martes, 2 de febrero de 2010

Libro III, Capítulo 66, (1 de 3)

Galaor y Cildadán se dirigen con rapidez al lugar donde se encuentra Lisuarte. Se han enterado de su inminente partida hacia Mongaza. En un bosque encuentran una ermita con doce escudos cárdenos y uno blanco orlado en oro apoyados contra la pared. Hay unos escuderos que no les dan razón sobre los propietarios de los escudos. Aparecen doce caballeros acompañados de sendas doncellas y una dueña con un joven. A Galaor y a Cildadán les llama la atención la apostura del joven. La dueña les pregunta si son caballeros de Lisuarte. Les pide que intercedan con el rey para que nombre caballero al joven apuesto. Galaor y Cildadán aceptan. Todos juntos salen en busca de Lisuarte que está por los alrededores, de cacería. Al poco tiempo descubren al grupo de Lisuarte del que se adelanta Don Grumedán. Se saludan afectuosamente y charlan un trecho. Grumedán los conduce ante el rey que también los recibe con cordialidad. Galaor le pide el favor para que arme caballero al joven neófito. Lisuarte pregunta por su linaje. La dueña le dice que es de sangre real pero que no puede precisar más. El rey consulta con Galaor que le incita a que lo nombre caballero. Lisuarte, por fin, acepta. Manda traer al joven. Todos y todas se maravillan de su apostura. Comienza el rito de la iniciación en la caballería: la espada, por petición propia, se la da Oriana. Lisuarte arma caballero al joven. La dueña parte con las doncellas. El joven caballero, Norandel, y sus doce compañeros se quedan junto a Lisuarte, a su servicio. La dueña, al despedirse, le pasa secretamente una carta al rey para que la lea a solas. Lisuarte, en cuanto puede, la lee: es una misiva de Celinda, hija del rey Hegido, Señora del castillo del Gran Rosal. Le recuerda la relación que tuvieron tiempo atrás, cuando Lisuarte vagaba por el mundo como caballero andante. En aquel tiempo Lisuarte liberó a Celinda del cerco al que fue sometida por Antifón el Bravo. Lisuarte mató a Antifón y Celinda se entregó a Lisuarte. De aquella relación salió el joven efebo al que acababa de nombrar caballero. Y le envía un anillo que el propio Lisuarte le había regalado a Celinda como prueba de lo que había escrito.
Lisuarte recuerda aquella aventurilla de juvenrud y el anillo le confirma la veracidad de la carta. El mozo le agrada. Decide guardar secreto hasta ver como se desenvuelve como caballero.

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