martes, 10 de agosto de 2010

Libro IV, Capítulo 105 (2 de 4)

El rey Perión es quien llega primero, por cercanía y premura. Es recibido con manifestaciones de alegría. Toda la Ínsula Firme le homenajea a su llegada.
Oriana está triste. Maldice esta discordia que enfrenta a su padre con su amado. Las señoras que la acompañan intentan consolarla y distraerla. La suben a una alta torre del castillo y le muestran el despliegue de tropas en la explanada que hay frente a la fortificación. Mabilia le pregunta si no cree que tiene al mejor amigo y servidor del mundo. Oriana contesta que está en una cruel disyuntiva entre el amor de su vida y su padre, a quien ama a pesar de la injusticia que con ella cometió. Teme perder a alguno de los dos y de ahí su tristeza.
Oriana llora y Mabilia la intenta consolar. Al rato, se retiran a sus habitaciones.
Perión, acompañado de Grasandor y Agrajes, quiere visitar a Oriana. Le solicita audiencia. Oriana le recibe acompañada del resto de las damas. Se saludan con cordial cortesía. Perión saluda también al resto de damas. Mabilia quiere arrodillarse ante él, pero el rey se lo impide y la abraza con cariño. Le dice a su sobrina que pronto llegará Gandalín con su hija Melicia para acompañarlas. Mabilia se alegra por la inminente llegada de su prima. Oriana también tiene ganas de conocerla.
Perión le dice a Oriana que ha venido a servirla y que mucho se extraña de la actitud de Lisuarte y de su empecinamiento en una decisión palmariamente errónea. Oriana señala que Perión se merece la fama que tiene en el mundo entero de hombre preclaro, y que es un digno padre de tan dignos hijos. Le pide que si hay una mínima posibilidad de mediar ante su padre para evitar el conflicto, que interceda. Perión se lo promete aunque piensa que ya es demasiado tarde. Oriana le agradece su intención.

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