jueves, 18 de marzo de 2010

Libro III, Capítulo 73 (1 de 2)

El Caballero de la Verde Espada y sus hombres se dirigen en barco hacia Constantinopla, pero una tempestad los desvía de su rumbo y les hace llegar a la Isla del Diablo. Helisabad les cuenta la historia de esa isla: Allí señoreaba Bandaguido, gigante fiero y batallador, que había sometido a las ínsulas de los alrededores. Casó con una giganta buena con quien tuvo una hija, Bandaguida. Ésta, que se hizo muy hermosa, no consiguió pretendiente, pues todos temían a su padre. Al final, Bandaguido y su hija tienen una relación incestuosa. Decidieron asesinar a la madre, la giganta buena. La hija condujo a su madre hasta un huerto y en un descuido la arrojó a un pozo donde la giganta se ahogó. Bandaguido anunció su boda con su propia hija. Un oráculo vaticinó que de esa unión surgiría el ser más fuerte y bravo del mundo entero. Brandaguido engendró en su hija un monstruo, el Endriago: cubierto de pelo por completo, y sobre el pelaje, durísimas conchas impenetrables, de recios brazos y piernas, con negras alas membranosas, con cuatro colmillos de más de un codo de largo, de ojos rojos y brillantes. Cuando nació, su padre lo puso al cuidado de sucesivas dueñas. La primera ama de cría que lo amamantó, murió empozoñada. Las siguientes se negaron a cuidarlo. El gigante pidió consejo a su oráculo, que estaba formado por tres ídolos: un hombre, un león y un grifo. El hombre dijo que la apariencia de su hijo tenía como fin acabar con la cristiandad, el león dijo que le había dado su fuerza y el grifo, que le había dado sus alas, sus garras y su agilidad. Le aconsejaron que para su crianza siguiera sacrificando amas, pero que cuando muriera la tercera, lo alimentara con leche de vaca durante un año. Así lo hizo. Al cabo de un año, Bandaguido y su esposa-hija acudieron a ver a su retoño. Cuando su madre se acercó, el Endriago saltó sobre su cara y la hirió con tanta gravedad que la mató. El gigante intentó defenderse, pero el monstruo le arrancó una pierna y Bandaguido murió emponzoñado. El Endriago escapó del castillo matando a gente por doquier y se refugió en los montes. Se dedicaba a recorrer la isla devorando a cualquier ser vivo, animal o persona, que tuviera la desgracia de toparse con él. En poco tiempo, ya sea por muerte o huida, la isla quedó deshabitada.
Han pasado cuarenta años desde entonces. Amadís decide desembarcar y acabar con el monstruo.

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