sábado, 24 de abril de 2010

Libro III, Capítulo 76 (2 de 3)

El primer caballero jactancioso se lanza contra Florestán. Rompen las lanzas en el encontronazo. El romano cae y se parte el brazo derecho y queda tendido en el suelo conmocionado. Florestán ordena a su escudero que recoja el escudo del caído y lo cuelgue de un árbol cercano. Florestán se coloca en posición a la espera del segundo caballero. Comienza la justa. Florestán golpea tan fuerte al romano que le arranca del caballo con silla de montar incluida. Su lanza atraviesa el escudo y hiere al romano en la carne. Desde su caballo Florestán ironiza: "Puesto que habéis conservado vuestra silla, quedáosla, que yo me quedaré con vuestro caballo". Y lo dice en voz muy alta, con sorna y guasa, para que lo oigan las damas y el resto de los romanos. Grumedán hace un jocoso comentario sobre la aptitud caballeresca de los romanos. Gramador, el más principal de todos ellos, se irrita y dice que pronto llegará su turno y hará callar a Florestán. Y que todavía tendrá fuerzas para ajustar cuentas con Grumedán. Éste le responde que no tiene inconveniente en luchar con él si se da el caso. El escudero de Florestán recoge el segundo escudo romano. Le retiran al herido la punta de lanza que le hiere el costado. El romano lanza un alarido de dolor y pide confesión.
Florestán se enfrenta al tercer caballero, que monta un potente caballo, aunque sale con menos ímpetu que sus compañeros precedentes. Entra en la justa de soslayo y yerra el golpe con su lanza. Florestán. le alcanza en el yelmo, le rompe los lazos y se lo arranca. El romano a duras penas consigue mantenerse encima de su caballo agarrado al cuello de su montura. Florestán le ataca con saña con su lanza. El romano se defiende con su escudo, aunque Florestán lo hace tan fuerte que el romano tiene que ir retrocediendo. Florestán le golpea en la cabeza y el romano, aturdido, pierde las riendas. Florestán arroja su lanza y le arranca el escudo al romano. Le golpea dos veces con él en la cabeza hasta que el caballero cae al suelo. Florestán se lleva caballo y escudo del romano y vuelve a ponerse en posición.
Tras cruzar lanzas con el cuarto caballero, el romano cae al suelo y se parte el tobillo sin poder levantarse. Florestán hace recoger el cuarto escudo.
Llega el turno de Gradamor que se lanza sobre Florestán vociferando amenazas. Tras un durísimo choque, Florestán perfora el escudo de su rival y lo derriba. Gradamor cae en una charca embarrada. Florestán se lleva escudo y caballo. Grumedán comenta jocoso que luchará contra Gradamor en cuanto éste seque sus armas y consiga otro caballo. Sardamira se irrita por las baldías bravatas e incompetencia de sus caballeros. Gradamor se levanta cubierto de lodo y, encolerizado, reta a Florestán a seguir el duelo a espada, ya sea a pie o a caballo. Florestán, con sorna, acepta continuar la lucha a pie.

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