lunes, 6 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 106 (3 de 4)

Te preguntarás, amable lector, por qué dedicamos tanto tiempo a explicar las desventuras de Arquisil, caballero de poco bagaje caballeresco por lo que sabemos de él hasta ahora. Te avanzo, aunque esto destripe el argumento, que Arquisil llegará a ser Emperador de Roma y que durante toda su vida querrá a Amadís como su hermano y lo considerará el artífice de su llegada al trono imperial.
Arquisil regresa al campamento romano sin novedad. No se tropieza con ningún caballero andante con ganas de pelea. Todos están concentrándose en uno u otro bando para el gran combate que se avecina y no están para aventurillas individuales. Una vez en el campamento, Arquisil se guarda de revelar lo que ha visto en el campamento insulofirmeño. Se reune con Patín y le cuenta que sus enemigos son numerosos y de gran calidad. A Patín, que aprecia a Arquisil y confía su criterio, se le desinfla su ardor guerrero. Hasta ahora pensaba que se enfrentaba a una empresa fácil: con sus hombres y los de Lisuarte pensaba cercar la Ínsula Firme y obtener una victoria sin esfuerzo... Ahora ya no lo tiene tan claro.

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