martes, 3 de agosto de 2010

Libro IV, Capítulo 104 (1 de 2)

Guilán, tras veinte días de travesía, llega a Roma. Patín le recibe con gran despliegue de fasto y alharacas. El Emperador esperaba recibir a su prometida Oriana escoltada por su primo Salustanquidio. Hace ya un tiempo que recibió una carta de Salustanquidio anunciado su pronta llegada y ya se estaba impacientando por su tardanza. Patín reconoce a Guilán. Lo había visto en la corte de Lisuarte cuando visitó la Gran Bretaña. Le pregunta, confiado, donde ha dejado a Oriana y Salustanquidio. Guilán le presenta la carta de creencia de Lisuarte y le cuenta lo sucedido: la partida de la expedición romana, el ataque de los caballeros de la Ínsula Firme, la muerte de Salustanquidio, la captura de Brojandel, el Arzobispo de Talancia, el Duque de Ancona....y Oriana conducida con Sardamira a la Ínsula Firme. El rey Lisuarte no ha querido emprender una acción de rescate hasta saber lo que Patín quiere hacer. El Emperador queda abrumado aunque acierta a contestar que es a él a quien corresponde responder a esta afrenta. Guilán ofrece las fuerzas de Lisuarte para una acción conjunta.
Guilán parte de regreso a Gran Bretaña. No está contento. Patín le transmite una pobre impresión: cree que es un hombre desconcertado y de frágil voluntad. La ineptitud del jefe será fácil encontrarla entre los que manda. Un aliado así solo puede traer mengua y deshonra para el rey Lisuarte. Todo el camino de vuelta va lamentado que los errores de Lisuarte hayan conducido a la pérdida de unos caballeros tan valiosos como Amadís y sus amigos y que ahora los tengan como adversarios.

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