miércoles, 28 de abril de 2010

Libro III, Capítulo 78 (1 de 2)

El CVE navega junto a Grasinda y sus amigos destino a Gran Bretaña. Bordean las costas españolas hasta llegar al Atlántico. El final del viaje se acerca, y eso les llena de alegría. Amadís decide cambiar una vez más de apodo. Desde ahora se hará llamar El Caballero Griego. Reparte las espadas que le regaló Menoresa: una a Angriote, otra a Bruneo y se reserva la última para él mismo. Gandalín guarda la espada verde para que no delate a su señor. El mar está bravío y Grasinda sale a cubierta para apoyarse en la borda. La acompañan el Caballero Griego, Angriote y Bruneo. Ven acercarse una fusta. A gritos les piden que se identifiquen: son de la Ínsula Firme. Intercambian unas frases y se dan a conocer: son Dragonís y Enil que han salido en busca de Amadís. Les informan que Lisuarte está en Tagades, frente a la costa normanda, con su corte y los expedicionarios romanos. Están negociando la boda entre Patín y Oriana. Les cuentan como sufre Oriana ante esa perspectiva, con cierto alivio por parte de Amadís. Saben todas estas noticias por boca de Florestán que ha llegado a la Ínsula Firme para reunirse con Agrajes, Mandancil de la Puente de Plata, Gavarte del Val Temerosos y Elián el Lozano, Cuadragante y Landín. Florestán les trajo esas nuevas y les contó sus combates contra los caballeros romanos de Sardamira.
Amadís llama en un aparte a Gandalín y le dice que pase con el enano a la fusta de los de la Ínsula Firme. Una vez allí, les contará que el Caballero Griego es Amadís, que les pide que vuelvan a la Ínsula Firme y allí se preparen y reunan a todos los caballeros de la Ínsula Firme a la espera que Amadís se una a ellos en unos quince días. Dragonís y los suyos así lo hacen. Grasinda y sus hombres continúan viaje a Gran Bretaña.
Lisuarte, en Tagades, recaba consejo sobre el casamiento de su hija. Llama a Argamón, su tío, que estaba enfermo en su casa aquejado de gota. Argamón sospecha para que lo llama su sobrino y aunque no quiere comprometerse no puede desoír su llamada. Ante el rey, Argamón sigue indeciso, señala los pocos pros y las abundantes contras del proyecto matrimonial. Aún así, sigue sin definirse ni tomar postura.

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