria. La tristeza se ha alojado en su corazón pero también está cansado y enojado por tanta muerte inútil causadas por motivos mundanos. Como gobernante cabal acepta la situación aunque suponga un cierto menoscabo en su prestigio. Lisuarte había buscado más su honra que el cuidado de su alma. Dios le ha castigado por su soberbia.
Llega, pues, con alegría fingida, de la mano de Esplandián, para reunirse con su esposa. Brisena ya conoce todo lo referente al doncel. Lisuarte había enviado previamente a Brandoibás para que la informara. Ambos esposos se abrazan emocionados. Brisena abraza y besa a su nieto. Dueñas y doncellas van desfilando en el besamanos real. Cildadán y Gasquilán saludan a la reina. Cenan a continuación. Los reyes alojan a sus invitados en el castillo.
Por la noche, ya en su cámara, el matrimonio real habla. Lisuarte opina que lo mejor es que acepten a Amadís como yerno. Le comunica a su esposa que ha concedido la mano de Leonoreta a Arquisil. Deben emprender viaje a la Ínsula Firme para formalizar ambas bodas. La reina le besa las manos en señal de acatamiento. Duermen plácidamente.
Al dís diguiente, Lisuarte le ordena a Arbán, su mayordomo, que haga los preparativos para el viaje a la Ínsula Firme y que engalanen convenientemente a Leonoreta para presentarla como es debido a su fururo marido.

Libro IV, Capítulo 118

De esta forma, gracias a la intervención de Amadís, Arquisil fue nombrado Emperador de Roma.
Los días pasan. Aún siguen todos juntos en el monasterio de Luviana. Lisuarte se recupera de sus heridas en gran medida gracias a los cuidados del excelente médico Helisabad. El rey ya puede levantarse. Hace reunir a todos los reyes y caballeros en la iglesia del monasterio para dar un discurso: después de una introducción general, interpela directamente a Amadís y le recuerda como  llegó a su corte, como venció a Dardán, como trajo a Galaor, excelente caballero, para que sirviera en la corte de Lisuarte, como salvó a Lisuarte y a Oriana del secuestro de Arcaláus, como liberó a Briolanja, como detuvo el golpe de estado de Barsiñán padre, como venció a Cildadán en batalla, como derrotó a Cuadragante, y a Famongomadan y a Basagante, como rescató a Leonila, como acabó con Samardán el León y con Madanfabul, el gigante de la Torre Bermeja, como ganó a Ardán Canileo el Dudado,...amén de muchos otros servicios que no detalla. Y cuenta como, aconsejado torvamente por envidiosos servidores, consintió en que se apartara de su lado. Y a pesar de quedar como enemigos, volvió para ayudarle en la guerra de los Siete Reyes (de incógnito y con ayuda de Perión y Florestán). Y habla de la segunda batalla y de la providencial intervención de Amadís para lavar la afrenta hecha a Lisuarte y sus hombres... Y ahora, ¿qué galardón le puede conceder que supere o, al menos, iguale todos estos grandes servicios de Amadís? Ninguno, claro. El único premio que hiciera justicia a tanto favor sería darle la posesión de todas las tierras y castillos de Gran Bretaña por casamiento con su hija Oriana. De esta forma, Lisuarte declara a Amadís como su justo heredero.
Amadís se hinca de rodillas ante él y le dice que su deseo es servirle con la mayor obediencia y acatamiento pero no por la promesa de reinos y señoríos sino solo por haber permitido su matrimonio con Oriana.
Lisuarte lo abraza y le dice que lo quiere tanto como si fuera su propio hijo. Todos los asistentes se quedan atónitos ante la escena. Nadie sabía del matrimonio de Amadís y Oriana. Lisuarte le pide a Nasciano que cuente los detalles a la concurrencia. Nasciano así lo hace. El más asombrado es Esplandián que en un instante pasa de huérfano a tener ante si a sus dos abuelos y a su padre. Nasciano lo lleva junto a ellos. Esplandián se arrodilla y les besa las manos a los tres.
Amadís se dirige a Lisuarte y le pide su primer favor: que conceda la mano de Leonoreta en matrimonio a Arquisil, el flamante Emperador de Roma, y que permita que ambas bodas se celebren juntas. Tanto a Lisuarte como a Arquisil les parece una buena idea.
Lisuarte pregunta Perión por su hijo Galaor. Perión responde que está mejor pero aun convaleciente. Lisuarte le expresa el gran aprecio que siente por Galaor, excelente y leal caballero, y le ruega que se lo envíe a Vindilisora en cuanto se recupere. La intención de Lisuarte es ir a Vindilisora y recoger a la reina y a Leonoreta y juntos acudir a la celebración de las bodas en la Ínsula Firme. A Lisuarte le gustaría que Galaor se reuniera con ellos allí. Perión responde que así se hará. 
Amadís besa las manos de Lisuarte. Agrajes le pide que también invite a su tío Galvanes con su esposa Madasima. Lisuarte accede a su petición
Se fija la partida para el día siguiente. Se acuerda que todos se encuentren en la Ínsula Firme y luego, tras los festejos, cada uno embarcará para retornar a sus respectivos países.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 117 (7 de 7)

