jueves, 31 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 61

Meditaba Lisuarte un plan para liberar a Arbán de Norgales y a Angriote cuando una nave arriba a su puerto. De ella desembarca una doncella acompañada por dos escuderos y pregunta por el rey. Es una mujer alta, un palmo más alta que cualquier caballero de la corte, hermosa y ricamente vestida. Trae cartas de creencia para el rey y la reina. Viene de parte de Gromadaza, la giganta del Lago Ferviente, aliada de Madasima y de Ardán Canileo el Dudado. Proponen un combate singular entre Ardan Canileo y Amadís. Si vence Amadís liberarán a los dos prisioneros y cederán sus tierras a Lisuarte. Si vence Ardán, quieren el cese de hostilidades y la cabeza de Amadís. Si no acceden, ajusticiaran a los dos caballeros prisioneros. Como garantía, Madasima y doce doncellas más quedarán bajo la custodia real y pagarán con su vida el incumplimiento de lo que se acuerde. En su reclusión estarán acompañadas por el rey Andanguel con dos de sus hijos y nueve caballeros.
Amadís acepta el reto con todas sus condiciones. Incluso invita a la doncella a alojarse junto con sus escuderos en su propia casa, a pesar de que ella le declara un odio mortal. Bruneo se ofrece para sustituir a Amadís en el combate contra Ardán. La doncella se niega pero le reta a enfrentarse a su propio hermano, si se atreve. Bruneo acepta e intercambian gajes. Amadís acompaña a la doncella a su casa y para agasajarla, la aloja en las mejores dependencias. La dejan sola en el cuarto de armas y ella aprovecha para robar la espada de Amadís. Se la pasa a uno de sus escuderos que la lleva a su barco. Amadís ha dejado a Enil para que asista a la doncella, pero ésta desprecia todos los manjares que le ofrece. Antes de acabar la cena decide marcharse. Ya en el barco se reúne con Madasima y con Ardán Canileo y les cuenta el resultado de sus gestiones. Les cuenta como ha hurtado la espada de Amadís. Exultante, Ardán le dice a Madasima que piensa vengarla ganando a Amadís y devolverle sus tierras. A cambio él espera que ella le entregue su amor. Madasima calla. Por un lado necesita a Ardán para cumplir su venganza, por otro, ella es hermosa y él, feo y esquivo. La idea de casarlos ha sido de su madre la giganta.
Historia de Ardán Canileo el Dudado: Natural de Canileo, de sangre de gigantes, era alto pero no gigantesco. Fuerte, de cara ancha y roma, como de perro (de ahí "canileo"), greñudo y crespo, de aspecto leonino. 35 años de edad y diez años de victoriosa carrera caballeril.
Madasima le entrega la espada de Amadís a Ardán.
Vuelven de cacería Agrajes, Florestán, Galvanes sin Tierra y Guilán. Se enteran de todo lo ocurrido y lamentan no haber estado presentes para participar en el combate, sobre toto Guilán conocedor de la bravura en el combate de Ardán. Todos se quejan a Amadís por no contar con ellos. Les explica que se trata de un combate singular y que solo él ha sido emplazado.
Al día siguiente, Amadís y sus amigos reciben a mdasima y al resto de rehenes. Ella, vestida de negro, pero muy hermosa, se inclina ante Amadís que flirtea un rato con ella. Esto inflama de celos a Ardán y se enfrentan dialecticamente: Ardán le amenaza con cortarle la cabeza y Amadís le asegura que le ganará solo con la intención de evitar su matrimonio con Madasima. Esta afirmación irrita a Ardián pero alegra secretamente a Madasima. El combate queda fijado para el día siguiente. El rey ordena cercar un terreno cercano como campo de batalla e invita a Amadís y a sus amigos a pasar la noche en su castillo. Amadís acepta. Gandalín recoge las armas de su amo y descubre que falta la espada. Desesperado informa a su amo. Amadís le dice que no tiene importacia aunque en su fuero interno se preocupa. Le pide que vaya en busca de la espada con la que fue arrojado al mar y que custodia Guilán y que le diga a Oriana que quiere tenerla siempre a la vista durante el combate.
