miércoles, 27 de octubre de 2010

Libro IV, Capítulo 116 (4 de 4)

El sitiado Lisuarte no descansa. Ya se ve perdido sin remedio. La villa tiene pocas posibilidades de defensa. No resistirá un asedio. Ha tomado la decisión de morir antes que ser preso. Organiza a sus caballeros y a la gente de la villa. Los coloca en los puntos más débiles de la fortificación. Les exhorta y anima a luchar para salvar sus vidas.

El ataque final da comienzo. Los asaltantes avanzan sin temor con el apoyo de arqueros y ballesteros. Se saben virtuales vencedores. Llegan a los muros de la ciudad. Los sitiados se defienden con saetas y piedras. La muralla no es muy alta y en algunos puntos ya está derruida. En ellos se producen los primeros combates cuerpo a cuerpo. Los defensores, a pesar de su cansancio e inferioridad numérica, se baten con valentía y bravura. Consiguen contener el fiero ataque enemigo. Se producen numerosas bajas en ambos bandos. Los asaltantes están a punto de entrar en la ciudad cuando cae la noche. El ataque se interrumpe. Aseguran el cerco de la villa y descansan para reanudar el asalto al día siguiente.

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