jueves, 11 de febrero de 2010

Libro III, Capítulo 68, (5 de 5)

Amadís se enfrenta aArgomades que le lanza un mandoble y se lo clava tres dedos en el yelmo. Amadís le hiere en el hombro izquierdo, cortando la loriga, la carne y el hueso: el brazo le queda colgado del costado. Es el golpe más fuerte que en toda la batalla se ha dado o se dará.
Argomades se retira malherido. Las doncellas, desde la torre del castillo, aclaman al caballero del yelmo dorado. Ancidel, sobrino del rey Arábigo, ataca a Amadís. Golpea en la cabeza de su caballo y lo mata. Florestan golpea a Ancidel en el yelmo y lo hace caer a los pies de Amadís. Ancidel, antes de caer, consigue herir con su espada a Florestán en el costado. Lisuarte y el rey Artábigo concentran sus fuerzas para enfrentarlas en cruel combate. Durín, al ver a Amadís sin caballo, le lleva una nueva montura. Amadís se lo agradece llamándolo por su nombre. Durín le pregunta con insistencia por su identidad. Amadís se lo dice discretamente antes de retornar con nuevos bríos al combate. Ahora está seguro de que sus hazañas llegarán a oídos de Oriana por boca de Durín. Lisuarte lucha contra el rey Arábigo, le hace retroceder y le obliga a protegerse entre sus hombres. El rey Arábigo va maldiciendo a Arcaláus que le convenció para invadir Gran Bretaña asegurándole un fácil triunfo. Galaor lucha con Salmadán pero su espada está tan desgastada que ya no corta. La tira, se abraza a su enemigo y lo hace caer. Salmadán se parte el cuello y muere. Amadís a marchas forzadas se recupera de tantos meses de ociosidad en la Gaula. No menos bravos son Perión, Florestán, Agrajes, Galvanes, Brián, Norandel, Guilán y el rey Lisuarte. Los insurgentes comienzan a retirarse en desbandada, unos hacia los montes, otros hacia los barcos. Lisuarte y los suyos los exterminan en su huida. Muchos son muertos, muchos son hechos prisioneros. Solo unos pocos alcanzan el barco del rey Arábigo. Es noche cerrada cuando la batalla se da por acabada. Lisuarte ocupa las tiendas enemigas acompañado de sus caballeros. Los tres caballeros misteriosos se ocultan en el bosque. Envían a un escudero con un mensaje para el rey: se excusan por no presentarse ante él, le ruegan que su parte del botín se lo entregue a las doncellas de la torre. Ya en el bosque, acampan, se asean, cenan y duermen.
Lisuarte pregunta por los tres caballeros. Sospecha que el del yelmo dorado es Amadís, pero Galaor lo niega debido a la carta que recibió justo antes de la batalla. Llega el escudero con el mensaje de los tres caballeros. Esa noche descansan en las tiendas del rey Arábigo. Al día siguiente, tras el reparto del botín, cada uno parte a su hogar. Lisuarte vuelve a Gandapa donde se reune con su hija.

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