Arquisil le pide a Amadís que le diga donde ha de cumplir prisión a la que está obligado. Amadís le cita para el día siguiente. Le invita a pasear a caballo y poder hablar a solas.
Al alba, tras oír misa, salen a cabalgar. Amadís le doce que ya sabe que Arquisil es el legítimo sucesor de Patín y que sería muy bien recibido por sus súbditos. Los principales caballeros romanos están ahí y Amadís se propone liberar a los que tiene presos en la Ínsula Firme para que todos puedan reunirse y nombrar como nuevo Emperador a Arquisil. Éste le agradece su idea y deja en sus manos su destino.
De regreso al monasterio, Amadís le propone visitar al hombre que más le odia. Entran en Luvania y van a la casa donde Gandales tiene presos a Arcaláus y al rey Arábigo. Entran en el cuarto donde están los prisioneros. Amadís saluda a Arcaláus y éste le pregunta quien es. Amadís le dice su nombre. Arcaláus, por fin, lo reconoce: han pasado muchos años desde que lo tuvo prisionero en Valderín. Amadís le pregunta si estaría dispuesto a cambiar de actitud y volver al buen camino. Arcaláus responde que ya es demasiado viejo para mudar de costumbres. Amadís le dice que entonces no podrá liberarle. Arcaláus le propone la cesión de todos sus castillos y tierras a cambio de su libertad. Amadís responde con un evasivo sermón y hace ademán de marcharse. Arcaláus le retiene diciendo que se apiade de él y señalando que el valor de los grandes hombres consiste en vencer y perdonar. 
Amadís y Arquisil vuelven al monasterio. Amadís envía al enano Ardián a la Ínsula Firme con mensajes: uno para Oriana y otro para Ysanjo donde le pide que le envíe a los prisioneros romanos (Brojandel de Roca, el duque de Ancona, el Arzobispo de Talancia y demás romanos).
Ardián cabalga animoso y sin descanso, día y noche, hasta llegar a la Ínsula Firme. Encuentra a Oriana en la huerta reposando. Le cuenta el feliz desenlace del conflicto. Oriana entona jubilosas plegarias de agradecimiento. La alegría es mayor al conocer que el secreto de su hijo Esplandián es ya sabido por un feliz Lisuarte. Briolanja y Melicia preguntan por ese tal Esplandián y el enano les responde que es tan apuesto que incluso a ellas las haría oscurecer. Sardamira, preocupada por la suerte de su compatriotas, pregunta por las bajas romanas. El enano responde que, aparte de las ya conocidas de Patín, Floyán y Constancio, no ha habido más muertes entre los romanos principales. Arquisil está indemne y Flamíneo, hermano de Sardamira, está herido pero no de gravedad.Sardamira dice que los muertos ya no se pueden remediar. Espera que los vivos se acuerden entre ellos y reine la paz y la concordia.
Ardián pide permiso para retirarse y entregar la otra carta a Ysanjo. Éste lee el mensaje, libera a los caballeros romanos y los envía custodiados por varios hombres (entre escoltas y hombres de apoyo, unos doscientos) al mando de su propio hijo hacia Luvania. Llegan al monasterio. Los romanos le besan la mano a Lisuarte. Pero cuando ven a Arquisil no pueden contener las lágrimas. Arquisil los aloja confortablemente. Después del descanso Amadís se reune con ellos. Les dice que en su opinión, Arquisil es el legítimo heredero del trono romano y por esa razón lo libera, y con él, al resto de romanos. Brojandel de Roca, en nombre del resto, dice que antes de tomar una decisión sobre Arquisil quieren hablar con Flamíneo. Van a visitarlo a sus habitaciones, donde se recupera de sus heridas. Brojandel le cuenta la propuesta de Amadís. Flamíneo está de acuerdo. Sin más dilación, todos los romanos se reunen y eligen a Arquisil como Emperardor de Roma. Se celebra la ceremonia donde todos ellos le prometen vasallaje y Arquisil jura los fueros.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 117 (6 de 7)

