miércoles, 10 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 120 (2 de 2)

El rey Perión invita a toda la concurrencia a cenar en su posada. Cenan amigablemente y luego cada uno se retira a dormir a sus moradas. Perión le pide a su hijo que se quede para hablar en privado. Le dice que a pesar de tanta vicisitud, la relación entre Oriana y él ha llegado a buen término. Ahora le corresponde a él, Amadís, conseguir unos buenos casamientos para sus hermanos, para tanta doncella y dama huésped de la Ínsula Firme y para los caballeros que tanto le han ayudado. Amadís acepta el encargo.
Amadís reune a todos los caballeros en casa de Agrajes. Les dice que su intención es casarlos y les pide sus preferencias. Agrajes toma la palabra en primer lugar. Declara a Olinda como su amada. Grasandor dice que se ha enamorado de Mabilia. Bruneo declara su amor por Melicia. Cuadragante dice que, si ella no tiene nada en contra, le gustaría casarse con Grasinda. Florestán dice que su intención era regresar a Alemania, la tierra de su madre, pero que si Sardamira le ofrece su mano está dispuesto a cambiar de idea y de destino. Los demás caballeros, más jóvenes y de menos renombre, prefieren seguir sus andanzas caballeriles y acrecentar su fama antes de ligarse a una mujer.
Amadís habla: le concede a Cuadragante el señorío de Sansueña. A Bruneo, su futuro cuñado, le otorga el reino Arábigo. Le pide que, a cambio, le ceda su futuro marquesado a su hermano Branfil. Florestán, además del reino de Cerdeña de Sardamira, recibirá el señorío de Calabria que fuera de Salustanquidio.
Agrajes, Grasandor y el propio Amadís tendrán que esperar a recibir los reinos que por herencia les corresponden.
Los día siguientes Amadís los dedica a llevar a cabo los planes acordados esa noche. Como es prolijo describir todas las gestiones realizadas, solo diré que cumplió sobradamente con lo decidido y que todas las bodas se celebraron sin contratiempo.

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