lunes, 13 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 108

Arcaláus se había asociado con el rey Arábigo, Barsiñán de Sansueña, el rey de la Profunda Ínsula (superviviente de la Batalla de los Siete Reyes) y con los parientes de Dardán el Soberbio. Cuando supo de la llegada de las fuerzas de Lisuarte y de Amadís, envió a Garín, hijo de Grumén (muerto por Amadis) con la noticia para sus aliados. Garín llega a tierras de Arabia y se reune con el rey Arábigo en su capital, también llamada Arábiga. El rey ya tenía dispuestas sus tropas, unos 12.000 soldados. Todos juntos parten hacia Sansueña.  Llegan a Califán, importante villa de Sansueña, donde se avituallan y se suman a las tropas de Barsiñán. Tras escasos días de descanso, se dirigen a Gran Bretaña, al encuentro de Arcaláus. Éste posee un inexpugnable castillo con puerto de mar. Arcaláus ha reunido a 600 caballeros que odian por igual a Amadís y a Lisuarte. Arcaláus les informa que los dos ejércitos enemigos han iniciado sus movimientos. Su mutuo enfrentamiento es inminente con gran contento de los allí reunidos. Se ponen, a su vez, en marcha. En vanguardia, Barsiñán, con 2000 caballeros y algunos arqueros y ballesteros. Arcaláus comanda el segundo haz, de 600 caballeros. El tercer haz lo dirigen el rey Arábigo y el rey de la Profunda Ínsula. Con ellos van los seis caballeros, parientes de Brotajar Danfanía, muerto por Amadís en la Batalla de los Siete reyes. Estos seis caballeros vienen de la isla Sagitaria, de donde provienen los Sagitarios (¿Centauros?). Vienen para vengar la muerte de su mejor y más famoso caballero. El Duque de Bristoya también se apunta a la aventura, pero solo cuando descubre el numeroso ejercito que Arcaláus ha reunido. Lo hace para vengar la muerte de su padre causada por Galvanes, Agrajes y Olivas y para recobrar sus tierras. El rey Arábigo lo acepta por conveniencia. Necesita a alguien conocedor de las tierras británicas. El Duque posee algunos castillos y villas  que les servirán de apoyo logístico. Le conceden al Duque el mando de 500 caballeros.
De esta forma el ejercito se pone en marcha con sigilo, para aguardar acontecimientos y actuar cuando la situación les sea propicia.

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