sábado, 9 de enero de 2010

Libro II, Capítulo 63, primera parte

Amadís va al palacio para despedirse del rey. [Ahora viene una relación de caballeros cuya nomenclatura no está muy fijada. Pongo las variantes entre corchetes]Con la misma intención le acompañan Galvanes, Agrajes y Florestán, Dragonís y Talomir [o Palomir](cohermanos de Amadís), Bruneo y su hermano Branzil [o Branfil], Angriote, su hermano Grondomán [o Grindonán] y su sobrino Pinorés [o Pinores]. Cuadragante también se despide del rey reprochándole su actitud, aunque éste desprecia su opinión. También se marchan Landín (sobrino de Cuadragante), Brián de Monjaste [o Bonjaste] (hijo del rey Ladasán de España y de una hermana de Perión de Gaula), Gandiel Urlandín (hijo del conde de Urlanda), Grandores, Madancil [o Madansil] de la Puente de Plata, Nicorán [o Listorán] de la Torre Blanca, Ledaderdín [o Ledaderín o Ledadín] de Fajarque, Tradiles [o Transiles] el Orgulloso y Don Gavarte [o Gabarte] del Val Temeroso.
Amadís desea despedirse de la reina, pero Lisuarte no se lo permite. Le envía su despedida mediante Grumedán. Se retira con sus amigos y tras la comida se dirigen hacia la Ínsula Firme: llega a formarse un grupo de más de quinientos caballeros, todos de gran linaje y pericia con las armas, muchos hijos de reyes, condes y nobles.
Oriana se queda triste y desconsolada, aunque Mabilia la consuela diciendo que hasta ahora Amadís había compartido la gloria con su padre el rey, pero a partir de ahora será toda para él y en honor a su amada.
Otros caballeros acuden a despedir y honrar a los que se marchan: el rey Arbán de Norgales, Grumedán, Brandoibas, Quironante, Giontes (sobrino del rey Lisuarte), Listorán el Justador,... Todos hacen votos de amistad con Amadís. Llega Guilán, atribulado. Su deseo es acompañar a Amadís, obligado por todos los favores que ha recibido de él y sus hermanos, pero no puede hacerlo por las circunstancias de su vida y de su hacienda. Se despiden haciendo promesa de amistad eterna. (Guilán también está enamorado de Oriana)
El grupo llega al anochecer a la ribera del mar y acampa. Al día siguiente, Lisuarte advierte cuanto ha menguado su grupo de caballeros. La duda le asalta: quizás ha obrado equivocadamente. Brocadán y Gandandel intentan que no cambie de opinión. Lisuarte los rechaza de forma desabrida.
Una doncella de Briolanja llega con noticias para Oriana de la Estancia de Briolanja en la Ínsula Firme: Briolanja estuvo cinco días en la isla. Primero se alojó en una posada a una legua del castillo. A la hora de comer la llevaron a una gran sala ricamente labrada. Junto a ella había una cueva oscura y profunda. Más allá, un castillo con una hermosa torre. Desde las ventanas de la torre se podía ver todo lo que ocurría en la sala. La reina y sus doncellas comieron en la torre, sus caballeros, en el castillo. Ya estaban en el segundo plato cuando oyeron unos fuertes silbidos y vieron humo saliendo de la cueva. De ella, súbitamente, salió una serpiente gigantesca que echaba humo por narices y boca y sacudía con violencia la cola. Tras ella salieron dos leones que lucharon ferozmente con la serpiente hasta caer desfallecidos. La serpiente los recogió con la boca y se metió en la cueva. Tras este emocionante espectáculo, la reina y sus acompañantes terminaron la comida. El segundo día llevaron a la reina de excursión por la isla. Por la noche la alojaron en una cámara ricamente adornada. A medianoche se abrieron las puertas con estrépito: en la cámara entró un ciervo con candelas encendidas en los cuernos. Era de cuerpo blanco y cuello y cabeza negros, con un cuerno dorado y el otro rojo. Tras el ciervo, acosándolo, venían cuatro perros. Y más atrás, un cuerno de marfil con vergas de oro que flotaba en el aire y sonaba excitando a los perros. El ciervo, perseguido por los perros, corrió por la habitación, saltando sobre las camas hasta verse acorralado y solo pudo escapar saltando por la ventana. Los perros salieron tras él. La reina y sus doncellas quedaron sobresaltadas, con la ropa de cama revuelta y por el suelo. En ese momento llegó una niña pequeña con dos doncellas y una dueña con velas encendidas. La niña preguntó a la reina que hacía levantada a esas horas. La dueña le dijo que esa noche no habría más emociones y que podían dormir tranquilas.
El tercer día las llevaron a un bosque con pinares, prados y ríos. Llegaron a una casa redonda con doce columnas de mármol, paredes de cristal, puertas de oro y plata y en cada columna, dentro de la casa, una imagen de cobre de gigantes armados con arcos y flechas. Si alguien intentara entrar en esa casa sería reducido cenizas al ser alcanzado por las flechas ardientes de los gigantes. Para mostrárselo, introdujeron en la casa dos gamos y un ciervo. Y murieron carbonizados. Leyeron un mensaje grabado en las puertas: nadie podrá entrar salvo aquellos que amen tanto como amaron Apolidón y Grimenesa. Deben entrar juntos, no por separado. Cuando lo hagan y tengan ayuntamiento en su interior, todos los encantamientos de la isla cesarán. La reina preguntó a Ysanjo y a Enil por la serpiente y los leones y por el ciervo y los perros. Ysanjo no supo contestar, solo sabía que sierpe y leones luchaban cada día y los perros acosaban al ciervo cada día y que terminaban arrojándose de la ventana a un lago que creía que estaba comunicado con el mar.
El cuarto día visitaron el castillo principal. Briolanja pasó bajo el Arco de los Enamorados: la trompa sonó melodiosa y en el jaspe apareció un nueva inscripción: "Briolanja, hija de Tagadán, rey de Sobradisa, es la tercera doncella que aquí entró".
El quinto día visitó la Cámara Defendida: sobrepasa el padrón de cobre y llega al de mármol. Lo lee y lo supera pero a tres pasos de la puerta, tres manos surgidas de no se sabe donde la agarran de los cabellos y la arrastran hasta fuera.
Al día siguiente, la reina partió hacia Sobradisa.

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