viernes, 19 de febrero de 2010

Libro III, Capítulo 69 (2 de 5)

Perión habla de la cruel paradoja de encontrarse ahí después de haber escapado de una fiera batalla donde podrían haber muerto, para caer en el engaño de una doncella flaca y muda. Pero tiene la esperanza de salir de ahí. Estas palabras animan a sus hijos. Pasan el día sin comer ni beber. Tras la cena, Arcaláus se vuelve a asomar con Dinarda y dos ancianos. Les dice que no piensa darles de comer y que ha capturado a los escuderos y al enano. Piensa torturarlos hasta que desvelen la identidad de los tres caballeros. Padre e hijo conocen así la noticia de la captura de Gandalín, Ardian y de Orfeo, el repostero real. Amadís intenta disculpar su ayuda a Lisuarte recordándole que el hombre a quien más odia el rey Lisuarte es Amadís. Dinarda le aconseja que no los mate de hambre antes de decidir su destino. Arcaláus les da de comer una empanada de tocino y para beber, agua y vino.
Gandalín, Ardián y Orfeo son encerrados junto a otro caballero, su esposa y su hijo, que ya llevan más de un año de encierro. Les informan que los tres caballeros también han caído presos y están encerrados en el castillo. Resulta que la estancia donde están encerrados está situada justo debajo de la cámara donde están retenidos los tres caballeros, y que el mecanismo que hace subir y bajar la habitación se encuentra a su alcance. Gandalín, Orfeo y los dos prisioneros unen sus fuerzas y consiguen mover una palanca que hace que la habitación-trampa comience a subir. Perión se da cuenta de que el cuarto se mueve y avisa a sus hijos. Los tres se arman y cuando llega a arriba, derriban la puerta y salen al castillo donde luchan con bravura y lanzan estentóreos gritos. Arcaláus los oye y temiendo una traición huye hacia una torre casi desnudo. Retira la escalera movediza y mira por la ventana. Se da cuenta de que son solo los tres caballeros que han escapado, pero que acaban rápidamente con la resistencia de los soldados de Arcaláus. Gandalín, Orefeo y Ardán gritan pidiendo auxilio. Amadís reconoce sus voces y los libera. Encuentran sus caballos y otros que dan al caballero prisionero y a su familia. Salen del castillo, pero antes le prenden fuego. Se mofan de Arcaláus que ha quedado encerrado en su propia torre. Embarcan en su galera.

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