sábado, 11 de diciembre de 2010

Libro IV, Capítulo 122 (5 de 6)

Bruneo y el infante entran en la villa con los prisioneros. La gente del pueblo se maravilla de ver vencidos a aquellos dos que poco antes habían venido a atemorizarles. Bruneo les increpa por no haber salido en defensa de su rey y de sus hijos. Los villanos se avergüenzan. Su portavoz los justifica alegando la carencia de un líder que los guiara. Bruneo les cuenta como la reina les pidió ayuda a ellos, los caballeros de la Ínsula Firme. Al enterarse de que e un caballero de Amadís todos se ponen a sus ordenes para liberar a los infantes. Bruneo les dice que se preparen juntando armas y hombres. Mientras, él irá a una villa cercana para reunir más gente. Cuando sean un número suficiente, marcharán hacia la villa sitiada. Después de comer, Bruneo se dispone para cabalgar a la segunda ciudad. En ese momento llegan dos peones. Traen noticias de la incursión nocturna de Angriote y sus compañeros. Cuentan como han apresado al duque y como la confusión reina entre los sitiadores. Se rumorea de que van a retirarse pronto. Los peones son de una aldea cercana a la villa sitiada, y vienen a prevenir a las gentes de Alimenta para que se guarden de la rapiña del ejército del duque en desbandada. Ante tal noticia, Bruneo reune a los hombres principales de la villa. Ya no es necesario juntar más gente, con los hombres de Alimenta será suficiente. Hay que darse prisa y atacar, no sea que toda la gloria se la lleven los de la villa sitiada.
El resto del día lo ocupan en preparar las armas lo mejor posible. Todos trabajan con diligencia y ánimo que les infunde el deseo de venganza por la humillaciones sufridas. Llegada la noche, Bruneo da orden de marchar hacia el sitio. Le pide al infante que se quede en Alimenta, lugar seguro, pero el muchacho insiste en permanecer a su lado. Cabalgan toda la noche hasta un lugar cercano al real del duque. Bruneo ordena al guía que haga la señal convenida para sincronizar el ataque con los de la villa. Su intención es atacar un poco antes del alba. Los hombres del duque ya no tienen ninguna esperanza de rescatar a su jefe. Al ver tanto juego de luz tanto dentro como fuera de la ciudad adivinan el inminente ataque a dos bandas, y deciden levantar el sitio y huir. Recogen con rapidez heridos y fardaje y con sigilo se retiran.

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