sábado, 6 de noviembre de 2010

Libro IV, Capítulo 118

De esta forma, gracias a la intervención de Amadís, Arquisil fue nombrado Emperador de Roma.
Los días pasan. Aún siguen todos juntos en el monasterio de Luviana. Lisuarte se recupera de sus heridas en gran medida gracias a los cuidados del excelente médico Helisabad. El rey ya puede levantarse. Hace reunir a todos los reyes y caballeros en la iglesia del monasterio para dar un discurso: después de una introducción general, interpela directamente a Amadís y le recuerda como  llegó a su corte, como venció a Dardán, como trajo a Galaor, excelente caballero, para que sirviera en la corte de Lisuarte, como salvó a Lisuarte y a Oriana del secuestro de Arcaláus, como liberó a Briolanja, como detuvo el golpe de estado de Barsiñán padre, como venció a Cildadán en batalla, como derrotó a Cuadragante, y a Famongomadan y a Basagante, como rescató a Leonila, como acabó con Samardán el León y con Madanfabul, el gigante de la Torre Bermeja, como ganó a Ardán Canileo el Dudado,...amén de muchos otros servicios que no detalla. Y cuenta como, aconsejado torvamente por envidiosos servidores, consintió en que se apartara de su lado. Y a pesar de quedar como enemigos, volvió para ayudarle en la guerra de los Siete Reyes (de incógnito y con ayuda de Perión y Florestán). Y habla de la segunda batalla y de la providencial intervención de Amadís para lavar la afrenta hecha a Lisuarte y sus hombres... Y ahora, ¿qué galardón le puede conceder que supere o, al menos, iguale todos estos grandes servicios de Amadís? Ninguno, claro. El único premio que hiciera justicia a tanto favor sería darle la posesión de todas las tierras y castillos de Gran Bretaña por casamiento con su hija Oriana. De esta forma, Lisuarte declara a Amadís como su justo heredero.
Amadís se hinca de rodillas ante él y le dice que su deseo es servirle con la mayor obediencia y acatamiento pero no por la promesa de reinos y señoríos sino solo por haber permitido su matrimonio con Oriana.
Lisuarte lo abraza y le dice que lo quiere tanto como si fuera su propio hijo. Todos los asistentes se quedan atónitos ante la escena. Nadie sabía del matrimonio de Amadís y Oriana. Lisuarte le pide a Nasciano que cuente los detalles a la concurrencia. Nasciano así lo hace. El más asombrado es Esplandián que en un instante pasa de huérfano a tener ante si a sus dos abuelos y a su padre. Nasciano lo lleva junto a ellos. Esplandián se arrodilla y les besa las manos a los tres.
Amadís se dirige a Lisuarte y le pide su primer favor: que conceda la mano de Leonoreta en matrimonio a Arquisil, el flamante Emperador de Roma, y que permita que ambas bodas se celebren juntas. Tanto a Lisuarte como a Arquisil les parece una buena idea.
Lisuarte pregunta Perión por su hijo Galaor. Perión responde que está mejor pero aun convaleciente. Lisuarte le expresa el gran aprecio que siente por Galaor, excelente y leal caballero, y le ruega que se lo envíe a Vindilisora en cuanto se recupere. La intención de Lisuarte es ir a Vindilisora y recoger a la reina y a Leonoreta y juntos acudir a la celebración de las bodas en la Ínsula Firme. A Lisuarte le gustaría que Galaor se reuniera con ellos allí. Perión responde que así se hará. 
Amadís besa las manos de Lisuarte. Agrajes le pide que también invite a su tío Galvanes con su esposa Madasima. Lisuarte accede a su petición
Se fija la partida para el día siguiente. Se acuerda que todos se encuentren en la Ínsula Firme y luego, tras los festejos, cada uno embarcará para retornar a sus respectivos países.

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