domingo, 6 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 58

Beltenebros se queda tres días con Oriana. Al cuarto, parte a la batalla. Envía por delante a su escudero Enil. Conciertan su encuentro en un castillo cercano al campamento de Lisuarte, propiedad de Abradán, viejo caballero hospitalario. Llegan sin problemas al castillo y son bien acogidos. También llegan dos sobrinos de Abradán, escuderos, con noticias sobre Cildadán y su ejercito: ya han desembarcado y se preparan para el combate. Cildadán ha concedido audiencia a Grumedán y Giontes, sobrino de Lisuarte, y acuerdan lugar y día de la batalla y otra condición: cada bando solo podrá utilizar cien caballeros. Beltenebros le pide a Abradán que se presente a Lisuarte y que le deje unirse a su grupo de caballeros. Abradán parte raudo junto a Lisuarte y cumple el encargo. Lisuarte recibe con alegría la propuesta. Con Beltenebros ya dispone de 99 caballeros. Grumedán elogia a Beltenebros despertando la callada envidia de Galaor, Florestán y Agrajes. Abradán vuelve a su castillo e informa a Beltenebros de sus gestiones y de que falta el último caballero. Al oirlo, Enil le pide a Beltenebros que lo arme caballero. Éste accede y Abradán le cede sus propias armas. Al día siguiente parten con los sobrinos de Abradán como escuderos y, ante Lisuarte, Beltenebros presenta a Enil como el centésimo caballero.
Se colocan para la batalla. Por delante de Lisuarte y en primera línea: Beltenebros, Enil, Galaor, Florestán, Agrajes, Gandalac el gigante, Bramandil y Gavus (los hijos de Gandalac), Nicorán de la Puente Medrosa, Dragonís, Palomir, Pinorante, Giontes (sobrino de Lisuarte), Bruneo de Bonamar, Branfil (hermano de Bruneo) y Guilán el Cuidador. Por delante de todos, con la enseña real, Grumedán.
En el bando de Cildadán, en primera línea, los gigantes y veinte caballeros. En un otero se oculta el gigante Madanfabul de la Torre Bermeja con diez caballeros. Su misión es atacar por sorpresa para matar o capturar a Lisuarte.
La batalla comienza. Pasa el primer tercio de la jornada con un numeroso saldo de muertos y heridos. Beltenebros destaca matando enemigos, aunque no descuida la protección del rey. Galaor, aguijoneado por la competencia, también se esmera. Se le encara el gigante Cartadaque de la Montaña Defendida, armado con un hacha. Ya había matado a seis caballeros, aunque Florestán había logrado herirle en un hombro y sangraba profusamente. Galaor de un golpe de espada, le corta el hacha por el mango y le hiere en la cabeza. El gigante, al verse desarmado, se abalanza sobre Galaor y lo atrapa entre sus brazos y caen al suelo. Galaor, presa del fornido abrazo del gigante, está a punto de morir. Por suerte su espada todavía le cuelga de su mano gracias a una cadena. La agarra con fuerza y se la clava al gigante entre los ojos. Galaor se levanta tan exhausto y quebrantado que no es capaz de desenclavar la espada de la cabeza del gigante muerto. Beltenebros se enfrenta al rey Cildadán. De dos mandobles, lo derriba. El rey cae al suelo, junto a Galaor. Éste recoge la espada del rey irlandés y le descarga varios golpes hasta matarlo. Galaor, tras el esfuerzo, cae desvanecido sobre el cadáver del irlandés.
