lunes, 8 de febrero de 2010

Libro III, Capítulo 68, (2 de 5)

Amadís se quedó trece meses y medio en la Gaula, el tiempo que duró el sitio del castillo del Lago Ferviente. Durante ese tiempo en paro, vio como su fama se oscurecía por la de otros caballeros más activos. A Amadís le reconcomía esta idea.
Cuando el rey Arábigo y los seis reyes concentraron sus fuerzas en la península Leónida (paso previo antes de invadir la Gran Bretaña), muchos caballeros se ofrecieron a Lisuarte para ayudarle en la defensa: Galaor, Brian de Monjaste (que aportaba dos mil caballeros enviados por el rey Ladasán de España, padre de Brian), Galvanes (como su vasallo tras la derrota del Lago Ferviente), Cuadragante, Listorán de la Torre Blanca, Ymosil de Borgoña y Mandancil de la Puente de Plata.
Oriana le envía una carta a Amadís rogándole que no combata contra su padre. A cambio, le permite que vaya donde quiera, sea la Gaula u otro lugar. Se la envía dentro de otra carta que Mabilia dirige a su primo.
Amadís está comentando con unos amigos el levantamiento contra Lisuarte. En ese momento llega un caballero cansado, herido y con su armadura destrozada. Es grande y está bien armado. Amadís le ayuda a descabalgar y descubre que es Florestán, su hermano. Se lo presenta a Perión y le desvela su identidad. Florestán se postra ante él para besarle los pies. Perión, al enterarse de su nueva paternidad, se alegra, lo levanta, le coge las manos, le abraza, le besa, le lleva a palacio. Allí es alojado y curado. Es presentado a la reina y a Melicia. Florestán les dice que viene de Gran Bretaña. Le preguntan por el levantamiento de los Siete Reyes. Florestán opina que Lisuarte lo tiene difícil.
Ya a solas, Florestán y Amadís conversan. Florestán le dice que se comenta por los mentideros caballeriles que Amadís se ha retirado de la caballería andante. Amadís lo niega con rotundidad.
Por la noche, Amadís medita. Quiere intervenir en el conflicto de los Siete Reyes, pero no puede hacerlo en el bando levantisco porque se lo ha prometido a Oriana y no quiere pelear junto a Lisurte porque está dolido de su desagradecido comportamiento con él y sus hermanos. Tras pensarlo mucho decide luichar en el bando de Lisuarte: así favorece los intereses de su amada Oriana y además el bando de Lisuarte está en minoría y le place ayudar al más débil. Al día siguiente les comunica su decisión a su padre y su hermano. Les explica que su decisión no está motivada por su afecto a Lisuarte, que no tiene, sino porque es bando contendiente más débil y en él militan sus amigos (Cuadragante, Galaor, Brian,...). Perión se ofrece para acompañarle aunque dada la premura de tiempo no podrá aportar muchos caballeros. Florestán les recuerda que Lisuarte le hubiera dejado morir en el campo de batalla y solo la intervención de Galaor le salvó la vida. No quiere ayudar a Lisuarte, pero apoyará a su hermano y a su padre. Además, en el acuerdo de rendición de Mongaza se estipuló que durante dos años Galvanes debería servir a Lisuarte, y puesto que Florestán debe servir a Galvanes, no tiene más remedio que servir a Lisuarte. Los tres deciden acudir de incógnito. De pronto llega una doncella con tres escuderos. Traen un caballo cargado con un pesado fardo. Ella dice que viene en busca del rey Perión y de sus dos hijos. Viene de parte de la Dueña de la Ínsula no Hallada y les trae unos presentes. Desata el fardo y saca tres escudos (sierpes de oro en campos de plata), tres sobreseñales (distintivo o divisa) y tres yelmos (blanco, cárdeno y dorado) y los reparte entre los tres. Amadís se queda con el yelmo dorado, Perión con el blanco y Florestán con el cárdeno. Su ama les envía estos presentes porque sabe que van a la batalla contra los Siete Reyes donde podrán usar estos pertrechos. No precisa como ha averiguado que van a pelear ni como los ha encontrado en ese lugar y momento tan precisos. La doncella come y parte hacia Gran Bretaña.

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