viernes, 28 de enero de 2011

Libro IV, capítulo 128 (4 de 5)

Balán se abalanza sobre Amadís con toda su fuerza pero con la lanza un poco baja. Su lanza impacta en la cabeza del caballo de Amadís y la introduce hasta el pescuezo. Amadís, por su parte, acierta en pleno centro del escudo de su rival y lo descabalga. El caballo de Amadís cae muerto al suelo. Aunque Amadís tiene la pierna atrapada bajo el caballo, se libera rápidamente y se levanta. Balán también se ha puesto en pie, pero está algo aturdido. El lanzazo de Amadís ha sido tan certero y potente que le ha golpeado en el centro del pecho, magullando la carne y quebrando las ternillas.

Se enfrentan a pie, espada en mano. Amadís se protege con el escudo, pero el gigante se lanza sobre él brazo en alto. Ésto lo hace tanto por su soberbia y exceso de bravura como por el intenso dolor que siente en el pecho. Amadís, que lo ve venir de esa guisa, comprende que lo ha lesionado en el encontronazo. Levanta su escudo para protegerse de un golpe desde arriba del gigante.Balán descarga el golpe con toda su fuerza y corta el escudo de arriba a abajo y un tercio del mismo cae al suelo. Lo mismo le hubiera ocurrido al brazo de Amadís si el golpe hubiera sido más centrado. Amadís no se arredra y contrataca antes de que el gigante se retire. Le hiere junto al codo, corta la gruesa malla y le hiere la carne hasta la canilla. Balán, dolido del golpe, retrocede pero Amadís insiste en su ataque. Le lanza un golpe a lo alto del yelmo que hace saltar chispas como llamaradas. Es tan fuerte que deforma el yelmo y dificulta la visión al gigante.

El caballero-gobernador, viendo como lucha Amadís, se maravilla y asombra. No deja de santiguarse diciendo "¿De dónde ha salido este diablo?". Darioleta le responde que si hubiera más diablos como éste, no habría cuitados ni desvalidos ante los soberbios del mundo.

Balán intenta enderezarse el yelmo. Su brazo derecho está tan débil que apenas puede sostener la espada. Retrocede un poco más. Amadís persiste en su ataque. Lanza un nuevo golpe a la cabeza del su rival. El gigante adivina su intención y se protege con el escudo. La espada corta el escudo hasta la mitad y queda allí trabada. Balán contagolpea con su espada, pero, con su brazo derecho malherido, solo consigue un débil e inocuo golpe.

Amadís intenta desenclavar su espada y tira de ella denodadamente. Balán, por su parte, tira del escudo. En un esfuerzo supremo, Amadís rompe las correas que sujetan el escudo al brazo del gigante y se lleva espada y escudo. En esas condiciones no puede utilizar su espada. El gigante cambia la espada de mano y se lanza en fiero contrataque. Amadís se cubre ágilmente con su escudo pero no puede evitar que algunos golpes le alcancen la loriga y le hieran la carne. Ciertamente, si Balán atacara con su brazo derecho, Amadís estaría en una situación muy comprometida. Pero al usar el brazo izquierdo, sus golpes, aunque muy potentes, son poco atinados. Golpea en falso en varias ocasiones. Amadís intenta liberar su espada: retrocede con rapidez unos pasos, arroja su escudo hacia el gigante, pone el escudo de Balán en el suelo y apoyando sus pies en él, tira con todas sus fuerzas de la espada hasta desenclavarla.

Mientras, Balán ha recogido el escudo de Amadís. Es lo suficientemente liviano como para poder manejarlo con su brazo derecho. La herida del codo es importante, ha perdido mucha sangre. Y el golpe en el pecho, muy doloroso, le hace perder el resuello.

Amadís con su espada ya libre y cubierto con el escudo del gigante reanuda su ataque. Balán ve que el combate se está decantado a favor de su rival y se defiende a duras penas. Pero el dolor que siente en el pecho es tan fuerte que pierde el conocimiento y cae desvanecido al suelo.

La gente del alcázar cree que Balán ha muerto y clama venganza. Amadía le retira el yelmo y con la punta de la espada en el cuello le exige que repare el daño causado a Darioleta. Pero Balán sigue inconsciente.

Llega el caballero-gobernador y pregunta si el gigante está muerto. Amadís cree que no. El caballero-gobernador le pide que no lo mate tanto por seguridad del propio Amadís como para que Balán pueda reparar el agravio a Darioleta. Amadís está de acuerdo con él.

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