Llega la noche. Amadís se confiesa. Amanece. Amadís se viste para la pugna. Mabilia le trae unas joyas como talismanes que llevará bajo la armadura. Le traen el caballo y parte al combate. Florestán le lleva la lanza, Guilán, el escudo y Bruneo, el yelmo. El rey preside en el campo. Las doncellas y dueñas, en las ventanas. Amadís entra en el campo, mira a su amada y toma ánimo. Llegan los jueces: Grumedán, Cuadragante y Brandoibas. Aparece Ardán Canileo, muy bien armado con la espada robada a Amadís. Oriana se asusta al ver su traza. Grumedán asiste a Amadís y Brandoibas a Ardán. Cuadrante es el encargado de tocar la trompa como señal de inicio. Comienza el combate. En el primer envite, rompen lanzas y ambos caen de sus caballos. Las dos monturas quedan muertas: la de Ardián con el cuello roto, la de Amadís con el espinazo quebrado. Amadís se levanta y saca un trozo de lanza que le ha atravesado el escudo y la manga de la loriga sin herirle. Espada en mano ataca a Ardán. Luchan con bravura. Intercambian duros golpes. La armadura de Ardán es fuerte pero pesada y su espada es la mejor. La armadura de Amadís es más ligera pero menos resistente. Ardán recibe muchos más golpes pero sale indemne. Amadís, con menos golpes recibidos, presenta bastentes deperfectos en su armadura y heridas en sus carnes. Al poco rato, Amadís tiene su escudo destrozado y su cuerpo teñido con su sangre. A pesar de tener la espada casi despedazada, consigue herir varias veces a su oponente. Madasima prefiere la victoria de Amadís. Prefiere perder sus tierras a casarse con Ardán. Oriana que ve sangrar con profusión a su amado, se gira de espaldas porque no puede soportar tal visión. Mabilia la vuelve y la obliga a mantenerse en su puesto. Las dudas sobre la victoria de Amadís comienzan a asaltar a Brandoibas y Grumedán. Cuadragante, que ya fue derrotado por Amadís, les contradice. Amadís golpea a Ardán en la cabeza con su maltrecha espada, que al golpear el yelmo se parte en tres trozos. Ardán queda algo aturdido, pero al advertir que Amadís está sin espada, se anima y anuncia su victoria voz en grito. Madasima se desespera. Se arrodilla ante la reina Brisena y le pide protección para que evite su casamiento con Ardán. Al parecer la promesa de matrimonio era válida solo si Ardán acababa con Amadís en el tiempo que un hombre recorre media legua, pero ese tiempo ya ha sido rebasado en más de cuatro horas. Se van cumpliendo las profecías de Urganda. Amadís, a la desesperada, se abalanza sobre Ardán, evita un espadazo, le agarra su escudo y, con un hábil movimiento, se lo arrebata. Recoge la punta de una lanza quebrada, y así armado, se enfrenta de nuevo a su rival. Ardán le ataca con saña y le lanza un golpe dirigido a su cabeza. Amadís se protege con el escudo y la espada se clava más de tres dedos en el brocal. Al mismo tiempo consigue herir a su contrincate con la punta de lanza en el brazo derecho. A causa de esta herida, Ardán es incapaz de desenclavar la espada. De esta forma, Amadís recupera su espada. Mabilia informa a Oriana del vuelco en el combate y de la inminente victoria de Amadís. Ardán, desarmado, intenta recuperar su escudo como antes hizo Amadís, pero éste le golpea en el hombro izquierdo, hiriéndole gravemente. Ardán intenta escapar pero Amadís le sujeta por el yelmo y le hace caer de rodillas. Le saca el yelmo y de un certero golpe, le cercena la cabeza. Amadís la recoge y la arroja fuera del campo de batalla. Arrastra el cuerpo hasta una peña y lo arroja al mar. Libera a Arbán de Norgales y a Angriote y se retira a su posada para curar sus heridas. Arbán de Norgales, bajo la protección de su tía la reina Brisena, es curado en palacio. Angriote acompaña a Amadís a su posada y ahí es atendido. Más tarde reciben la visita de homenaje de caballeros, dueñas y doncellas. Mabilia le lleva a Amadís las noticias de su amada.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 60

