jueves, 25 de marzo de 2010

Libro III, Capítulo 73 (2 de 2)

Desembarcan en la isla. Todos están atemorizados. Amadís acomoda a la tripulación en el castillo, que está deshabitado como el resto de la isla, y parte acompañado por Gandalín en busca del Endriago. Cuando lo encuentran, los caballos se asustan tanto que no pueden acercarse a él cabalgando. Amadís lo ataca a pie. El primer lanzazo le atina en un ojo, y allí le deja clavada la punta de su lanza. Luego le golpea el cuerpo con su espada, pero las conchas son tan fuertes que no hace mella en ellas. Amadís sospecha que su único punto débil son los ojos y allí dirige sus golpes. Con un afortunado mandoble, Amadís introduce su espada por el orificio nasal del monstruo que atraviesa los huesos del cráneo hasta alcanzar los sesos. Amadís aprovecha esta herida casi mortal para clavar varias veces la espada en la boca de la bestia. El Endriago muere tras lanzar un horrísono grito de agonía. Amadís cae desfallecido por el esfuerzo realizado y las heridas sufridas. Gandalín le auxilia. Pide ayuda haciendo sonar su cuerno. Acuden el enano y Helisabad. El médico atiende a Amadís. Lo llevan en andas al castillo, donde se recupera. A los tres días, Amadís ya está dispuesto a partir hacia Constantinopla y retornar junto a Grasinda una vez cumplido el plazo de un año.

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