jueves, 27 de enero de 2011

Libro IV, Capítulo 128 (3 de 5)

Balán se ríe en su cara y le augura una rápida muerte como castigo a su ignorante temeridad. Amadís le responde que no ignora que se trata de uno de los gigantes más fuertes y temibles del mundo, pero ha venido a enfrentarse a él porque su honor le obliga a defender a dueñas desvalidas. Aunque por deferencia a algunas personas que le aprecian preferiría no tener que enfrentarse a Balán, le dice que no teme hacerlo en absoluto.
Balán concierta el combate para tres horas más tarde y le proporciona dos buenos caballos y dos lanzas. También le permite comer y descansar. Amadís reconoce su caballerosidad y cortesía y lamenta que ese buen talante no le incline al buen camino. Solo toma un caballo y una lanza. El resto de armas son las del hijo de Darioleta y su propia espada. Las armas del hijo están manchadas con su sangre y espera que es sangre le de fuerzas suficientes para vencer al gigante.
Balán se retira al interior del castillo. Amadís, el caballero-gobernador y el resto de su compaña se quedan en un soportal de la plaza. Allí les llevan comida. Aguardan plácidamente a que llegue la hora del combate. El caballero-gobernador escruta el rostro de Amadís buscando señales de flaqueza. Como no los encuentra, se maravilla cada vez más.
Se acerca la hora. Traen dos caballos y Amadís escoge uno y lo monta. Se sitúa en el centro de la plaza esperando a su rival. Toda la gente de la isla se apelotona alrededor de la plaza. Los adarves y ventanas del castillo están llenos de dueñas y doncellas. De lo alto de la Torre Bermeja suenan tres trompetas. Amadís pregunta por ese sonido. Le explican que es la señal que anuncia la salida de Balán. A Amadís le parece una gran idea, propia de un gran señor. Decide plagiarla y aplicarla en la Ínsula Firme cuando necesite hacer un combate singular de este estilo. Es una forma de enardecer el propio ánimo y acobardar al contrario.
Se abren las puertas del castillo y sale Balán armado y a caballo. Se gritan los desafíos y bravatas de rigor y empieza la justa.

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