Por la noche, tras la cena, Lisuarte y su gente ven como dos fuegos se acercan por el mar. Todos se asustan. Cuando están más cerca descubren que se trata de una galera que lleva dos grandes cirios prendidos. La gente se asusta temiendo que el fuego pueda afectar a la villa. El rey acude con cincuenta caballeros a la costa. Amadís, Guilán y Enil ya se habían adelantado. De la galera desembarca una dama vestida de blanco con una arqueta de oro en sus manos. De ella saca una candela encendida y la apaga arrojándola al mar. Cuando se apaga, también se apagan los grandes fuegos. Solo persiste algo de lumbre en los cirios que permite alumbrar toda la ribera. La dueña retira el paño de la galera y muestra que está toda ornada con ramas y flores. En su interior se oye tañer instrumentos. La música cesa y al poco salen diez doncellas con guirnaldas de flores y vergas de oro en sus manos. La dueña le dice a Lisuarte: "Soy Urganda". Viene a avisar a Amadís. No debe perder el tiempo en la búsqueda de Galaor, no lo va a encontrar. Pero no debe preocuparse por él. Está bien, se recupera de sus heridas con rapidez. El rey invita a Urganda a su castillo. Ella declina, prefiere quedarse en su galera. Pero le pide que al día siguiente le envía una escolta de cuatro caballeros: Amadís, Agrajes, Bruneo y Guilán. Todos se van a dormir. El rey deja un grupo de veinte ballesteros para que custodien la galera.
A la mañana siguiente vuelven los cuatro caballeros designados para la escolta de gala. Llevan doce palafrenes para las doncellas. La comitiva se pone en marcha. Los cuatro caballeros flanquean a Urganda que expresa su contento de verse tan bien acompañada..., y porque también ella está enamorada...¿de Amadís?
Llegan a palacio. Urganda habla con el rey y pondera la lealtad de sus caballeros. Luego habla con la reina y alaba el valor, la lealtad y el amor de Amadís, como símbolo de todos los caballeros del rey Lisuarte. También felicita a la doncella del tocado, afortunada beneficiaria del gran amor de Amadís. Al oír esto último, Oriana, la Doncella de Dinamarca y Mabilia temen que pueda desvelar el amor secreto entre Oriana y Amadís con gran vergüenza para todas. Amadís, para tranquilizarlas, se adelanta y le pregunta si sabe la identidad de la doncella del tocado. Urganda le responde que nadie mejor que él para desvelar su identidad, puesto que la libró de Arcaláus y de su sobrino Lindoraque. Amadís dice que siempre la vio con la cara tapada(?). Urganda responde que se trata de una mujer bienamada, que vive en el reino de Lisuarte, socialmente bien situada, de madre extranjera y se niega a desvelar más datos sobre ella. La reina le pregunta si es dueña o doncella. Urganda le responde con evasivas. Llega la noche. Urganda se aposenta en la misma habitación que Oriana, Briolanja y Mabilia. Hablan y ríen largamente hasta quedar dormidas. Urganda advierte que Oriana no duerme. Le pregunta por la razón de su desvelo. "¿Es, quizás, la ausencia de su amante?". Oriana se sonroja, pero Urganda la tranquiliza.No va a revelar a nadie su secreto. Para evitar que las oigan sus compañeras de habitación, saca un librito y hace un conjuro. Así no despertarán y cualquiera que entre en el cuarto caerá dormido. Oriana lo comprueba: intenta despertar a Briolanja y Mabilia sin éxito. Llama a la Doncella de Dinamarca, que en cuanto traspasa el umbral de la puerta cae redonda al suelo. Entonces le pregunta a Urganda sobre su futuro. Le contesta que un fiero león vendrá y la aterrorizará a ella y a los suyos . De un zarpazo le quitará su corona que ya no recuperará. Saciará su hambre con su carne y la llevará a una profunda cueva. Oriana queda despavorida ante tan truculento augurio. Urganda la tranquiliza. Le dice que, con frecuencia, la gente, ante oscuros designios, suele temer aquello que los debería alegrar. En todo caso ella debe congratularse de tener tan buenos padres y de amar y ser amada por tan excelente caballero. Urganda esconde el librito y todas las durmientes, despiertan.
