martes, 19 de enero de 2010

Libro III, Prefacio. Primera parte.

Al rey Lisuarte le irritó la victoria de Angriote y Sarquiles. No porque le apenara la muerte de los hijos de Gandandel y Brocadán (se había dado cuenta que los consejos que había recibido de ellos eran torticeros e interesados y ya no les tenía aprecio, ni a los consejeros ni a su descendencia), sino por lo que suponía de gloria para Amadís y sus caballeros y menoscabo de la suya propia. En cuanto supo que los heridos se habían restablecido lo suficiente les envió un mensaje con la orden perentoria de que abandonaran presto su reino. Los caballeros protestaron ante Grumedán, especialmente Brián de Monjaste y Gavarte de Val Temeroso, pero al poco levantaron el campamento y partieron haciua la Ínsula Firme. Al tercer día de viaje se toparon con Gandeza, la sobrina de Brocadán y amante de Sarquiles, que se unió al grupo, pues huía de la venganza de su tío. Grumedán transmitió las quejas de los caballeros a Lisuarte, lo que le produjo una mayor irritación y un mayor empecinamiento en su postura. Arbán de Norgales intenta mediar. Le dice al rey que aún hay tiempo para recuperar a Amadís y sus caballeros con unas mínimas concesiones. El rey se aferra a su decisión de ceder Mongaza a Leonoreta e incluso decide enviar a Cendil de Ganota a desafiar a los caballeros de la Ínsula Firme.
Gandandel y Brocadán recogen a sus muertos y, acompañados de sus esposas, servidumbre y compaña, se retiran a una pequeña isla, propiedad de Gandandel, donde acabarán sus tristes vidas sin más mención en esta historia.
Lisuarte reune a sus leales caballeros y les contagia su odio contra los caballeros de la Ínsula Firme. Envía a Cendal a la Ínsula para desafiarlos. Lisuarte se retira a Gracedonia, villa cercana a Miraflores. Oriana se alegra de esta decisión: se acerca el momento del parto y así se facilita el cumplimiento de sus planes.

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