domingo, 19 de diciembre de 2010

Libro IV, Capítulo 123 (2 de 3)

Alojan a Lisuarte y a su esposa en las habitaciones de Oriana y a Perión y Elisena en las de Sardamira. Oriana y las damas que se van a casar se trasladan a lo más alto de la torre. Amadís dispone ricas mesas en los soportales de la huerta y allí comen todos en alegre compañía.
Cildadán se aloja con su tío Cuadragante. Amadís acoge en sus aposentos a Arbán de Norgales, a Guilán el Cuidador y a Grumedán. Norandel se acomoda con su amigo Galaor. Agrajes invita a sus habitaciones a su amado tío Galvanes, mientras Madasima se va con Oriana y el resto de las damas a la torre. Esplandián, de la misma edad que el rey de Dacia, enseguida congenia con él y le invita a sus habitaciones. Serán grandes amigos y juntos vivirán grandes aventuras como se contará en las "Sergas de Esplandián" donde, entre otras, conoceremos las andanzas de Maneli, Talanque y Leonorina de Constantinopla.
Al día siguiente se celebran los matrimonios. Todos tienen prisa en volver a sus respectivas tierras: unos para tomar posesión de sus nuevos señoríos, otros para luchar contra sus enemigos o ayudar a sus amigos. Están todos reunidos en la huerta cuando oyen un gran griterío de la gente que está fuera. Preguntan por la causa de tanto grito. Les dicen que algo extraño y espantoso se acerca por el mar. Los hombres van al puerto, las mujeres suben a lo alto de la torre. Todos ven como se acerca un humo negro y espeso. En medio de ese humo aparece una serpiente mucho mayor que cualquier barco, de grandes alas, cola enroscada, y de cabeza, dientes y boca grandes y terroríficos. De sus narices sale el humo negro. Emite espantosos roncos y silbidos. Echa enorme gorgozadas de agua por la boca. Los caballeros que la contemplan se quedan atónitos, paralizados, sin saber que hacer.
La serpiente se acerca y de pronto da tres o cuatro vueltas de través, sacude las alas y hace crujir sus conchas. El ruido atemoriza a los caballos que huyen en desbandada. Los caballeros discuten como defenderse del monstruo cuando de un costado de la sierpe sale un batel todo tapizado de rico paño de oro. En él viaja una dueña flanqueada por dos donceles. Feos enanos reman. Lisuarte cree que se trata de Urganda la Desconocida pues la escena le recuerda su última aparición, cuando estaban en Fenusa. Amadís está de acuerdo con Lisuarte. El batel llega a tierra. Esfectivamente es Urganda. Se muestra ante ellos en su forma real, ni muy vieja ni muy niña. Desembarca acompañada por sus donceles, muy hermosos y vestidos con ricas vestimentas adornadas con pedrería de gran valor.

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