jueves, 5 de noviembre de 2009

Libro II, Capítulo 50

Guilán el Cuidador se dirige a Londres con las armas y el escudo de Amadís. Se tropieza con dos caballeros, sobrinos de Arcaláus, que reconocen el escudo de Amadís y se enfrentan a Guilán. Éste mata a uno y al otro le obliga a huir a la montaña. Aunque queda herido levemente, prosigue su camino sin más contratiempo. Pasa la noche en casa de un amigo que le repone su lanza rota. Continúa su viaje al día siguiente. Llega al río Guiñón, ancho y caudaloso. Se dirige al puente y encuentra a su primo Ladasín, que intenta cruzarlo pero se lo impide un caballero que guarda el paso. Ladasín se enfrenta al caballero pero cae al agua. Por fortuna, Guilán y sus escuderos lo salvan de morir ahogado. El caballero coge el caballo del vencido y lo encierra en una torre cercana. Guilán, a pesar de la prisa que tiene, decide vengar a su primo. Se enfrenta al caballero y lo derriba. Éste cae al agua aunque sus escuderos consiguen sacarlo con rapidez. Siguen luchando a espada, primero a caballo y luego a pie. El caballero es Gandalod, hijo de Barsiñán, Señor de Sansueña. Odia a Lisuarte y a todos sus caballeros. Ese es el motivo por el que defiende el puente: para enfrentarse y vencer a cuanto caballero de Lisuarte intente pasar. Tras una encarnizada lucha, Guilán vence. Le arranca la promesa al vencido de que acudirá a Londres para postrarse ante Lisuarte. En la torre cercana, cuatro caballeros de Lisuarte, prisioneros de Gandalod, consiguen liberarse tras una esforzada lucha con los hombres del de Sansueña. Guilán toma posesión de la Torre, a la que tiene derecho por derrotar a Gandalod, y les pide a los cuatro caballeros que le guarden la fortaleza mientras el cumple con su misión de llevar las armas de Amadís a Londres. Ya en la corte les cuenta a los reyes su hallazgo y sus temores acerca de la suerte de Aamadís. Al conocer tan malas nuevas, Oriana se desespera.
También llegan las doncellas de Guilán que relatan su encuentro con Gandalín. Llega Ladasín junto con los cuatro caballeros y custodiando al prisionero Gandalod. Lisuarte, al conocer su perfidia, le condena a muerte. Lo defenestran desde lo alto de la torre a cuyo pie quemaron a Barsiñán.

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