sábado, 29 de enero de 2011

Libro IV, Capítulo 128 (5 de 5)

Del castillo sale el hijo de Balán acompañado por treinta hombres armados gritando mueras al traidor. Amadís se retira a un extremo de la plaza donde hay un angosto paso entre peñas y se parapeta allí tras el escudo del gigante.
Tres de los soldados se adelantan. Le arrojan sus lanzas que no le hieren gracias al enorme escudo que le cubre cuerpo y piernas. El primer atacante avanza espada en mano pero Amadís le da tal espadazo que le parte la cabeza en dos.
Llega el segundo soldado. Recibe un golpe de espada sobre el hombro y a un lado cae su brazo y al otro cae el hombre, muerto. El resto de soldados, al ver el destino de sus compañeros, se mantienen a distancia arrojándole saetas, piedras y lanzas. Amadís se mantiene firme en su posición bien protegido por el escudo.
Mientras tanto, los servidores de Balán han llevado al gigante al interior del castillo. Balán sigue inconsciente, como muerto.
Más soldados llegan y acosan a Amadís. Los recién llegados no han visto como Amadís acabó con los dos primeros y le atacan temerariamente.
Al primero que llega, Amadís le cercena la cabeza de un solo tajo. El resto, atemorizado, se repliega a posiciones más seguras. Desde allí continúan arrojándole innumerables saetas y piedras.
El caballero-gobernador intercede por Amadís ante Bravor, el hijo de Balán, y le echa en cara que no respete la palabra dada por su padre. Bravor no soporta ver morir a su padre y no poder vengarlo. El caballero-gobernador le responde que su padre no está muerto porque Amadís no quiso rematarlo, debido al aprecio que siente por Gandalac. El joven no sabe que hacer. El caballero le propone que mantenga cercado a Amadís sin hacerle daño hasta ver la evolución de Balán. Podrá decidir su suerte al día siguiente. Bravor le pide consejo a su madre y a su abuela que le dicen que mantenga a Amadís vivo hasta ver como evoluciona Balán que se va recuperando poco a poco pero sigue semiinconsciente. La madre de Bravor sospecha que el caballero de la Ínsula Firme es Galaor o alguno de sus hermanos. Bravor, por fin, acepta la propuesta del caballero. Ordena a sus hombres que mantengan sitiado a Amadís pero sin atacarle hasta nueva orden.

Amadís pasa la noche en vela, espada en mano, esperando la muerte. Piensa que los hombres de Balán no respetarán su palabra. Encomienda su destino a Dios.

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