A los pocos días Urganda anuncia su partida. Hace reunir a doncellas y caballeros. Le pide al rey que les lea las cartas que le había entregado a él y a Amadís. Así todos podrán comprobar sus grandes dotes adivinatorias. Lisuarte así lo hace.
Luego, Urganda habla a la concurrencia sobre la gran contienda que va a haber entre el Culebro y el León con implicación de otros animales, entre los que muchas muertes habrá. El León herirá de gravedad al Raposo romano con gran pesar del Culebro. La Oveja negra se interpondrá entre el León y el Culebro consiguiendo la paz entre ellos. Llegarán los Lobos que atacarán al Culebro y sus amigos, y los encerrarán en una cueva. El Unicornio despertará al León que, con sus aliados, socorrerá al Culebro. Lo salvarán in extremis de la muerte. Los Lobos serán exterminados, el Culebro sanará y se librará de toda ponzoña. La Cervatilla consentirá en ser entregada a las garras del León.
El rey hace escribir toda la profecía de la que no ha entendido ni media palabra.
Urganda habla con Amadís y le pronostica una empresa que le costará sangre y esfuerzo y de la que otro sacará provecho y mérito. Le pronostica grandes sufrimientos a causa de su espada, hasta tal punto que deseará verla rota o arrojada a las aguas.
Amadís afronta con buen ánimo tan funestos presagios.
Urganda se despide de todos, embarca en su nave y zarpa hasta perderse entre las tinieblas.

martes, 8 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 59

Las doncellas cuidan bien de Galaor. Recupera el conocimiento tras tres días de inconsciencia. Ve que se encuentra en una lujosa casa sostenida por cuatro columnas de mármol y cerrada con mallas de hierro. La casa está en una huerta que está cerrada por altos muros. En ellos, Galaor llega a distinguir una pesada puerta de hierro, también cerrada. No recuerda nada posterior a la batalla, no conoce su desenlace y cree que ha sido hecho prisionero.
El rey Cildadán no murió en la batalla. Cuando recobra el sentido se encuentra encerrado en una torre. Desde la ventana de la torre solo puede ver el mar. No ve a ninguna persona pero oye voces en el piso superior.
Galaor recibe la visita de una doncella y de un viejo provecto. La mujer lleva dos cajas, una de hierro y otra de plata. Le dice que quien le ha llevado hasta allí quiere que Galaor haga su voluntad. La doncella ha sido designada para curarle las heridas. En un aparte, ella le cuchichea que el viejo pretende envenenarle, pero que ella ha sustituido el veneno por un ungüento curativo. Luego le comunica al viejo que ya ha embadurnado a Galaor con la pomada ponzoñosa. El viejo le dice que alargue la agonía del caballero al menos quince días más, para satisfacer los deseos de venganza de quien ha encerrado a Galaor en esa torre. Se van, pero al poco vuelve la doncella acompañada de otras dos hermosas jóvenes. Traen comida y se quedan con Galaor, cuidándole y haciéndole compañía.
