En el real del duque todo es griterío y confusión, creados por las voces de los hombres que han salido huyendo. No consiguen apaciguar la situación hasta que clarea el día. El duque interroga a sus hombres. Le informa que unos pocos hombres, no más de diez, han roto el cerco y han podido entrar en la ciudad. El duque no se preocupa demasiado. Su intención es arrasar la villa y a sus ocupantes. Ordena a sus hombres que descansen antes del ataque.
Angriote y sus compañeros, tras su descanso, oyen misa junto a los infantes. Luego les piden que hagan llamar a los caballeros principales de la villa y que vengan armados lo mejor posible. Su intención es evaluar las tropas de que disponen y ver si es posible enfrentarse a los sitiadores en campo abierto. Pronto descubren que no. Deciden cambiar de estrategia: mientras Angriote y Branfil encabezan una incursión distractora, Bruneo y el menor de los infantes, de doce años, saldrán por el lado opuesto con el objetivo de eludir el cerco y reunirse con gentes de la comarca. Ahora, el pueblo ha visto como asesinaban a su rey, hacían huir a la reina y casi tienen presos a los infantes y está atemorizado. La leal gente de Dacia no se atreve a salir de sus casas. Si consiguen que vean al infante liberado y con ayuda de Bruneo, es posible que puedan infundirles el valor que les falta, reclutarlos y atacar el cerco. En cuanto consigan reunir un número suficiente de hombres se lo harán saber a los sitiados y harán un ataque combinado para pillar desprevenidos a los sitiadores en una pinza.
En mitad de la noche se pone en marcha el plan.
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