sábado, 7 de noviembre de 2009

Libro II, Capítulo 52

La Doncella de Dinamarca permaneció diez días en Escocia sin hallar noticias de Amadís. Se despide de los reyes y retorna a Londres. Durante le viaje por mar le alcanza una tormenta que desvía al barco de su rumbo. Tienen que atracar en una isla que resulta ser la Peña Pobre. Varios marineros la conocían y también a su morador, el ermitaño Anadalod. Enterada de ello, la Doncella de Dinamarca decide desembarcar y encargarle unas misas al eremita en agradecimiento por haber evitado el naufragio. Beltenebros, flaco y extenuado por su penitencia, yacía bajo los árboles, llorando junto a una fuente. Se levanta y se acerca a la ermita para rezar. Los visitantes también se aceran a la ermita. Son la Doncella de Dinamarca, Durín y Enil. Beltenebros los reconoce y, de la emoción, se desmaya. El ermitaño lo lleva a su cama pensando que está agonizando. La Doncella de Dinamarca se interesa por él y se ofrece para cuidarlo. Está un rato curando sus heridas y al poco repara en su cara y lo reconoce. Se arrodilla ante él y le entrega la carta de Oriana, donde le imploraba su perdón por sus infundadas sospechas. Amadís decide volver con su amada Oriana. Se despide de Analadod y marcha con el resto. Como está muy débil, deciden dejarlo en compañía de Enil, sobrino de Gandales, que le servirá de escudero. La Doncella de Dinamarca y Durín se adelantan para dar la buena nueva en la corte de Lisuarte.

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