Gasquilán, el rey de Suesa, tras su combate singular con Amadís había quedado muy quebrantado y maltrecho. Cuando Lisuarte levantó el real decidió trasladar a Gasquilán por otro camino. Debía ser transportado en andas por sus hombres, y el camino elegido por Lisuarte pasaba junto a la ribera del río, lejos de las montañas. La primera noche la pasaron en una arboleda. Al día siguiente reanudaron el viaje, pero muy despacio debido a las graves heridas de Gasquilán. El viaje a Luvania les costó cinco días. Cuando llegan al monasterio ya todo ha pasado y ninguno de ellos se ha enterado de la refriega. Le cuentan lo ocurrido. Gasquilán se apena por no haber podio participar en la batalla. Se queja airadamente porque es un caballero follón y soberbio. Sus bravatas no gustan a quienes las escuchan. Perión, Cildadán y otros caballeros salen a recibirlo en cuanto se enteran de su llegada. Le ayudan a bajar de las andas y lo llevan ante Lisuarte. Gasquilán se admira del marcial aspecto de los caballeros insulofirmeños. Pregunta por Amadís. éste acude a saludarlo, le da la bienvenida y le desea un pronto restablecimiento. Gasquilán lo ve tan sosegado y cortés que, si no conociera su destreza y valentía (tanto de oídas como en carne propia), le hubiera parecido un caballerete más indicado para estar entre damas y doncellas que para actos de guerra. Amadís dominaba tanto los aspectos guerreros como la elocuencia y la cortesía. Gasquilán le cuenta la razón por la que quiso pelear con él: deseaba ganar el favor de su dama venciendo al mejor caballero del mundo. Amadís, modesto, le responde que no hubiera ganado mucho por vencer a un caballero de tan poca nombradía como él. Cildadán interviene y pone fin con bromas a este intercambio de florituras verbales.
Así pasan los días: descansar, curar heridas, hablar en animadas tertulias. Perión desea marcharse a la Ínsula Firme pero Lisuarte lo retiene. Le ruega que se quede hasta dejar firmado el tratado de paz. 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 117 (5 de 7)

