domingo, 24 de octubre de 2010

Libro IV, Capítulo 116 (1 de 4)

El ejército del rey Arábigo alcanza a los hombres de Lisuarte en las inmediaciones de Liuvania. El rey Lisuarte dispone a sus tropas en dos haces: el primero al mando del rey Cildadán, con Norandel, Arbán de Norgales, Guilán el Cuidador y Cendil de Ganota, de dos mil caballeros: el segundo, con Arquisil, Flamíneo, Giontes y Brandoibás, de seis mil caballeros. Son fuerzas temibles si estuvieran descansados y bien armados, pero tras la batalla contra los insulofirmeños se encuentran exhaustos, maltrechos y con la mayoría de sus armas deterioradas.
El rey Arábigo coloca a Barsiñán en la vanguardia, deseoso de ganar honra y de vengar a su padre y hermano, al mando de un haz de dos mil caballeros.
El día amanece claro. Pronto los rivales se divisan. Comienzan las acometidas. En los primeros encuentros muchos caballeros son descabalgados. Barsiñán quiebra su lanza y, espada en mano, reparte golpes a diestro y siniestro. Norandel se topa con el tío de Barsiñán, hermano de su madre y regente de Sansueña durante la minoría de edad de su sobrino. Norandel le propina tal lanzazo que le perfora escudo y loriga y le atraviesa el pecho y le saca la punta por la espalda. El tío de Barsiñán cae muerto al suelo. El rey Cildadán también derriba a otros destacados caballeros de Barsiñán. Lo mismo hacen Guilán y Arbán y los otros caballeros de Lisuarte. El haz de Barsiñán está a punto de ser desbaratado pero recibe el apoyo de los hombres de Arcaláus, muy hábil con las armas a pesar de ser manco de la mano derecha por obra de Amadís. La llegada de los refuerzos de Arcaláus da un giro a la batalla. Muchos caballeros de Lisuarte son derribados aunque Cildadán, Norandel, Guilán y Cendil luchan con bravía infatigablemente. Pero su esfuerzo no es suficiente para contener el empuje de Arcaláus. Tiene que intervenir Lisuarte con el resto de sus tropas.

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