El rey Cildadán recibe la visita de una dueña de mediana edad y de dos caballeros. Sin mediar palabra, la dueña le cura y le alimenta. Luego se van.
Galaor se recupera con rapidez. Recibe las visitas de la doncella con regularidad. En una de ellas, ella le pide un favor. Galaor accede a concedérselo a cambio de conocer su nombre. La doncella le dice que ya debería saberlo, pues se conocen tiempo ha. Le dice que se llama Sabencia sobre Sabencia y se va. Galaor sospecha que pueda ser Urganda, mutada de aspecto, antes vieja y ahora joven. Mira a las otras doncellas y han desaparecido. En su lugar están Gasaval, su escudero, y Ardián, el enano, ambos dormidos. Los despierta. Ellos le cuentan como han sido llevados hasta ahí. También le hablan de la reaparación de Amadís tras su periodo como Beltenebros.
Urganda, una vez recuperados Galaor y Cildadán, les envía a sus dos sobrinas para su solaz. Son las hijas de su hermana Grimota que tuvo de una relación con Falangriz, rey de Gran Bretaña, hermano de Lisuarte. Se llaman Juliana y Solisa. De tanto solaz y atención, ambas quedan preñadas y darán a luz dos varones: el hijo de Galaor y Juliana será Talanque, el de Cildadán y Solisa, Maneli el Mesurado.
Lisuarte, Amadís y el resto de caballeros supervivientes se dirigen a Fenusa. Allí se reunen con Brisena, Briolanja, Oriana y otras damas. Son recibidos con alegría, especialmente Amadís, por salvar al rey y ser decisivo en la batalla. Briolanja le cuenta como reclutó a más de cien caballeros para buscarle. Amadís le replica que en cuanto sepa de Galaor y ayude en la disputa de Florestán y Landín, la acompañara de regreso a su reino. Luego se irá a su Ínsula Firme para ordenar sus asusntos. Hablan de la Ínsula Firme y Amadís, galante, pondera la belleza de Briolanja. Palabras que entristecen a Oriana, que piensa que Amadís la infravalora. Mabilia se lo intenta quitar de la cabeza, pero luego, cuando se reune con Amadís le aconseja que mida sus elogios para otras mujeres cuando esté en presencia de Oriana y no avivar sus celos. Aclarado el malentendido, se citan en la huerta por la noche para solazarse juntos.
Lisuarte convoca a Amadís, que acude acompañado de Bruneo y Branfil. Ven a Cuadragante cumpliendo la promesa que le hizo a Beltenebros: implora el perdón de Lisuarte y declara haber perdonado a Amadís por la muerte de su hermano, el rey Abiés. Por su parte, su sobrino Landín también declara haber perdonado a Florestán. Todos olvidan su disputa.
Lisuarte planea liberar a Arbán de Norgales y a Angriote de Estravaus, prisioneros en la ínsula Mongaza. Amadís prefiere partir en busca de Galaor, acompañado de Florestán y de Agrajes. Cien caballeros más se ofrecen para ayudarles en su búsqueda.
El rey Lisuarte aparta a Amadís para hablarle confidencialmente...

domingo, 6 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 58

Beltenebros se queda tres días con Oriana. Al cuarto, parte a la batalla. Envía por delante a su escudero Enil. Conciertan su encuentro en un castillo cercano al campamento de Lisuarte, propiedad de Abradán, viejo caballero hospitalario. Llegan sin problemas al castillo y son bien acogidos. También llegan dos sobrinos de Abradán, escuderos, con noticias sobre Cildadán y su ejercito: ya han desembarcado y se preparan para el combate. Cildadán ha concedido audiencia a Grumedán y Giontes, sobrino de Lisuarte, y acuerdan lugar y día de la batalla y otra condición: cada bando solo podrá utilizar cien caballeros. Beltenebros le pide a Abradán que se presente a Lisuarte y que le deje unirse a su grupo de caballeros. Abradán parte raudo junto a Lisuarte y cumple el encargo. Lisuarte recibe con alegría la propuesta. Con Beltenebros ya dispone de 99 caballeros. Grumedán elogia a Beltenebros despertando la callada envidia de Galaor, Florestán y Agrajes. Abradán vuelve a su castillo e informa a Beltenebros de sus gestiones y de que falta el último caballero. Al oirlo, Enil le pide a Beltenebros que lo arme caballero. Éste accede y Abradán le cede sus propias armas. Al día siguiente parten con los sobrinos de Abradán como escuderos y, ante Lisuarte, Beltenebros presenta a Enil como el centésimo caballero.