Lisuarte les propone a sus invitados que vayan a descansar: la tropa en la villa y los prados circundantes, los reyes y caballeros principales en el monasterio. Los médicos de Lisuarte le curan las heridas, pero Helisabad es mucho más competente que ellos. También Amadís y sus compañeros tienen heridas aunque de mucha menor importancia. Helisabad se encarga de ellos con pericia. Lisuarte permanece en cama sin levantarse durante diez días. Recibe la visita diaria de Perión y el resto de caballeros, siempre en alegre y festiva tertulia. Un tema recurrente es la malvada trayectoria de Arcaláus y sus variadas tropelías. Grumedán dice que la vida de Arcaláus es un ejemplo del porqué muchos escogen el mal camino: muchos son atraídos por las primeras pero pasajeras satisfacciones y no se dan cuenta de que al final Dios pone a cada uno en su sitio. Y ese sitio es el que ahora ocupa Arcaláus: preso, viejo y manco. El camino de la virtud es áspero y difícil y todos estamos por naturaleza más inclinados al mal que al bien.
Perión queda impresionado por la elocuencia de Grumedán y se interesa por su persona.
Llega Nasciano. Ve reunidos en paz y concordia a estos caballeros que tan solo tres días antes se estaban matando y da gracias a Dios por haber traído la paz a estas partes en conflicto.
Otro día, en la habitual reunión en las habitaciones de Lisuarte, el rey pregunta a Perión como se enteraron de que estaba siendo atacado por el rey Arábigo. Perión le dice que fue gracias a Esplandián. Lisuarte lo hace venir y le pregunta que cuente cómo pasó. Esplandián le pregunta que fue Nasciano quien le envió a buscarle. En el camino vieron los movimientos de los hombres del rey Arábigo y volvieron de inmediato para avisar a Amadís. Lisuarte le agradece su acción. Nasciano le dice a Esplandián que le bese la mano al rey. Esplandián así lo hace. Lisuarte lo alza y le besa en la cara. Amadís se da cuenta de que Lisuarte ya sabe que Esplandián es su nieto y ve que siente tanto amor por él que se reafirma en su idea de servirle lealmente

Libro IV, Capítulo 117 (4 de 7)

Amadís abandona la villa sin hablar con Lisuarte.
El rey se da cuenta de la victoria. Le pregunta a Guilán de quién ha venido el auxilio. Éste le contesta que ha sido Amadís y sus amigos y que es preciso que se le agradezca su ayuda. Lisuarte le pide que vaya en su busca e impida que se marche. Guilán cabalga a toda prisa y alcanza a Amadís. Lo retiene hasta que llega Lisuarte. Amadís lo ve llegar con la armadura despedazada, lleno de sangrantes heridas y se apiada de él. A pesar de las discordias pasadas, descabalga y de rodillas quiere besarle la mano. Lisuarte no se lo permite. Lo levanta y le abraza con fuerza. En ese momento llegan Cuadragante, el rey Cildadán, Florestán y Angriote. Amadís abraza cariñosamente a Cildadán. Éste, a su vez, abraza a su tío Cuadragante.
Brandoibás avisa a Lisuarte de que sus tropas están exterminando a los hombres del rey Arábigo y le pide que detenga esa matanza. También Amadís se lo pide. El rey envía a su hijo Norandel para que acabe con la carnicería. Amadís encarga a Gandalín, Enil y Gandales que se encarguen de poner a buen recaudo a Barsiñán y al duque de Bristoya. Lisuarte coge del brazo a Amadís y le invita a descansar en la villa. Amadís le dice que tiene que esperar a su padre, el rey Perión. Lisuarte le dice que le esperarán en la villa y le pide a Cildadán que intente convencer a Amadís para que se quede. Amadís, todavía reticente, consulta con sus compañeros. Cuadragante le aconseja que se quede y Amadís acepta su recomendación. En ese momento  traen al rey Arbán de Norgales y a Grumedán, recién liberados. Todos pensaban que los habían matado. Al descubrir que no es así, la alegría se desborda. También llega Arquisil, que ha estado cuidando a un malherido Flamíneo. Se acerca a Amadís y lo abraza, agradeciéndole su decisiva ayuda.
Por fin llegan las tropas de Perión. Grumedán bromea sobre la tardanza en llegar de este socorro. Lisuarte y Amadís le siguen la broma. Lisuarte le pide a Cildadán que le acompañe a recibir a Perión. Amadís le recomienda que no lo haga en su estado, pero el rey se mantiene firme en su decisión. Al final van Lisuarte, Amadís y Cildadán, mientras los demás aguardan. Durín se adelanta para anunciar a Perión la llegada del trío. Perión toma a Gastiles, Grasandor, Brian y Trión para que le escolten en su encuentro con Lisuarte. Sabedor del odio que siente Agrajes por Lisuarte, le ruega que se quede con la tropa para evitarle un mal trago. Agrajes le agradece el detalle.
Perión y sus acompañantes se encuentran con Lisuarte. Se abrazan de buen talante. Perión se asombra al verlo tan malparado. Lisuarte le responde que gracias a la ayuda de Amadís no lo ha encontrado mucho peor. Y le cuenta con todo detalle como se desarrollaron los acontecimientos. Y el relato llena de orgullo paterno a Perión, que oye con deleite las hazañas de sus hijos. Ambos acuerdan restablecer la paz entre las dos familias y los dos reinos.
En ese momento Lisuarte se da cuenta que falta Agrajes y pregunta por él. Perión le contesta que se ha quedado atrás comandando la tropa. Lisuarte le pide que lo haga venir. Amadís se ofrece a ir a buscarlo. Teme que si va cualquier otro, se niege a venir. Amadís va en busca de su primo. Le dice que Lisuarte quiere verle y le pide que acuda sin rencor. Agrajes le contesta que espera que este favor que Amadís le ha vuelto a hacer a Lisuarte le sea mejor agradecido que los anteriores. Acepta ver a Lisuarte, pero sólo porque se lo pide su primo. Llegan ante Lisuarte. Agrajes quiere besarle las manos. El rey se lo impide y lo abraza largo tiempo. Luego, bromeando, le dice que seguro que este rato que han estado abrazados lo ha pasado peor que cuando estuvieron peleando en la batalla. Agaraje, sonriendo, se reserva la respuesta.

