lunes, 20 de diciembre de 2010

Libro IV, Capítulo 123 (3 de 3)

Urganda se acerca a Lisuarte con la intención de besarle las manos pero él no se lo permite y la abraza. Lo mismo hacen Perión y Cildadán. Urganda se vuelve hacia el Emperador de Constantinopla y le dice que aunque no se conocen, ella sabe que es un hombre noble y de valía. Por eso se ofrece para hacerle el servicio que necesite, que, aunque viva lejos de su morada, Urganda no tiene problemas en recorrer grandes distancias en poco tiempo. El Emperador le agradece su oferta y queda muy contento por recibir sus favores. Urganda le dice que gracias a ella le será restituido el primer fruto de su generación. Urganda habla ahora con Amadís. Le dice que quiere abrazarlo y que ahora que ha llegado a la cumbre, pocos favores suyos ha de necesitar. Pero debe permanecer vigilante para no perder lo ganado. Amadís le responde que le agradece todas las mercedes que hasta la fecha le ha concedido. A continuación, Urganda habla con Galaor. Les dice a él y a Cildadán que quiere hablar con ellos más tarde, pues piensa quedarse unos días en la Ínsula Firme. Por último, la hechicera envía a los enanos a la serpiente en busca de palafrenes para ella y sus donceles. Los caballeros salen en busca de sus caballos huidos, aterrorizados por la serpiente. Ya todos con montura van al palacio donde les esperan reinas y damas. Antes de entrar, Urganda habla con Esplandián y le encomienda un tesoro para que lo guarde. Y le entrega a los dos donceles (?). 
Entran en la huerta. Urganda es recibida por las damas con alegría y cordialidad. Urganda alaba tal colección de bellezas, grandes en hermosura y virtud. Entra en la torre con ellas. Pide permiso para alojarse junto a Oriana y sus invitadas. Así pasan la noche en alegre compaña.

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