sábado, 12 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 60

Por la noche, tras la cena, Lisuarte y su gente ven como dos fuegos se acercan por el mar. Todos se asustan. Cuando están más cerca descubren que se trata de una galera que lleva dos grandes cirios prendidos. La gente se asusta temiendo que el fuego pueda afectar a la villa. El rey acude con cincuenta caballeros a la costa. Amadís, Guilán y Enil ya se habían adelantado. De la galera desembarca una dama vestida de blanco con una arqueta de oro en sus manos. De ella saca una candela encendida y la apaga arrojándola al mar. Cuando se apaga, también se apagan los grandes fuegos. Solo persiste algo de lumbre en los cirios que permite alumbrar toda la ribera. La dueña retira el paño de la galera y muestra que está toda ornada con ramas y flores. En su interior se oye tañer instrumentos. La música cesa y al poco salen diez doncellas con guirnaldas de flores y vergas de oro en sus manos. La dueña le dice a Lisuarte: "Soy Urganda". Viene a avisar a Amadís. No debe perder el tiempo en la búsqueda de Galaor, no lo va a encontrar. Pero no debe preocuparse por él. Está bien, se recupera de sus heridas con rapidez. El rey invita a Urganda a su castillo. Ella declina, prefiere quedarse en su galera. Pero le pide que al día siguiente le envía una escolta de cuatro caballeros: Amadís, Agrajes, Bruneo y Guilán. Todos se van a dormir. El rey deja un grupo de veinte ballesteros para que custodien la galera.
A la mañana siguiente vuelven los cuatro caballeros designados para la escolta de gala. Llevan doce palafrenes para las doncellas. La comitiva se pone en marcha. Los cuatro caballeros flanquean a Urganda que expresa su contento de verse tan bien acompañada..., y porque también ella está enamorada...¿de Amadís?
Llegan a palacio. Urganda habla con el rey y pondera la lealtad de sus caballeros. Luego habla con la reina y alaba el valor, la lealtad y el amor de Amadís, como símbolo de todos los caballeros del rey Lisuarte. También felicita a la doncella del tocado, afortunada beneficiaria del gran amor de Amadís. Al oír esto último, Oriana, la Doncella de Dinamarca y Mabilia temen que pueda desvelar el amor secreto entre Oriana y Amadís con gran vergüenza para todas. Amadís, para tranquilizarlas, se adelanta y le pregunta si sabe la identidad de la doncella del tocado. Urganda le responde que nadie mejor que él para desvelar su identidad, puesto que la libró de Arcaláus y de su sobrino Lindoraque. Amadís dice que siempre la vio con la cara tapada(?). Urganda responde que se trata de una mujer bienamada, que vive en el reino de Lisuarte, socialmente bien situada, de madre extranjera y se niega a desvelar más datos sobre ella. La reina le pregunta si es dueña o doncella. Urganda le responde con evasivas. Llega la noche. Urganda se aposenta en la misma habitación que Oriana, Briolanja y Mabilia. Hablan y ríen largamente hasta quedar dormidas. Urganda advierte que Oriana no duerme. Le pregunta por la razón de su desvelo. "¿Es, quizás, la ausencia de su amante?". Oriana se sonroja, pero Urganda la tranquiliza.No va a revelar a nadie su secreto. Para evitar que las oigan sus compañeras de habitación, saca un librito y hace un conjuro. Así no despertarán y cualquiera que entre en el cuarto caerá dormido. Oriana lo comprueba: intenta despertar a Briolanja y Mabilia sin éxito. Llama a la Doncella de Dinamarca, que en cuanto traspasa el umbral de la puerta cae redonda al suelo. Entonces le pregunta a Urganda sobre su futuro. Le contesta que un fiero león vendrá y la aterrorizará a ella y a los suyos . De un zarpazo le quitará su corona que ya no recuperará. Saciará su hambre con su carne y la llevará a una profunda cueva. Oriana queda despavorida ante tan truculento augurio. Urganda la tranquiliza. Le dice que, con frecuencia, la gente, ante oscuros designios, suele temer aquello que los debería alegrar. En todo caso ella debe congratularse de tener tan buenos padres y de amar y ser amada por tan excelente caballero. Urganda esconde el librito y todas las durmientes, despiertan.
A los pocos días Urganda anuncia su partida. Hace reunir a doncellas y caballeros. Le pide al rey que les lea las cartas que le había entregado a él y a Amadís. Así todos podrán comprobar sus grandes dotes adivinatorias. Lisuarte así lo hace.
Luego, Urganda habla a la concurrencia sobre la gran contienda que va a haber entre el Culebro y el León con implicación de otros animales, entre los que muchas muertes habrá. El León herirá de gravedad al Raposo romano con gran pesar del Culebro. La Oveja negra se interpondrá entre el León y el Culebro consiguiendo la paz entre ellos. Llegarán los Lobos que atacarán al Culebro y sus amigos, y los encerrarán en una cueva. El Unicornio despertará al León que, con sus aliados, socorrerá al Culebro. Lo salvarán in extremis de la muerte. Los Lobos serán exterminados, el Culebro sanará y se librará de toda ponzoña. La Cervatilla consentirá en ser entregada a las garras del León.
El rey hace escribir toda la profecía de la que no ha entendido ni media palabra.
Urganda habla con Amadís y le pronostica una empresa que le costará sangre y esfuerzo y de la que otro sacará provecho y mérito. Le pronostica grandes sufrimientos a causa de su espada, hasta tal punto que deseará verla rota o arrojada a las aguas.
Amadís afronta con buen ánimo tan funestos presagios.
Urganda se despide de todos, embarca en su nave y zarpa hasta perderse entre las tinieblas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario