jueves, 30 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 111 (2 de 4)

Patín ve la situación muy confusa. Cree que sus aliados están en peligro. Ordena a sus capitanes que ataquen con sus haces. Los insulofirmeños que advierten el ataque romano, contraatacan con las fuerzas de retaguardia. El choque de tanta hueste intensifica el desorden, la confusión y el desconcierto. Están tan apretados y revueltos que ni sitio tienen para manejar las espadas. Se traban con abrazos intentando derribarse de los caballos. Mueren muchos más pisoteados por los caballos que por heridas de arma. El estruendo es enorme y retumba por todos aquellos valles. [Aquí viene un inciso previniendo a reyes y grandes señores: antes de acometer empresas han de mirar bien las posibles desgracias e inconvenientes que le pueden acaecer a sus súbditos, como puede verse en el ejemplo del rey Lisuarte, tan sabio y discreto por lo general pero tan mal aconsejado en el conflicto que nos ocupa]
Agrajes lucha con denuedo. Su intención es enfrentarse al mismo Lisuarte. Lo divisa, por fin, entre la multitud: Lisuarte acaba de derribar a Dragonís de un lanzazo y está a punto de herirle con la espada. Agrajes le grita que se enfrente con él, su máximo odiador. Lisuarte se revuelve y se lanza contra Agrajes. Se juntan tanto que se quedan sin espacio para manejar las espadas. Agrajes suelta la suya y se abraza al rey con intención de derribarlo. Pero Lisuarte es fuerte y está a punto de vencer a Agrajes. En ese momento llegan compañeros en su apoyo: Perión, Florestán, Landín y Enil. También llegan, en apoyo de Lisuarte, Guilán, Norandel, Brandoibás y Giontes, el sobrino del rey. Todos se enfrentan espada en mano porque las lanzas ya están rotas. Cada bando intenta ayudar a su respectivo compañero, pero Agrajes y Lisuarte están tan fuertemente asidos que no los pueden separar. No se derriban porque sus amigos, cada uno por su lado, los sostienen, Llegan más caballeros, entre ellos Cuadragante que se lanza sobre la pareja. Agarra a Lisuarte y tira tan fuerte que casi derriba a los dos. No le golpea con la espada para no herir a Agrajes. Arbán de Norgales ve a Lisuarte en gran peligro y se abalanza sobre el grupo para abrazar con fuerza a Cuadragante. Así quedan los cuatro ( Agrajes, Lisuarte, Cuadragante y Arbán) agarrados entre si y rodeados de caballeros que combaten fieramente: Perión y los suyos, por un lado y Norandel y Guilán y los suyos, por el otro.

Libro IV, capítulo 111 (1 de 4)

Lisuarte coloca a Arbán de Norgales, a Norandel y a Guilán el Cuidador en primera fila. Por detrás se sitúa él mismo con  Cildadán y el resto de caballeros que lucharon el día anterior. Aún más atrás se coloca Patín y sus hombres.
El rey Perión coloca en primera fila a su sobrino Brian de Monjaste. Detrás irá él mismo con Gastiles y los hombres que menos intervinieron el día anterior.
Se reanuda la batalla. Las huestes de Arbán y Brian se enfrentan con tanta dureza que más de quinientos caballeros caen a las primeras de cambio. Brian se topa con el rey Arbán. Cruzan y rompen lanzas pero ambos salen indemnes del lance. Sacan las espadas y se golpean  y hieren mutuamente.
Norandel y Guilán luchan hombro con hombro haciendo gran destrozo entre las filas enemigas. Fileno, caballero español pariente de Brian, reagrupa las fuerzas españolas y dirige un contraataque contra los hombres de Norandel y Guilán y consigue contenerlos. La lucha es violenta y feroz. La situación es inicialmente igualada pero los españoles, mejor encabalgados, consiguen decantarla a su favor. Hubieran obtenido la victoria ero Lisuarte y Cildadán acuden  tiempo con tropas de refuerzo. Perión ve que la insignia de Lisuarte ha entrado en combate y eso le decide a intervenir él mismo. Se lanza a la zona donde pelea Lisuarte con denuedo y valentía. Perión, entre filas enemigas, reparte mandobles a diestro y siniestro. Se topa con el rey Cildarán. Ambos se reconocen y deciden evitar el combate directo. Pasan uno al lado del otro sin tocarse y se dedican a derribar a otros muchos caballeros.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 110 (5 de 5)

