lunes, 21 de junio de 2010

Libro IV, Capítulo 95 (2 de 3)

Cuadragante y Brian salen de la nave ricamente ataviados y con sus mejores armas. Tardan tres días en llegar ante Lisuarte. La gente los ve pasar y los maldicen por haber traicionado al rey Lisuarte. Sin embargo, otros más sabedores del asunto, culpan al rey por haberse dejado aconsejar por hombres envidiosos y malvados. Llegan a la corte, se presentan ante el rey y lo saludan con cortesía. Lisuarte les recibe con amabilidad. Cuadragante le elogia por permitir su visita. Le cuenta que viene enviado por Amadís y los caballeros insulofirmeños. Le reprocha que haya desheredado a su hija mayor y se la haya entregado a los romanos. Los caballeros de la Ínsula Firme decidieron rescatar a la princesa. De ahí, el asalto y posterior derrota de la flota romana. Oriana y sus doncellas están en la Ínsula Firme donde han sido acogidas con la mayor hospitalidad, reverencia y devoción. Le pide al rey que restituya a su hija en sus derechos al trono y que perdone a los caballeros de la Ínsula Firme.
El rey responde con dureza: no hay gloria en asaltar a unos romanos que viajaban sin recelo ni especial defensa. Los caballeros de la Ínsula Firme no son quienes para rectificar una decisión que ha tomado un rey cuya autoridad proviene directamente de Dios.
Brian responde que solo han de responder por sus actos ante su propia honra y ante Dios.
Se despiden del rey y salen. Grumedán les acompaña hasta las puertas de la villa. Grumedán les dice que confiaba en la reconciliación de Lisuarte con los caballeros insulofirmeños, pues conoce la nobleza y discreción de ambas partes. Pero ahora, tras la entrevista, cree que esa reconciliación está más lejos que nunca. Les pregunta por Amadís, cómo se encuentra y que ha sido de su vida...
Brian dice que Lisuarte ha cometido una gran injusticia con su hija y que los caballeros de la Ínsula Firme solo han querido repararla. Y si el rey no se aviene a razones, se va a meter en un conflicto del que va a salir malparado. Le desvela que el Caballero Griego era en realidad Amadís, con gran sorpresa de Grumedán. Les pregunta por los dos caballeros que le cedió el Griego para que le ayudaran en su disputa contra los romanos. Brian responde riendo que eran Angriote y Bruneo. Grumedán entiende que la fácil victoria obtenida se debe a la gran calidad de los dos caballeros que le flanqueaban. Cuadragante afirma que Grumedán se hubiera bastado solo para acabar con los romanos. Grumedán expresa sus simpatías por los caballeros insulofirmeños y que está dispuesto a favorecer una solución al conflicto.

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