Comienza el duelo. Ambos caballeros cabalgan, lanza en ristre, uno contra otro. El choque es brutal. Rompen sus lanzas y chocan sus escudos con tanta violencia que Gasquilán cae al suelo cuan largo es, con tan mala fortuna que se parte el brazo y queda inconsciente en el suelo, como muerto. En el choque, el caballo de Amadís se parte el espinazo y nuestro héroe tiene que poner pie a tierra. Se acerca a Gasquilán para comprobar si está vivo o muerto.
Patín, que contempla el resultado de la justa a distancia, cree que Gasquilán ha muerto y ordena a Floyán que ataque con su escuadra. Cuadragante, en cuanto advierte el movimiento de los romanos, ordena a sus hombres que avanzen para defender a Amadís y que maten sin piedad a los adversarios. Gandalín, que ve a Amadís a punto de ser embestido por los romanos, se lanza en su auxilio. El primer romano con quien se topa es el mismo Floyán. Lo derriba y el romano cae al suelo. Gandalín, aunque pierde los estribos, consigue mantenerse a caballo. Llegan más romanos, en gran número, y consiguen rescatar a Gasquilán que ya había recobrado el sentido. También le dan otro caballo a Floyán. Cuadragante, por su parte, en su contraataque, derriba a cuatro contrarios. Del primero que vence toma el caballo y se lo cede a Amadís. Acompañan a Cuadragante Gavarte del Val Temeroso y Landín, que hacen gran destrozo entre las filas romanas. El griterío y el ruido es tan ensordecedor que no se oyen unos a otros. Se ven caballos sin jinete y caballeros tendidos en el suelo, muertos o malheridos... Floyán en cuanto se ve de nuevo a caballo y armado, deseoso de ganar honra y vengar a su hermano Salustanquidio, se lanza de nuevo al fragor del combate.
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