Tal es la cantidad de contendientes que se acumulan en esa zona que apenas pueden moverse. En esos primeros choques caen más de doscientos caballeros. Amadís se defiende con bravura rodeado de contrarios. Ve como llega Cuadragante con refuerzos y arrecia sus golpes y avanza para reunirse con sus compañeros. Mientras, Floyán, Arquisil, Flamíneo y sus hombres pugnan por derrotar a Agrajes y a sus compañeros que están descabalgados. Florestán, a caballo, con algunos otros caballeros, intenta defenderlos. Los insulofirmeños se defienden reciamente y consiguen detener el ataque romano. Llegan más asistencias: Amadís, Cuadragante y Gandales con ochocientos caballeros de refresco. A pesar de los ánimos de Patín, que tras su encontronazo con Cuadragante se dedica más a dirigir que a combatir, los romanos ceden terreno, y Agrajes, Angriote y Bruneo pueden hacerse con caballos. Los romanos se repliegan hacia la zona donde combaten las fuerzas de Arbán de Norgales.
Es la hora del ocaso. Al caer el día, la batalla se interrumpe con grandes pérdidas en ambos bandos, aunque en el romano son mucho mayores.
Amadís y sus hombres, dueños del campo de batalla, recogen a sus heridos y fallecidos. Quedan tendidos en el campo todos los romanos muertos y heridos. De estos últimos, muchos fallecerán porque sus compañeros no salen a recogerlos. Los gritos y lamentos son tales que se oyen en ambos campamentos. Se hacen tan insoportables que, al fin, ambos bandos acuerdan una tregua de 24 horas para permitir la recogida de heridos y cadáveres. 
La mañana siguiente es la acordada para el inicio de la tregua: salen a recoger a sus muertos y heridos. En pocas horas el campo de batalla queda despejado. El resto de los hombres pasan el día aderezando sus armas y curando a sus caballos. A Cuadragante le curan su herida y luego prosigue sus actividades sin mayor novedad.
Al día siguiente se reanudará la batalla. Los jefes militares deciden que las primeras filas de vanguardia las ocupen los caballeros que todavía no hayan entrado en combate.

Libro IV, Capítulo 110 (4 de 5)

Patín se lanza al ataque con el grueso de su ejército. Su primer encuentro es con Balais. Quiebra la lanza sobre su escudo y lo derriba. Crecido por este primer éxito, exhorta a sus hombres para que continúen la lucha sin piedad. Se mete entre las filas enemigas dando golpes a diestro y siniestro, haciendo gran destrozo. Se topa con Cuadragante, también espada en mano. La lucha es fiera pero Cuadragante es más fuerte y consigue que Patín pierda los estribos y tenga que abrazar el cuello de su caballo para no caer.
Constancio, joven mancebo hermano de Brojandel de Roca, ve a su Emperador en peligro. Pica espuelas y se abalanza contra Cuadragante lanza en ristre. Le atraviesa el escudo y le hiere en el brazo. Cuadragante se defiende con su espada. Patín tiene tiempo para ponerse a salvo. Constancio, que ve a su señor en zona segura, continúa su cabalgada y llega a la zona donde Amadís estraga a los romanos. Constancio se maravilla ante las proezas de Amadís. Ve a un caballero, antiguo gobernador del Principado de Calabria, que ataca a Amadís. Con su espada consigue herir a su caballo en el cuello. Amadís le devuelve el golpe y de un espadazo le parte en dos yelmo y cabeza. El caballero cae muerto al suelo.
Constancio llama a gritos a Floyán y señala a Amadís como aquel que está destrozando a los romanos. Constancio y Floyán lo atacan a la vez dándole grandes golpes. Amadís se revuelve: de un espadazo le parte el escudo a Constancio y le golpea en el yelmo tan fuerte que el romano cae al suelo aturdido. Veinte caballeros acuden en apoyo de Floyán y Constancio. A pesar de la superioridad numérica, son incapaces de vencer a Amadís que, sin embargo, derriba contrarios con golpes certeros. Patín y sus hombres también llegan en auxilio de Floyán y Constancio. Un ballestero a caballo informa de la situación a Cuadragante que reune a mil caballeros de su haz y corre a ayudar a Amadís.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 110 (3 de 5)