martes, 2 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 117 (3 de 7)

Con el apoyo de Cildadán, los caballeros de Lisuarte vencen fácilmente a los de la Ínsula Sagitaria. Los otros dos que fueron por el otro lado han conseguido acorralar al rey Lisuarte y a sus compañeros en un callejón donde han quedado encajonados sin apenas sitio para manejar la espada. La posición de Lisuarte es desesperada. Si alguien no lo remedia, el pequeño grupo de Lisuarte va a caer antes de media hora. Justo en ese momento llegan Amadís y sus compañeros. Tras un rápido análisis de la situación se dividen en dos grupos: Amadís por un lado y Cuadragante por otro. Entran simultáneamente a voz en grito ("¡Gaula!,¡Irlanda!") matando a muchos adversarios. Los del rey Arábigo intentan escapar encerrándose en las casas. Los gritos de los insulofirmeños son tan estentóreos que se escuchan en la zona donde Lisuarte ha sido acorralado. El desconcierto cunde entre las filas arábigas. Sospechan que ha llegado ayuda para Lisuarte. No saben si acabar con Lisuarte de una vez o echarse hacia atrás y luchar con los recién llegados. Por contra, los gritos de los insulofirmeños han servido para animar a los del pequeño grupo de Lisuarte que redoblan sus esfuerzos. El combate ha cambiado radicalmente. Los soldados arábigos han quedado pillados en una pinza y son derrotados con facilidad.
El rey Arábigo y Arcaláus ven la batalla perdida. Se refugian en una casa. No tienen intención de morir matando. Son localizados y apresados sin dificultad.
Amadís sigue repartiendo espadazos sin desmayo. Nadie se atreve a enfrentársele. Aparecen los dos últimos caballeros de la Ínsula Sagitaria y le atacan. Amadís le pega al primero tal recio golpe en la cabeza que lo deja aturdido y cae de espaldas. Amadís pasa por encima de él para ver como Florestán y Angriote derriban al otro caballero de la Ínsula Sagitaria. Amadís, Florestán y Angriote van a la zona donde están Barsiñán y el duque de Bristoya que huyen de la presión de los hombres de Lisuarte. Cuando se ven ante los insulofirmeños, se rinden y piden clemencia.
Amadís se da cuenta de que Lisuarte ya está fuera de peligro. Sin acercarse a él, coge a los prisioneros y se retira a la zona donde pelea Cuadragante. Descubre que éste ya ha apresado al rey Arábigo y a Arcaláus. La batalla ha sido ganada.