Se colocan para la batalla. Por delante de Lisuarte y en primera línea: Beltenebros, Enil, Galaor, Florestán, Agrajes, Gandalac el gigante, Bramandil y Gavus (los hijos de Gandalac), Nicorán de la Puente Medrosa, Dragonís, Palomir, Pinorante, Giontes (sobrino de Lisuarte), Bruneo de Bonamar, Branfil (hermano de Bruneo) y Guilán el Cuidador. Por delante de todos, con la enseña real, Grumedán.
En el bando de Cildadán, en primera línea, los gigantes y veinte caballeros. En un otero se oculta el gigante Madanfabul de la Torre Bermeja con diez caballeros. Su misión es atacar por sorpresa para matar o capturar a Lisuarte.
La batalla comienza. Pasa el primer tercio de la jornada con un numeroso saldo de muertos y heridos. Beltenebros destaca matando enemigos, aunque no descuida la protección del rey. Galaor, aguijoneado por la competencia, también se esmera. Se le encara el gigante Cartadaque de la Montaña Defendida, armado con un hacha. Ya había matado a seis caballeros, aunque Florestán había logrado herirle en un hombro y sangraba profusamente. Galaor de un golpe de espada, le corta el hacha por el mango y le hiere en la cabeza. El gigante, al verse desarmado, se abalanza sobre Galaor y lo atrapa entre sus brazos y caen al suelo. Galaor, presa del fornido abrazo del gigante, está a punto de morir. Por suerte su espada todavía le cuelga de su mano gracias a una cadena. La agarra con fuerza y se la clava al gigante entre los ojos. Galaor se levanta tan exhausto y quebrantado que no es capaz de desenclavar la espada de la cabeza del gigante muerto. Beltenebros se enfrenta al rey Cildadán. De dos mandobles, lo derriba. El rey cae al suelo, junto a Galaor. Éste recoge la espada del rey irlandés y le descarga varios golpes hasta matarlo. Galaor, tras el esfuerzo, cae desvanecido sobre el cadáver del irlandés.