Floyán ataca a Angriote y le da tan gran golpe que rompe su lanza y casi lo derriba. Saca la espada y se lanza sobre Enil y le golpea duramente en el yelmo y saltan chispas. Floyán pasa tan rápido entre ambos rivales que ninguno puede responder a su ataque y herirlo. Floyán  persiste en su ardoroso ataque. Se topa con un caballero irlandés, de la casa de Cuadragante, y le dan un golpe tan grande en hombro que le corta armadura, carne y hueso. El irlandés cae al suelo y es evacuado. La batalla acabó para él. 
Amadís, con Balais de Carsante y Gandalín, se lanza sobre las huestes romanas haciendo grandes estragos. Causa tal espanto que sus rivales se van apartando a su paso. Flamíneo, hermano bastardo de la reina Sardamira, decide enfrentarse con él. Le ataca y rompe la lanza sobre su escudo, destrozándolo. Amadís intenta herirle con la espada pero falla el golpe y solo hiere a su caballo en el lomo, junto a los arzones de la zaga, tan profundo que caballo y caballero caen al suelo. 
Cuadragante y sus hombres están a punto de derrotar a sus rivales, pero llega Arquisil con refuerzos y equilibra la situación. La lucha es tan esforzada que caen más de un millar de caballeros de uno y otro bando. Arquisil se enfrenta a Landín. Luchan tan fieramente que rompen lanzas y ambos caen al suelo. Floyán con cincuenta de los suyos continua el combate. Socorre a Flamíneo y le proporciona un nuevo caballo. Floyán ve a Arquisil pie a tierra y grita a sus hombres para que auxilien al capitán romano. Y arremete en su ayuda. Le siguen más de 500 caballeros romanos. Angriote, Enil y Gavarte ven lo que se avecina y avisan a voces a Cuadragante que acude con numerosos caballeros en defensa de Landín. Cada bando consigue rescatar a su caballero: Cuadragante a Landín, Flamíneo y Floyán a Arquisil. El campo de batalla queda cubierto de caballeros muertos y heridos. 
Amadís, por su parte, sigue asolando las huestes romanas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 110 (2 de 5)

El escudero vuelve junto a su amo Gasquilán con la conformidad de Amadís. El rey de Suesa reclama sus armas: sobreseñales y sobrevistas de campo pardillo y con grifos dorados, yelmo y escudo, de acero limpio. En medio del escudo lleva un grifo sujeto por clavos dorados y guarnecido de perlas y piedras preciosas. El grifo estruja un corazón entre sus garras. Representa la esquivez y crueldad de su amada. Gasquilán pide permiso a Patín para tener la justa con Amadís antes de la batalla. Se jacta de que le vencerá fácilmente en el primer encuentro. Patín, que ya conoce la fortaleza de Amadís en carne propia, duda en su interior de las petulantes palabras de Gasquilán.
Comienza el duelo. Ambos caballeros cabalgan, lanza en ristre, uno contra otro. El choque es brutal. Rompen sus lanzas y chocan sus escudos con tanta violencia que Gasquilán cae al suelo cuan largo es, con tan mala fortuna que se parte el brazo y queda inconsciente en el suelo, como muerto. En el choque, el caballo de Amadís se parte el espinazo y nuestro héroe tiene que poner pie a tierra. Se acerca a Gasquilán para comprobar si está vivo o muerto.
Patín, que contempla el resultado de la justa a distancia, cree que Gasquilán ha muerto y ordena a Floyán que ataque con su escuadra. Cuadragante, en cuanto advierte el movimiento de los romanos, ordena a sus hombres que avanzen para defender a Amadís y que maten sin piedad a los adversarios. Gandalín, que ve a Amadís a punto de ser embestido por los romanos, se lanza en su auxilio. El primer romano con quien se topa es el mismo Floyán. Lo derriba y el romano cae al suelo. Gandalín, aunque pierde los estribos, consigue mantenerse a caballo. Llegan más romanos, en gran número, y consiguen rescatar a Gasquilán que ya había recobrado el sentido. También le dan otro caballo a Floyán. Cuadragante, por su parte,  en su contraataque, derriba a cuatro contrarios. Del primero que vence toma el caballo y se lo cede a Amadís. Acompañan a Cuadragante Gavarte del Val Temeroso y Landín, que hacen gran destrozo entre las filas romanas. El griterío y el ruido es tan ensordecedor que no se oyen unos a otros. Se ven caballos sin  jinete y caballeros tendidos en el suelo, muertos o malheridos... Floyán en cuanto se ve de nuevo a caballo y armado, deseoso de ganar honra y vengar a su hermano Salustanquidio, se lanza de nuevo al fragor del combate.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 110 (1 de 5)