Por otro lado, se enfrentan los gigantes Gandalac y Albadanzor a golpe de maza hasta que caen de los caballos. Gandalac tiene la pierna quebrada y a Albadanzor se le ha roto el brazo. Para entonces, ya pasado el mediodía, han muerto más de 120 caballeros. Madanfabul piensa que ha llegado el momento de actuar. Sale del otero con sus caballeros y se lanzan sobre Lisuarte. Beltenebros los ve venir. Cambia su caballo por otro de refresco y se interpone. Otros acuden en defensa del rey: Florestán, Agrajes, Bruneo, Branfil, Guilán y Enil. Un caballero enemigo se adelanta a Madanfabul. Es Sarmadán el León, tío del rey Cildadán. Ataca a Beltenebros con su lanza y, aunque se quiebra, consigue herirlo al atravesar su escudo. Beltenebros, de un espadazo en la cabeza, le hiere en ambos ojos y Sarmadán cae al suelo. Los caballeros de Madanfabul consiguen neutralizar a los de Lisuarte. El gigante alcanza al rey y lo atrapa, lo arranca de su silla y corre con él hacia sus naves. Beltenebros lo advierte. Galopa en pos de él y de un golpe de espada le cercena el brazo con el que sujeta a Lisuarte. Lamentablemente hiere a Lisuarte a la altura de la loriga. El gigante muere. Beltenebros, voz en grito, desvela su identidad y continúa matando enemigos a diestro y siniestro. Sus compañeros están muy perjudicados y vienen enemigos de refresco. Amadís cree que Galaor ha muerto, y esa idea redobla su furia y su bravura. Un gigante, Gadancuriel, toma el liderazgo de las fuerzas invasoras. Amadís, cegado por la ira, se introduce imprudentemente entre las filas enemigas. Lisuarte lo ve y acompañado de varios caballeros (Bruneo, Florestán, Guilán, Ladasín, Galvanes, Olivas y Grumedán) se lanza en su auxilio. Amadís, en su ciego ataque, llega a la zona donde Agrajes, Palomir, Branfil y Dragonís luchan a pie, espalda con espalda, rodeados de enemigos. Amadís los socorre con ayuda de Florestán y Guilán. Vadamigar ataca con su lanza a Amadís, pero éste le hunde su espada hasta las orejas y lo mata. Agrajes monta en el caballo de Vadamigar. Florestán derriba a otro enemigo, Daniel. Le cede el caballo del caído a Landín que está muy malherido. Palomir le trae un caballo a Dragonís. Ya todos con montura ayudan a Amadís en el combate.
La batalla está ganada. Amadís persigue sin piedad a los que huyen a las naves, furioso por la muerte de Galaor. Gadancuriel, reuniendo sus escasas fuerzas, lanza un último ataque sobre Lisuarte para permitir la evacuación de los suyos. Florestán se interpone a pesar de tener la espada rota por la empuñadura. Gadancuriel le parte el yelmo y lo hiere. Florestán le golpea con la empuñadura y le saca el yelmo. Lisuarte aprovecha para atacarle con su espada y le parte la cabeza en dos. Al morir su jefe, ya nada impide el extermino de sus hombres: todos son aniquilados.
Luego, Amadís, acompañado de Florestán, Agrajes, Dragonís y Palomir, busca a Galaor. Lo encuentran debajo de varios cadaveres. Piensan que ha muerto. Amadís lo abraza llorando y Galaor se remueve débilmente. Aparecen doce doncellas con escuderos y un lecho portátil. Se ofrecen para curar a Galaor pero se niegan a decir donde se lo van a llevar e impiden que Amadís les acompañe. Consienten en que les acompañe el enano Ardián y el escudero de Galaor. Colocan al herido en el lecho y lo embarcan. También se llevan el cuerpo del difunto rey Cildadán.
Lisuarte consuela a Amadís por la gravedad de las heridas de su hermano. Ordena enterrar los muertos en un monasterio cercano. El rey acompaña a los caballeros heridos hasta la cercana villa de Ganota donde son curados.
Mientras, Briolanja visita a Oriana en Miraflores. Se confiesa perdidamente enamorada de Amadís, pero que su amor no es correspondido, para secreta satisfacción de Oriana. Juntas acuden, diez días depués, a Fenusa, donde la reina Brisena curaba a su marido. Allí se enteran de que Beltenebros es Amadís. Ambas acuerdan preguntarle a Amadís por su amada, la del tocado.

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