viernes, 21 de mayo de 2010

Libro III, Capítulo 81 (1 de 3)

El rey Lisuarte está determinado a entregar a su hija a los romanos. Nada le hace cambiar de opinión. Intenta convencer a su hija por las buenas sin éxito. Airado, habla con su esposa, la reina, para que lo intente, cosa que hace muy a su pesar. Tampoco Brisena consigue convencer a Oriana, que del disgusto y la pena se queda traspuesta por un vahido. El rey dispone que la embarquen en ese estado. Olinda, de rodillas y llorando, le implora al rey que la envíe de vuelta con su padre, que ella tampoco quiere ir Roma. Lisuarte, inflexible, también la obliga a embarcar. Las acompañan Mabilia y la Doncella de Dinamarca. Con lágrimas en los ojos, Lisuarte se despide de su hija. Está triste pero firme en su decisión. La encomienda a Salustanquidio, Brojandel de Roca y al Arzobispo de Talancia. Se va dejando a todas las doncellas tristes y llorosas. Salustanquidio y Brojandel deciden encerrar a Oriana junto a Mabilia en un camarote ricamente ornado. El resto de damas se quedan con Sardamira. Salustanquidio, muy enamorado de Olinda, se la lleva a su nave junto a unas pocas doncellas. Con todo dispuesto, zarpan hacia Roma. Colocan la enseña imperial en el mástil de la nave que lleva a Oriana. Al poco de iniciar viaje aparece la flota de la Ínsula Firme, por babor. Vienen en tres grupos que pugnan por abordar la nave imperial y ser los primeros en liberar a Oriana: En el primero van Agrajes, Cuadragante, Dragonís y Listorán de la Torre Bermeja; en el segundo, Florestán, Gavarte del Val Temeroso, Orlandín e Ymosil; en el tercero va Amadís.

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