¿Por qué este empeño de Gasquilán, príncipe de tan lejanas tierras, por enfrentarse a Amadís? Era hijo, como sabéis, de Madarque, jayán de la Ínsula Triste, y de la hermana de Lancino, rey de Suesa. Al morir éste sin hijos, Gasquilán heredó el trono de Suesa.
Gasquilán se enamoró de Pinela, princesa de un reino colindante a Suesa, la Ínsula Fuerte. Por ella, Gasquilán emprendió grandes y esforzadas aventuras. Pero Pinela que conocía su carácter soberbio y follón, además de saber que era hijo de gigante, lo rechazó.
Pero los consejeros de la princesa, temiendo la airado despecho de Gasquilán, le sugirieron a su señora que no lo rechazara tan abruptamente. Entonces, Pinela le dijo a Gasquilán que había prometido a su padre que solo se casaría con el mejor caballero del mundo. Ella había hecho sus indagaciones, descubriendo que ese caballero era Amadís de Gaula. Gasquilán, todo soberbia y presunción, decidió enfrentarse a Amadís y demostrarle a la princesa que el mejor caballero era él. Por esa razón se había aliado con Lisuarte en la campaña de la Ínsula de Mongaza. Lamentablemente para Gasquilán, Amadís no había participado en esa guerra. Además, salió malherido de aquella empresa, pues tuvo un encontronazo con Florestán.
Después de aquello, Amadís había partido de incógnito como el Caballero de la Verde Espada en busca de aventuras por Alemania, Bohemia, Romania y Grecia, y Gasquilán le había perdido la pista.
Ahora, con la reaparición de Amadís, y aprovechando el litigio con el rey Lisuarte, Gasquilán tenía una segunda oportunidad de enfrentarse a su rival.

Libro IV, Capítulo 109 (4 de 4)

Llegan ante Perión. Amadís le dice a su padre que va a armar caballero a Gandalín pero quiere que sea el rey quien le de la espada. Perión reconoce el caballo de Galaor y le pregunta a Gandalín por su hijo. Gandalín le pone al corriente de la evolución del enfermo. Le han ocultado que van a enfrentarse a Lisuarte para no perjudicar su convalecencia.
Durín le entrega una espada a Perión. Amadís nombra caballero a Gandalín. Le coloca la espuela derecha mientras Perión le ciñe la espada. La emotiva ceremonia concluye con parabienes de todos los presentes.
Bruneo arma caballero a Lasindo y Agrajes le ciñe la espada. 
Estos dos caballeros noveles van a hacer tan buen papel en la batalla que se avecina  y ganarán tanta honra y prestigio que les bastará para el resto de sus vidas.
Las tropas continúan su camino. En poco tiempo ambos bandos quedan a la vista. Amadís ve que frente a él está la enseña de Roma. Se alegra porque así no tendrá que luchar directamente con Lisuarte, por quien todavía siente algo de consideración, en recuerdo de los viejos tiempos y por ser el padre de su amada. No piensa lo mismo Agrajes, pues desde la derrota de Mongaza, odia profundamente a Lisuarte y quiere tener una cumplida venganza.
A punto de iniciarse la batalla y con los sonidos de trompetas y añafiles, llega un escudero desde el bando romano. Pregunta por Amadís. Es el escudero de Gasquilán de Suesa y trae un mensaje de su amo: le propone a Amadís una justa previa a la batalla porque está deseoso de enfrentarse al mejor caballero del mundo. Amadís acepta el desafío.
El porqué de este reto se explica en el siguiente capítulo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 109 (3 de 4)

