viernes, 5 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 117 (7 de 7)

Arquisil le pide a Amadís que le diga donde ha de cumplir prisión a la que está obligado. Amadís le cita para el día siguiente. Le invita a pasear a caballo y poder hablar a solas.
Al alba, tras oír misa, salen a cabalgar. Amadís le doce que ya sabe que Arquisil es el legítimo sucesor de Patín y que sería muy bien recibido por sus súbditos. Los principales caballeros romanos están ahí y Amadís se propone liberar a los que tiene presos en la Ínsula Firme para que todos puedan reunirse y nombrar como nuevo Emperador a Arquisil. Éste le agradece su idea y deja en sus manos su destino.
De regreso al monasterio, Amadís le propone visitar al hombre que más le odia. Entran en Luvania y van a la casa donde Gandales tiene presos a Arcaláus y al rey Arábigo. Entran en el cuarto donde están los prisioneros. Amadís saluda a Arcaláus y éste le pregunta quien es. Amadís le dice su nombre. Arcaláus, por fin, lo reconoce: han pasado muchos años desde que lo tuvo prisionero en Valderín. Amadís le pregunta si estaría dispuesto a cambiar de actitud y volver al buen camino. Arcaláus responde que ya es demasiado viejo para mudar de costumbres. Amadís le dice que entonces no podrá liberarle. Arcaláus le propone la cesión de todos sus castillos y tierras a cambio de su libertad. Amadís responde con un evasivo sermón y hace ademán de marcharse. Arcaláus le retiene diciendo que se apiade de él y señalando que el valor de los grandes hombres consiste en vencer y perdonar. 
Amadís y Arquisil vuelven al monasterio. Amadís envía al enano Ardián a la Ínsula Firme con mensajes: uno para Oriana y otro para Ysanjo donde le pide que le envíe a los prisioneros romanos (Brojandel de Roca, el duque de Ancona, el Arzobispo de Talancia y demás romanos).
Ardián cabalga animoso y sin descanso, día y noche, hasta llegar a la Ínsula Firme. Encuentra a Oriana en la huerta reposando. Le cuenta el feliz desenlace del conflicto. Oriana entona jubilosas plegarias de agradecimiento. La alegría es mayor al conocer que el secreto de su hijo Esplandián es ya sabido por un feliz Lisuarte. Briolanja y Melicia preguntan por ese tal Esplandián y el enano les responde que es tan apuesto que incluso a ellas las haría oscurecer. Sardamira, preocupada por la suerte de su compatriotas, pregunta por las bajas romanas. El enano responde que, aparte de las ya conocidas de Patín, Floyán y Constancio, no ha habido más muertes entre los romanos principales. Arquisil está indemne y Flamíneo, hermano de Sardamira, está herido pero no de gravedad.Sardamira dice que los muertos ya no se pueden remediar. Espera que los vivos se acuerden entre ellos y reine la paz y la concordia.
Ardián pide permiso para retirarse y entregar la otra carta a Ysanjo. Éste lee el mensaje, libera a los caballeros romanos y los envía custodiados por varios hombres (entre escoltas y hombres de apoyo, unos doscientos) al mando de su propio hijo hacia Luvania. Llegan al monasterio. Los romanos le besan la mano a Lisuarte. Pero cuando ven a Arquisil no pueden contener las lágrimas. Arquisil los aloja confortablemente. Después del descanso Amadís se reune con ellos. Les dice que en su opinión, Arquisil es el legítimo heredero del trono romano y por esa razón lo libera, y con él, al resto de romanos. Brojandel de Roca, en nombre del resto, dice que antes de tomar una decisión sobre Arquisil quieren hablar con Flamíneo. Van a visitarlo a sus habitaciones, donde se recupera de sus heridas. Brojandel le cuenta la propuesta de Amadís. Flamíneo está de acuerdo. Sin más dilación, todos los romanos se reunen y eligen a Arquisil como Emperardor de Roma. Se celebra la ceremonia donde todos ellos le prometen vasallaje y Arquisil jura los fueros.

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