miércoles, 26 de enero de 2011

Libro IV, Capítulo 128 (2 de 5)

Navegan toda la noche y a la mañana del día siguiente llegan a la Ínsula de la Torre Bermeja. A Amadís le parece una hermosa tierra llena de espesas montañas y feraces campos y con un formidable castillo de potentes torres, en especial la más alta y antigua de ellas, la Torre Bermeja, hecha con una rara piedra. Cuenta la leyenda que fue Josefo quien edificó esa torre. Era hijo de José de Arimatea, el que trajo el Santo Grial a Gran Bretaña. Por aquel entonces solo había paganos por estos lares. Josefo pobló la isla con cristianos y construyó la torre para que sirviera de cobijo y protección a sus correligionarios. Luego llegaron los gigantes y se señorearon de la isla y de las adyacentes. De esa manera llegó a manos de Balán. Pero la población siguió siendo cristiana aunque viviera sojuzgados por los gigantes que eran, en su mayor parte, paganos. Los habitantes de la Ínsula de la Torre Bermeja vivían algo mejor ahora porque Balán era un amo tolerante y benévolo y el amor que sentía por su madre lo había inclinado a la ley de Jesucristo.
Amadís le pide al caballero-gobernador que se presente ante Balán y le diga que ha regresado la dueña con un caballero de la Ínsula Firme para vengar la muerte de su hijo y liberar a su marido e hija. El caballero-gobernador lo hace de buen grado.
Balán recibe cordialmente al caballero-gobernador, con quien mantiene unas excelentes relaciones. El caballero-gobernador le explica su encargo. El gigante le pregunta si el caballero de la Ínsula Firme es Amadís o alguno de sus hermanos. El caballero-gobernador no lo sabe, pero le parece un hombre bravo y apuesto. No sabe si le ha traído a la Ínsula de la Torre Bermeja su gran valentía o la ausencia de buen juicio. Balán reitera la promesa que le hizo a la dueña. El caballero-gobernador vuelve al barco y le cuenta lo ocurrido a Amadís. Desembarcan. Amadís le pide al marinero que acompañaba a Darioleta que no desvele su identidad. Suben al castillo. Encuentran al gigante desarmado en la amplia plaza ante el castillo. Balán le pregunta a Darioleta si ha traído algún hijo de Perión. Ella responde que sea quien sea le demandará por el daño que ha causado. Amadís añade que no es necesario que se sepa su nombre. Le exige que repare el mal que ha causado a la dueña o en caso contrario que se prepare para luchar.

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