Patín está impaciente por acabar la campaña para regresar a Roma cuanto antes. Así es su carácter, inconsistente y voluble. También los hombres de Perión quieren entrar pronto en combate. Pero Perión prefiere demorar ese momento hasta que sus tropas estén perfectamente preparadas. Y ese momento ha llegado... Tras oír la misa, el rey Perión ordena a sus huestes que se preparen para la batalla. Al alba, ambos ejércitos se ponen en movimiento. Todos los caballeros salen con sus mejores armas. Patín lleva armas, yelmo, escudo y sobreseñales, todo negro.
El escudo negro tiene una figura femenina en oro que representa a Oriana. En las sobreseñales lleva bordadas unas cadenas que simbolizan las que va a usar para prender a Amadís. Tras él va Floyán. Tiene armas amarillas y negras a cuarterones. Arquisil lleva armas azules y blancas con adornos de plata y flores doradas. Lisuarte porta armas con águilas blancas, y un águila solitaria en su escudo. El rey Cildadán lleva armas negras sin ningún adorno (es tan austero desde que fue derrotado por Lisuarte y se convirtió en su tributario). Tampoco Arbán, Grumedán y Guilán llevan ningún adorno, triste por enfrentarse a sus otrora amigos.
En el otro bando, Perión sale con armas claras y limpias como el acero con sobreseñales de seda colorada y montando un magnífico caballo español y con la enseña del Emperador de Constantinopla. El rey Ladasán de España ha enviado varios caballos de pura raza como regalo. Amadís lleva sus famosas armas verdes con leones dorados. Cuadragante, armas pardillas con flores plateadas y monta otro de los caballos de Ladasán. Bruneo porta sus armas habituales. En su escudo hay dibujados una doncella y un caballero hincado ante ella. Florestán lleva armas coloradas con flores doradas y su correspondiente caballo español. Agrajes, armas rosadas y en su escudo, una doncella que aprieta un corazón contra ella. Angriote lleva armas de veros azules y plata. Llegan Gandalín y Lasindo, con armas blancas como corresponde a caballeros noveles. Amadís acompaña a Gandalín ante Perión. Antes le dice que durante el combate no se separe de él. Así podrá auxiliarle y compensar su inexperiencia en la batalla. Gandalín le promete que así lo hará.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 109 (2 de 4)

Amadís, en un principio reticente, cae en la cuenta de lo injusto que sería negarse a su petición. Aparta sus egoístas deseos y acepta su demanda. Lamenta no haberle preparado unas armas acordes a su nueva categoría caballeresca. Gandalín le responde que Galaor, como no puede usar las suyas por su enfermedad y conocedor del ansia de Gandalín, le cedió sus propias armas y su caballo. Gandalín aceptó el caballo, la loriga y el yelmo, pero el resto de la armadura ha de ser blanca como corresponde a un caballero novel. En cuanto a la espada, confía en que Amadís le dé una de las que le regaló la reina Menoresa.
Amadís le propone que vele armas la noche previa a la Gran Batalla y que a la mañana siguiente Perión le arme caballero. Gandalín declina la oferta. Solo Amadís puede armarle caballero. Amadís se pliega a sus deseos. Como también Lasindo, escudero de Bruneo, va a ser armado caballero, Gandalín propone una ceremonia conjunta, incluyendo el velatorio de armas. Amadís váse emocionado y visita a su padre que anda ocupado aderezando sus huestes para la Gran Batalla. 
Los espías del rey Arábigo vigilan el campamento insulofirmeño desde una montaña cercana. Luego se van para informar a su señor. El rey Arábigo dispone que su ejército se acantone en las montañas a la espera de acontecimientos.
A pesar del sigilo con que el rey Arábigo hace sus movimientos, noticias de su desembarco llegan tanto a Perión como a Lisuarte que extreman sus precauciones contra él.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 109 (1 de 4)