Por otro lado, se enfrentan los gigantes Gandalac y Albadanzor a golpe de maza hasta que caen de los caballos. Gandalac tiene la pierna quebrada y a Albadanzor se le ha roto el brazo. Para entonces, ya pasado el mediodía, han muerto más de 120 caballeros. Madanfabul piensa que ha llegado el momento de actuar. Sale del otero con sus caballeros y se lanzan sobre Lisuarte. Beltenebros los ve venir. Cambia su caballo por otro de refresco y se interpone. Otros acuden en defensa del rey: Florestán, Agrajes, Bruneo, Branfil, Guilán y Enil. Un caballero enemigo se adelanta a Madanfabul. Es Sarmadán el León, tío del rey Cildadán. Ataca a Beltenebros con su lanza y, aunque se quiebra, consigue herirlo al atravesar su escudo. Beltenebros, de un espadazo en la cabeza, le hiere en ambos ojos y Sarmadán cae al suelo. Los caballeros de Madanfabul consiguen neutralizar a los de Lisuarte. El gigante alcanza al rey y lo atrapa, lo arranca de su silla y corre con él hacia sus naves. Beltenebros lo advierte. Galopa en pos de él y de un golpe de espada le cercena el brazo con el que sujeta a Lisuarte. Lamentablemente hiere a Lisuarte a la altura de la loriga. El gigante muere. Beltenebros, voz en grito, desvela su identidad y continúa matando enemigos a diestro y siniestro. Sus compañeros están muy perjudicados y vienen enemigos de refresco. Amadís cree que Galaor ha muerto, y esa idea redobla su furia y su bravura. Un gigante, Gadancuriel, toma el liderazgo de las fuerzas invasoras. Amadís, cegado por la ira, se introduce imprudentemente entre las filas enemigas. Lisuarte lo ve y acompañado de varios caballeros (Bruneo, Florestán, Guilán, Ladasín, Galvanes, Olivas y Grumedán) se lanza en su auxilio. Amadís, en su ciego ataque, llega a la zona donde Agrajes, Palomir, Branfil y Dragonís luchan a pie, espalda con espalda, rodeados de enemigos. Amadís los socorre con ayuda de Florestán y Guilán. Vadamigar ataca con su lanza a Amadís, pero éste le hunde su espada hasta las orejas y lo mata. Agrajes monta en el caballo de Vadamigar. Florestán derriba a otro enemigo, Daniel. Le cede el caballo del caído a Landín que está muy malherido. Palomir le trae un caballo a Dragonís. Ya todos con montura ayudan a Amadís en el combate.
La batalla está ganada. Amadís persigue sin piedad a los que huyen a las naves, furioso por la muerte de Galaor. Gadancuriel, reuniendo sus escasas fuerzas, lanza un último ataque sobre Lisuarte para permitir la evacuación de los suyos. Florestán se interpone a pesar de tener la espada rota por la empuñadura. Gadancuriel le parte el yelmo y lo hiere. Florestán le golpea con la empuñadura y le saca el yelmo. Lisuarte aprovecha para atacarle con su espada y le parte la cabeza en dos. Al morir su jefe, ya nada impide el extermino de sus hombres: todos son aniquilados.
Luego, Amadís, acompañado de Florestán, Agrajes, Dragonís y Palomir, busca a Galaor. Lo encuentran debajo de varios cadaveres. Piensan que ha muerto. Amadís lo abraza llorando y Galaor se remueve débilmente. Aparecen doce doncellas con escuderos y un lecho portátil. Se ofrecen para curar a Galaor pero se niegan a decir donde se lo van a llevar e impiden que Amadís les acompañe. Consienten en que les acompañe el enano Ardián y el escudero de Galaor. Colocan al herido en el lecho y lo embarcan. También se llevan el cuerpo del difunto rey Cildadán.
Lisuarte consuela a Amadís por la gravedad de las heridas de su hermano. Ordena enterrar los muertos en un monasterio cercano. El rey acompaña a los caballeros heridos hasta la cercana villa de Ganota donde son curados.
Mientras, Briolanja visita a Oriana en Miraflores. Se confiesa perdidamente enamorada de Amadís, pero que su amor no es correspondido, para secreta satisfacción de Oriana. Juntas acuden, diez días depués, a Fenusa, donde la reina Brisena curaba a su marido. Allí se enteran de que Beltenebros es Amadís. Ambas acuerdan preguntarle a Amadís por su amada, la del tocado.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Libro II, Capítulo 57

Al día siguiente, la Doncella de Dinamarca acude a Londres a conocer la la respuesta. A la corte ha llegado también Briolanja, con cien caballeros que la ayudan en la búsqueda de Amadís. La acompañan veinte doncellas, enlutadas hasta que aparezca el héroe. Lisuarte admite las condiciones de Beltenebros y la Doncella de Dinamarca corre a transmitir el mensaje a Oriana y a su amante. Llegan a la corte. La fama de Beltenebros y su lucha con Cuadragante y los gigantes les precede. El rey Lisuarte reune a sus caballeros con sus respectivas damas y comienzan las pruebas. El viejo escudero, de nombre Macandón, trae los trofeos. Lisuarte intenta desenfundar la espada y no puede. También lo intentan Galaor, Florestán, Galvanes, Grumedán, Brandoibas y Ladasín. Ninguno lo consigue. Solo Florestán consigue sacarla hasta un palmo. Galaor la saca tres dedos. Guilán el Cuidador lo prueba a continuación y consigue desenvainarla hasta la mitad. Cien caballeros más lo intentan y todos fracasan. Dragonís y Palomir la sacan tres dedos, como Galaor. El último en intentarlo es Beltenebros, que desenfunda totalmente la espada. Entonces la hoja cambia de color: de rojo ardiente a clara y limpia. Beltenebros se desprende de su vieja espada y la cambia por la nueva.
