jueves, 23 de diciembre de 2010

Libro IV, Capítulo 125 (1 de 2)

Los reyes acuerdan que los festejo de boda duren quince días y que las ceremonias se efectuarán el cuarto día. 
Llega el día señalado. Los novios se reunen en los aposentos de Amadís vestidos con los más ricos paños. Lo mismo hacen novias, reyes y grandes señores. Todos se reunen en la huerta y juntos van a la iglesia donde les espera Nasciano. Tras la celebración de las bodas, Amadís se reune con su suegro. Le pide que hable con Oriana y le diga que pruebe el Arco de los Enamorados y la Cámara Defendida que ninguna mujer ha podido penetrar en más de cien años, después de que lo hiciera Grimanesa, la esposa de Apolidón. Lisuarte le dice que no tiene inconveniente. Habla con su hija y le transmite el deseo de su esposo. Todos escuchan con turbación la orden real, temerosos de que Oriana no supere las pruebas con su consiguiente menoscabo y vergüenza. Pero al ser orden real y deseo de Amadís, nadie se atreve a oponerse.Todos van al Arco. Melicia y Olinda también quieren intentarlo. Sus maridos no quieren forzarlas a probarse en él, pero ellas insisten en hacerlo. Melicia y Olinda son las primeras en pasar bajo el Arco. La imagen que hay sobre él tañe su trompeta y produce una dulce melodía con gran alivio y contento de los presentes. Es el turno de Oriana. Un instante antes de pasar bajo el Arco, se gira para mirar a su esposo y le muestra su sonrojado rostro. Oriana pasa el Arco y la imagen entona un dulcísimo son y de la trompeta salen despedidas tantas flores y rosas que en poco tiempo el campo queda cubierto de ellas. La melodía es totalmente diferente a otras y tan dulce que provoca gran deleite entre los presentes y nadie quiere moverse de su sitio.

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