Lisuarte y Patín salen del real de Vindilisora al frente de su ejercito. Hacen jornadas corta para no fatigar a la tropa. Les llegan noticias de que Perión y sus hombres se dirigen hacia ellos. Lisuarte envía una avanzadilla de 50 caballeros al mando de Ladasín el Esgrimidor, primo hermano de Guilán. A los tres días, la avanzadilla de Ladasín se topa con la que ha enviado Perión, 40 caballeros al mando de Enil. Ambos jefes envían mensajeros para avisar a sus respectivas tropas. No se enfrentan porque tienen orden expresa de no hacerlo. Llegan los dos ejércitos que quedan frente a frente, cada uno en un extremo de un campo amplio y llano. Ambos ejércitos acampan en sus reales y cavan fosos y construyen defensas.
Gandalín llega de la Ínsula Firme acompañando a Melicia. Se ha dado mucha prisa porque quería llegar antes del inicio de la gran batalla.Amadís se había criado en casa de Gandales como un hijo. Gandalín, el verdadero hijo de Gandales, lo consideraba su hermano hasta que Amadís se hizo caballero y se desveló su identidad. Desde entonces, Gandalín le había servido como fiel escudero, aunque su deseo más íntimo era el ser caballero a su vez y honrar así a su familia. Amadís se resistía a la idea de perder tan leal servidor. Fue su confidente y su puntal en los momentos más melancólicos. Le había sido imprescindible para mantener su relación clandestina con Oriana. Gandalín había aguantado mucho en ese status por el amor y respeto que sentía por Amadís. Pero ahora que la Gran Batalla se avecina y que Amadís tiene a su amada Oriana a su vera, Gandalín cree que el momento de ser armado caballero ha llegado. Después de informar a Amadís de la llegada de su hermana, de las noticias sobre la Gaula, del estado de salud de Galaor y de las recomendaciones de la reina, se lo lleva a un lugar apartado y le expone su deseo de ser armado caballero.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 108

Arcaláus se había asociado con el rey Arábigo, Barsiñán de Sansueña, el rey de la Profunda Ínsula (superviviente de la Batalla de los Siete Reyes) y con los parientes de Dardán el Soberbio. Cuando supo de la llegada de las fuerzas de Lisuarte y de Amadís, envió a Garín, hijo de Grumén (muerto por Amadis) con la noticia para sus aliados. Garín llega a tierras de Arabia y se reune con el rey Arábigo en su capital, también llamada Arábiga. El rey ya tenía dispuestas sus tropas, unos 12.000 soldados. Todos juntos parten hacia Sansueña.  Llegan a Califán, importante villa de Sansueña, donde se avituallan y se suman a las tropas de Barsiñán. Tras escasos días de descanso, se dirigen a Gran Bretaña, al encuentro de Arcaláus. Éste posee un inexpugnable castillo con puerto de mar. Arcaláus ha reunido a 600 caballeros que odian por igual a Amadís y a Lisuarte. Arcaláus les informa que los dos ejércitos enemigos han iniciado sus movimientos. Su mutuo enfrentamiento es inminente con gran contento de los allí reunidos. Se ponen, a su vez, en marcha. En vanguardia, Barsiñán, con 2000 caballeros y algunos arqueros y ballesteros. Arcaláus comanda el segundo haz, de 600 caballeros. El tercer haz lo dirigen el rey Arábigo y el rey de la Profunda Ínsula. Con ellos van los seis caballeros, parientes de Brotajar Danfanía, muerto por Amadís en la Batalla de los Siete reyes. Estos seis caballeros vienen de la isla Sagitaria, de donde provienen los Sagitarios (¿Centauros?). Vienen para vengar la muerte de su mejor y más famoso caballero. El Duque de Bristoya también se apunta a la aventura, pero solo cuando descubre el numeroso ejercito que Arcaláus ha reunido. Lo hace para vengar la muerte de su padre causada por Galvanes, Agrajes y Olivas y para recobrar sus tierras. El rey Arábigo lo acepta por conveniencia. Necesita a alguien conocedor de las tierras británicas. El Duque posee algunos castillos y villas  que les servirán de apoyo logístico. Le conceden al Duque el mando de 500 caballeros.
De esta forma el ejercito se pone en marcha con sigilo, para aguardar acontecimientos y actuar cuando la situación les sea propicia.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 107 (2 de 2)