Sin pausa comienza la prueba del tocado: se lo prueban la reina, Briolanja, las infantas Eluida y Estrelleta, Aldeva y Olinda. Solo con la última reverdece un tanto el tocado. Luego lo intentan más de cien doncellas y dueñas y ninguna mejora el intento de Olinda. La última es Oriana y nada más colocarse el tocado, todas las flores reverdecen y hermosean. Macandón, que tiene todos los complementos preparados, le pide a Beltenebros que le arme caballero. Beltenebros accede y es nombrado al instante. Luego Beltenebros se ofrece a Lisuarte para ayudarle en su lucha contra Cildadán. Más tarde Oriana, Amadís y Enil regresan a la Fuente de los Tres Caños. Se topan con un escudero que reclama a Oriana en nombre de Arcaláus el Encantador. Beltenebros se niega. Arcaláus envía a su sobrino Lindoraque para que luche con Beltenebros y consiga el tocado para su amiga Madasima. Lindoraque es hijo de la hermana de Arcaláus y de Cantada, el gigante de la Montaña Defendida. En el primer encuentro, Lindoraque cae al suelo con un trozo de lanza clavado en en pecho. Intenta esquivar el segundo ataque de Beltenebros con tan mala fortuna que tropieza y cae sobre el trozo de lanza que se le clava más profundo, le atraviesa y sale por la espalda y muere. Arcaláus ataca, pero Beltenebros, de un golpe con su espada le hace pedazos la lanza. Arcaláus huye. Beltenebros corre tras él. Arcaláus arroja su escudo y, al perder peso, escapa con facilidad de su perseguidor. Beltenebros vuelve con su amada, envía a Enil junto a Lisurte para que le lleve la cabez de Lindoraque y la lanza y el escudo de Arcaláus.
Beltenebros y Oriana siguen su camino. Descansan junto a una fuente. Llegan a Miraflores donde les reciben Durín, Gandalín, la Doncella de Dinamarca y Mabilia.
El rey Lisuarte y Galaor se encuentran con una doncella que dice ser Urganda la Desconocida. Les entrega una carta a cada uno y se despide y se va. Cada uno lee su carta pero no son capaces de descifrar tan enigmáticas misivas, que hacen referencia a Beltenebros y a la próxima contienda con Cildadán. De regreso a Londres se topan con dos caballeros, los hermanos Bruneo de Bonamar y Branfil que se ofrecen al rey para el inminente combate. Bruneo es el enamorado de Melicia, la hermana de Amadís y Galaor. Galaor los acoge en su compañía. Llega Filispinel con la respuesta de los gigantes. Cuenta que son muchos, gigantes y caballeros irlandeses, y que antes de cuatro días desembarcarán en el puerto de Vega, donde queda emplazada la batalla. También cuenta que en la isla de Mongaza, en el Lago Ferviente, están Arbán de Norgales y Angriote de Estravaus, prisioneros de Gromadaza, la giganta esposa de Famongomadán. Allí sufren crueles tormentos en venganza por la muerte de Famongomadán y de su hijo.