sábado, 18 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 109 (2 de 4)

Amadís, en un principio reticente, cae en la cuenta de lo injusto que sería negarse a su petición. Aparta sus egoístas deseos y acepta su demanda. Lamenta no haberle preparado unas armas acordes a su nueva categoría caballeresca. Gandalín le responde que Galaor, como no puede usar las suyas por su enfermedad y conocedor del ansia de Gandalín, le cedió sus propias armas y su caballo. Gandalín aceptó el caballo, la loriga y el yelmo, pero el resto de la armadura ha de ser blanca como corresponde a un caballero novel. En cuanto a la espada, confía en que Amadís le dé una de las que le regaló la reina Menoresa.
Amadís le propone que vele armas la noche previa a la Gran Batalla y que a la mañana siguiente Perión le arme caballero. Gandalín declina la oferta. Solo Amadís puede armarle caballero. Amadís se pliega a sus deseos. Como también Lasindo, escudero de Bruneo, va a ser armado caballero, Gandalín propone una ceremonia conjunta, incluyendo el velatorio de armas. Amadís váse emocionado y visita a su padre que anda ocupado aderezando sus huestes para la Gran Batalla. 
Los espías del rey Arábigo vigilan el campamento insulofirmeño desde una montaña cercana. Luego se van para informar a su señor. El rey Arábigo dispone que su ejército se acantone en las montañas a la espera de acontecimientos.
A pesar del sigilo con que el rey Arábigo hace sus movimientos, noticias de su desembarco llegan tanto a Perión como a Lisuarte que extreman sus precauciones contra él.

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