Perión habla con Cuadragante: le encomienda la vanguardia de su ejército. 1500 hombres de Perión junto con los 500 caballeros irlandeses irán comandados por Cuadragante. Le acompañarán Amadís, Angriote, Gavarte del Val Temeroso, Enil, Balais de Cascante y Landín. Agrajes dirigirá en el segundo haz formado por 1600 caballeros aportados por el propio Agrajes y Bruneo de Bonamar. Además de éste último le acompañará Branfil, hermano de Bruneo. Grasandor estará al frente del tercer haz de 2000 caballeros (hombres de Bohemia, Sobradisa y los que trajo Trión). Le acompañarán Florestán, Dragonís, Landín de Fajarque y Elián el Lozano.
Brián de Monjaste, sobrino de Perión, comandará el cuarto haz, con los 5000 caballeros españoles que envía su padre. Junto a él cabalgaran Mancián de la Puente de Plata, Sadamón y Urlandín (hijo del Conde Urlanda). Gandales dirigirá un quinto haz de 1000 caballeros que servirá de apoyo al resto de haces.
Perión, acompañado por Gastiles, dirigirá a resto de caballeros y a los hombres de Constantinopla.
Las maniobras se desarrollan con normalidad, con gran estrépito de trompetas y atabales. Oriana y el resto de las damas las contemplan y ruegan a Dios por sus valedores.
[También aquí las cifras varían según la fuente revisada. El reparto queda así: Cuadragante, 3000 (1500 de Perión y 500 irlandeses); Agrajes y Branfil, 1600 (??, aunque Agrajes aportaba 1500 y Branfil 600); Grasandor con los hombres de Bohemia y Sobradisa, 2700; Brian, 5000 (sus 2000 españoles y 3000 de Constantinopla); Gandales, 1000 caballeros de Gaula; Perión con Gastiles, 5500 (500 caballeros de Perión y 5000 de Constantinopla)]
.........................................
Dejemos a nuestros héroes ejercitándose y veamos que hace su archienemigo, Arcaláus el Encantador...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 107 (1 de 2)

Perión, hombre sensato y celoso guardián de su honra, había sido puesto en la tesitura de defender a su hijo del ataque de Lisuarte. Sabía que Lisuarte era un hombre enconado en sus venganzas. Por tanto, dispuso de agentes secretos que le informaran de los movimientos de las tropas enemigas.
Además se reunió con sus capitanes y los caballeros da más linaje para que todos juntos se ejercitaran con las tropas, como preparación al gran combate que se avecinaba. Todos los hombres lo hicieron gustosos conocedores de estar dirigidos por un gran general
Dieron comienzo las maniobras. El real fue levantado. Perión cabalgaba en medio de su ejercito flanqueado por tres escuderos armados y diez pajes a caballo. Perión ya era mayor, de pelo y barba canos y rostro rubicundo por el esfuerzo y la emoción de la inminente batalla. Su entusiasmo se contagiaba a sus hombres y les infundía valor y confianza.

martes, 7 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 106 (4 de 4)

Pasan 15 días de alardes y concentración de fuerzas: 10.000 caballeros romanos, 1500 de Lisuarte, 800 de Gasquilán de Suecia y 200 del rey Cildadán.
Se inicia el movimiento de fuerzas. Patín separa el ejercito en tres haces: la primera, al mando de Floyán, hermano de Salustanquidio, de 2500 caballeros. La segunda, de igual número, dirigida por Arquisil. La tercera, con 5000, en retaguardia y a su mando. Al rey Lisuarte le pide que marche en vanguardia junto a sus hombres. Lisuarte los divide en dos haces: la primera, de 2000 caballeros, comandada por Arbán de Norgales, quien irá acompañado por Norandel, Guilán, Cendil de Ganota y Brandoibás. La otra, al mando de Gasquilán y Cildadán, con los 3000 hombres que aportaban más 1000 más cedidos por Lisuarte. Grumedán será quien custodie el estandarte, aunque siga lamentando que su señor haya trocado a sus antaño caballeros, ahora enemigos, por los poco fiables actuales aliados.
[Aquí bailan un poco las cifras. Queda claro que los romanos son 10.000, pero Lisuarte tenía 1500 y en el párrafo siguiente tiene 3000. Y Gasquilán y Cildadán tenían 1000 ( 800+200) y seis líneas más abajo son 3000.]
[Bueno, para aclarar las cosas (o liarlas más, nunca se sabe) he consultado otras fuentes. Tras una exhaustiva revisión bibliográfica (ejem, ejem) las cifras quedan así: Roma envía 10.000, Cildarán 200, Gasquilán 800 y Lisuarte 6500. Y el reparto en haces es: Floyán 2500, Arquisil 2500, Patín 5000, Arbán 3000 (de Lisuarte), Cildarán 1000 (800+200) y Lisuarte 3500(los que restan)]

lunes, 6 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 106 (3 de 4)

Te preguntarás, amable lector, por qué dedicamos tanto tiempo a explicar las desventuras de Arquisil, caballero de poco bagaje caballeresco por lo que sabemos de él hasta ahora. Te avanzo, aunque esto destripe el argumento, que Arquisil llegará a ser Emperador de Roma y que durante toda su vida querrá a Amadís como su hermano y lo considerará el artífice de su llegada al trono imperial.
Arquisil regresa al campamento romano sin novedad. No se tropieza con ningún caballero andante con ganas de pelea. Todos están concentrándose en uno u otro bando para el gran combate que se avecina y no están para aventurillas individuales. Una vez en el campamento, Arquisil se guarda de revelar lo que ha visto en el campamento insulofirmeño. Se reune con Patín y le cuenta que sus enemigos son numerosos y de gran calidad. A Patín, que aprecia a Arquisil y confía su criterio, se le desinfla su ardor guerrero. Hasta ahora pensaba que se enfrentaba a una empresa fácil: con sus hombres y los de Lisuarte pensaba cercar la Ínsula Firme y obtener una victoria sin esfuerzo... Ahora ya no lo tiene tan claro.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Libro IV, Capítulo 106 (2 de 4)

El rey Lisuarte, que aprecia a Enil, viendo el cariz que toman los acontecimientos y para evitar las represalias de Patín, toma a Enil de la mano y lo lleva a su tienda para que descanse, cene y esté protegido. Patín se retira sañudo. Arquisil, acompañado de Enil, va a su tienda y recoge sus cosas, se arma y junto a Enil se va del campamento. Llegan a la Ínsula Firme sin novedad. Arquisil se sorprende de las numerosas tropas que ahí acampan ( acababa de llegar el ejercito del Emperador de Constantinopla), pero nada dice que demuestre su asombro. Enil lo conduce ante Amadís, que lo recibe con cordialidad. Durante 4 días, Amadís presenta a Arquisil a cuanto caballero se pone por delante. Arquisil se maravilla ante tal concentración de caballeros de fama bravos y de calidad. Se da cuenta de que se avecina una confrontación que será recordada por los siglos de los siglos, que Patín va a necesitar a sus mejores hombres para salir airoso de este enfrentamiento y que él mismo se va a perder la ocasión de su vida y de su carrera caballeresca. Esta última idea le apesadumbra. Decide tentar las intenciones de Amadís. Lo encuentra en la tienda del rey Perión, reunido con otros caballeros. Arquisil pide permiso para hablar y Perión se lo concede. Arquisdil cuenta como luchó contra Amadís y como fue vencido. Cuenta como le perdonó la vida con nobleza y como quedó obligado a él. Ahora está ahí cumpliendo esa obligación. Arquisil le ruega a Amadís, apelando a su nobleza, que le permita participar en la inminente batalla y servir como es debido a su señor, Patín. Luego, si sobrevive, Arquisil se compromete a regresar y ponerse a disposición de Amadís. Éste acepta su propuesta y le permite volver con Patín.